Los sustitutos

La historia gira en torno a una sociedad que delega su actividad en unos clones robóticos. Sin embargo, todo parece maravilloso hasta que se cometen una serie de crímenes que los agentes Greer y Peters investigan, puesto que encuentran que los cuerpos humanos y sus réplicas cibernéticas han sido asesinados y destrozados respectivamente, mientras tanto un grupo de rebeldes se enfrenta a una civilización adormecida como consecuencia de su dependencia de los sustitutos.
En lo referente a los actores, el papel de Radha Mitchell parece bastante insípido e inexpresivo a pesar del interesante trabajo realizado en El milagro de Henry Pool (2008), donde demostró ser una buena actriz. Por otra parte, el actor Bruce Willis interpreta las dos caras de un mismo personaje. En su versión humana, el personaje está muy bien diseñado, cicatriz incluida, mientras que en su versión autómata, el peluquín que utiliza parece matador.
El argumento, aunque recuerda a las novelas de Ray Bradbory y a Un mundo feliz del escritor Aldous Huxley o a películas como La isla (2005) y La invasión de los ladrones de cuerpos (1956), presenta aspectos interesantes, que merecen la pena ser analizados.
En primer lugar, el trabajo del cineasta demuestra que el ser humano se deteriora cuando se pone al servicio de la ciencia sin tener en cuenta la ética.
En segundo lugar y como dato curioso, el autor de la novela en la que se basa la película se inspiró en un libro de sociología que recopilaba datos sobre un estudio de los primeros videojuegos comunitarios. Por esta razón, esta cinta es una crítica de lo que podría pasar a la sociedad actual si se encierra en sí misma, alejándose de las relaciones sociales, porque, como sabemos, cada vez el hombre es más dependiente de las tecnologías y de las drogas. Por tanto, se habla de la necesidad del ser humano de relacionarse y de enriquecerse del trato con los demás para encontrar la ansiada felicidad.
Finalmente y en tercer lugar, resiñta original el planteamiento del cineasta Jonathan Mostow de que los hombres confíen plenamente en robots para que les solucionen la vida. Lo que serviría para explicar qué le sucedería a una sociedad hedonista y consumista que se hartara de disfrutar y facultase a máquinas para no afrontar la vida con sus alegrías y sus penas.