Mapa de sonidos de Tokio

Cultura · Juan Orellana
Me gusta 0
6 septiembre 2009
Si hay un cineasta español contemporáneo interesante es la directora catalana Isabel Coixet. Su cine, a pesar de ser despreciado por numerosos críticos, ha planteado en estos años temas incisivos con una puesta en escena muy particular. Es cierto que sus películas son literarias y algo alambicadas, pero su dominio de la poética cinematográfica y la inteligencia antropológica de sus guiones la han situado por encima de la media. Así ha sido con Mi vida sin mí, La vida secreta de las palabras y Elegy. Pero con su último film, Mapa de sonidos de Tokio, Coixet da un frenazo en su prometedora carrera creativa.

Coixet siempre había dado vueltas a los mismos temas, como la incomunicación, la maternidad, el dolor y la sanación, la convivencia con la muerte, la belleza herida, el viaje hacia el otro… y siempre ofrecía una salida más o menos luminosa al drama de los personajes. Sin embargo, su última película ofrece una salida falsa a la rabiosa soledad de sus protagonistas, y deja a éstos y al espectador sumidos en el escepticismo nihilista más deprimente.

La historia ocurre en Tokio. Una chica japonesa se suicida supuestamente a consecuencia de la relación tortuosa con su novio David, un empresario español afincado en Tokio. El padre de la finada, desesperado por la muerte de ella, no soporta ver vivo a David y contrata a una asesina a sueldo para que acabe con él. Pero ella se enamora de David, y en vez de matarlo se ve arrastrada a una cadena de encuentros sexuales que acabarán en callejón sin salida.

Todos los personajes están sumidos en una soledad tremenda en medio de esa inmensa urbe antropófaga. Entre ellos no hay nunca verdadera comunicación. El narrador del film, un ingeniero de sonido que sigue a la chica para registrar sus sonidos cotidianos, y ni siquiera él, su confidente más autorizado, logra saber nada de lo que hay en su joven corazón. Las relaciones sexuales entre ella y David son una evasión al dolor, reconocido explícitamente así, y por tanto tampoco son signo de una verdadera relación humana.

Los procesos y las heridas se cierran en falso y el resultado es una nada saboreada con una estética nostálgica; una canción de Antony and the Johnsons pone el broche final a esta cinta melancólica y crepuscular. Este nihilismo autocomplaciente es, por otra parte, la marca del productor del film, Jaume Roures, conocido por lo ideológico y sectario de sus productos, siempre al servicio de la mentalidad oficial.

Noticias relacionadas

Mi Vargas Llosa
Cultura · Antonio R. Rubio Plo | 0
Vargas Llosa fue un gran lector, un hombre que desde niño supo apreciar a los clásicos, bien fueran Madame Bovary o el Quijote. Los clásicos son absolutamente imprescindibles para la formación de un escritor...
15 abril 2025 | Me gusta 1
Por qué el gran Gatsby siempre será actual
Cultura · Antonio R. Rubio Plo | 0
Hace un siglo, en abril de 1925, se publicó una de las novelas más brillantes de la literatura norteamericana, El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald. A lo largo del tiempo, el cine hizo popular esta historia gracias a las interpretaciones de actores de buen físico, que supieron recrear este...
8 abril 2025 | Me gusta 1
Unas cartas de Alexis de Tocqueville
Cultura · Antonio R. Rubio Plo | 0
Alexis de Tocqueville era un hombre que se adaptaba a las circunstancias, no por oportunismo sino por reconocimiento del principio de realidad....
28 marzo 2025 | Me gusta 1