Los olvidados de los olvidados

Los enfermos mentales representan una vergüenza para las familias, para la sociedad, para los poderes públicos, y debería serlo para la humanidad entera. Cuando veo a un hombre bloqueado en un tronco, es la imagen de mi propia persona y de la humanidad. Cuando veo a una mujer desnuda en la calle, prisionera en un tronco, es la imagen de mi madre y de todas las mujeres del mundo.
El documental de Carles Caparrós (2010) cuenta “la historia de miles de enfermos mentales y un loco”. Grégoire Ahongbonon es el loco que desde 1983 recorre miles de kilómetros polvorientos entre Costa de Marfil, Benin y Burkina Faso para sanar y recuperar a enfermos de toda índole. En 1992 comenzó a ocuparse de los olvidados de los olvidados, los enfermos mentales. Los rescata de la calle o de sus propias casas, les da ropa limpia, medicamentos y un hogar (“jamás volverás a dormir en la calle”, les dice, a sabiendas de que niños y viandantes los apedrean y apalean). Finalmente, hace todo lo posible para que los enfermos puedan volver a sus casas y sean aceptados.
No creo que nadie pueda explicar exactamente de dónde sale Grégoire, por qué decidió dedicarse por entero a esos “diablos encadenados por sus propias familias”, de dónde saca el amor y la autoridad para abajarse a la tierra, romper (literalmente) las cadenas que los atan al infierno y desafiar a poblados enteros para que se atrevan a tratarlos con la dignidad y el respeto que nunca tuvieron. Es fácil olvidarse de África, también es fácil albergar sentimientos melifluos o desear cambiar la historia de los hombres. Grégoire, sin pedir permiso a nadie, sin pedir un aumento salarial, sin protestar violentamente, ha comenzado a cambiar el mundo. La pregunta que me asalta no es cómo evitar el mal de la tierra, sino esta otra: ¿Cómo un hombre vulgar y corriente llega a convertirse en un verdadero huracán para el mundo entero?
Si un pobre hombre como yo que no sabe de nada, que es un inútil, un inútil en todo, ha vuelto su mirada a estos enfermos, que están olvidados por todos los intelectuales, por todos los sabios del mundo, si Dios ha querido que un miserable como yo emprenda una actividad semejante es para que podamos todos abrir los ojos, es para permitir a la humanidad abrir los ojos. Hay hombres que están olvidados y Dios nos interpela, nos interpela a todos.