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Los mercados no son eficientes

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2 febrero 2014
En la reunión del Foro de Davos de finales de enero se ha hablado de muchas cosas. El diagnóstico compartido ha sido que los países emergentes van a tirar menos del carro de la economía mundial y que ahora le toca el turno a la vieja Europa y a la no tan joven América. Lo sucedido en las dos últimas semanas confirma el pronóstico.

En la reunión del Foro de Davos de finales de enero se ha hablado de muchas cosas. El diagnóstico compartido ha sido que los países emergentes van a tirar menos del carro de la economía mundial y que ahora le toca el turno a la vieja Europa y a la no tan joven América. Lo sucedido en las dos últimas semanas confirma el pronóstico. El anuncio de que la Reserva Federal reduce su política de inyección de liquidez ha provocado que las divisas de los que empiezan a ser nuevos ricos se hayan tambaleado. Ya no va a haber tantos dólares para invertir en Brasil, Turquía y en las nuevas estrellas.

Pero en Davos, además de constatar esta nueva situación, se ha producido un interesante debate entre los dos premios nobel de economía del año pasado. Una discusión que se sale del mundo universitario y que tiene mucho que ver con la vida normal de la gente.

La academia sueca repartió de modo salomónico su galardón en 2013. Se lo dio a Robert J. Shiller y a Eugene F. Fama. Sus posiciones son antagónicas. Fama defiende la teoría de la eficiencia de los mercados. Ha desarrollado un modelo que le hace concluir que los mercados financieros incorporan en todo momento la información disponible. No hay, por tanto, factores externos que alteren sustancialmente el precio de lo que se compra y se vende. Fama niega que hayan existido las burbujas financieras. Shiller asegura, por el contrario, que los mercados se comportan de modo irracional y que hay que tener muy en cuenta los factores psicológicos. Algunas han visto en esta discusión la reedición de las polémicas entre Kelsen y Hayeck.

Shiller en Davos ha denunciado que seis años después de la pesadilla de las subprime nos estamos olvidando de lo que ha supuesto la última burbuja. Y que la teoría de los mercados eficientes vuelve con implicaciones evidentes. Europa y Estados Unidos han gastado centenares de miles de millones del contribuyente en rescatar a grandes corporaciones financieras para evitar que las quiebras colapsaran la economía. Si crece la convicción de que los mercados se comportan por sí solos de un modo adecuado, los partidarios de la desregulación que tanto daño nos hizo desde finales de los 80 ganarán espacio.

La teoría de los mercados eficientes es una doctrina que se refiere exclusivamente a la bolsa y la compra y venta de activos. Pero puede ser también un lema para aquellos que, obstinadamente, siguen empeñados en defender que la mano invisible del mercado es capaz de hacer magia porque transforma los intereses individuales, que funcionan por patrones egoístas, en el bien de todos. Desde que cayó el Muro de Berlín, hace ya casi 25 años, hemos aprendido con mucho sacrificio que cierto liberalismo economicista es muy ingenuo. Por eso sorprende tanto que algunos se hayan puesto tan nerviosos con algunas de las afirmaciones de la Evangelii Gaudium

Ahora sabemos que necesitamos un Estado para que la verdadera sociedad respire. Pero ni siquiera ese paso es suficiente. En la Caritas in veritate y en la Evangelii Gaudium hay una pista interesante. No para moralizar la economía desde fuera sino para comprender su dinámica más profunda. Los dos textos señalan que la gratuidad y el hecho de que el que hombre sea relacional son dos factores decisivos para desentrañar el motor último de la actividad productiva y comercial. Más que el interés, la pulsión definitiva es la socialización. Sin buenismos, porque esa pulsión siempre se puede degradar, esa clave nos permite entender nuestro papel como agentes de la economía y regularlo.

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