Los datos de la ciencia frente al derecho al aborto

Mundo · Nicolás Jouve de la Barreda
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18 marzo 2024
Para quien lleva décadas defendiendo la importancia de los datos científicos para el establecimiento de normas o leyes jurídicas justas y respetuosas con la vida humana resulta demoledora la decisión que acaba de adoptar un Congreso conjunto de diputados y senadores franceses celebrado en Versalles.

La Asamblea de Francia ha decidido reformar la Constitución para incluir el aborto como un Derecho fundamental.

El aborto no puede ser un derecho pues es contrario a la vida, y el derecho a la vida es el primero y principal de los Derechos Humanos, consagrado así en la Constitución francesa y de los países occidentales, así como en la Declaración Universal de 1948 y en cuantos tratados, convenios, y declaraciones internacionales se han aprobado desde entonces.

La ciencia debe entenderse como una actividad desinteresada y al servicio de la humanidad. El jurista austriaco Karl Popper (1902-1994) decía que: «Lo que caracteriza al hombre de ciencia no es la posesión del conocimiento o de verdades irrefutables, sino la búsqueda desinteresada e incesante de la verdad […] la búsqueda de la verdad presupone la ética». Por ello, la ciencia no debe ser una actividad interesada en los beneficios individuales y los científicos deben ser valorados a la hora de tomar decisiones que afecten a la vida de las personas, pues son los que mejor conocen y pueden valorar la trascendencia de sus descubrimientos. El caso es que la gran mentira sobre la inexistencia y por tanto irrelevancia de la vida humana en la etapa prenatal ha ido muy lejos, cada vez más lejos si consideramos la decisión de la reforma constitucional francesa, no acorde al significado real de la vida humana prenatal sino en virtud de un pretendido “derecho a decidir” y para “preservar un derecho amenazado en otros países”, según la iniciativa del presidente Emmanuel Macron.

Hay en esta decisión dos graves errores. Uno de carácter científico y otro de carácter jurídico. Y entre ellos la falta de reflexión ética sobre el valor de la vida humana en todo momento y cualesquiera que sean sus circunstancias.

El primer error, y para quien suscribe este comentario el principal, es la no consideración de los datos de la ciencia sobre el hecho de la existencia de una vida humana, un tercio diferente al padre y la madre, en el seno materno durante el embarazo. Es una consecuencia más de la deriva utilitarista que ahoga el significado real de los datos de la ciencia sobre la etapa inicial de la vida humana y que se interpretan erróneamente o se disfrazan con eufemismos para ocultar y manipular su verdadero significado. Al científico se le puede exigir neutralidad frente a los intereses o los deseos que mejor le acomodan a la sociedad, pero no se le puede pedir que tergiverse el verdadero significado de sus descubrimientos para ocultar la verdad del fenómeno natural de la vida. Al menos en ciencia, el fin no justifica los medios. No se puede negar la realidad de una vida humana, un ser humano en formación, desde el primer instante de la existencia.

Pronto hará 15 años que presentamos y difundimos la «Declaración de Madrid», un Manifiesto en defensa de la vida humana naciente, que promovió un gran debate a favor de la vida y en contra de la reforma a peor de la ley de despenalización del aborto que estaba vigente en España desde 1985. En marzo de 2009, cerca de 3000 profesionales, la mayoría profesores de universidad e investigadores, médicos ginecólogos, pediatras y juristas, etc., entre ellos cerca de 200 académicos de las reales academias de Medicina y Ciencias, firmamos este manifiesto en la que señalábamos los datos de la ciencia sobre la realidad de la vida humana en la fase embrionaria y fetal. Baste recordar algunos de los puntos que se recogían en esta declaración: a) Existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación; b) El embrión (desde la fecundación hasta la octava semana) y el feto (a partir de la octava semana) son las primeras fases del desarrollo de un nuevo ser humano y en el claustro materno no forman parte de la sustantividad ni de ningún órgano de la madre, aunque dependa de ésta para su propio desarrollo…

No se puedes negar la existencia de la vida prenatal, ni rebajar su valor simplemente porque no se ve, o porque no ha adquirido aun las características funcionales que se manifiestan en los individuos desarrollados de la especie humana. La vida no es una cuestión de plazos, sino que es una realidad que existe desde la formación del cigoto. El cigoto es la primera realidad corporal humana y esto no es cuestión de ideas sino de datos científicos avalados por la Genética, la Biología Celular, la Embriología, etc.

El segundo error es de carácter jurídico. Lejos de suponer la conquista de un derecho para la mujer, el aborto convierte a la mujer en la responsable de un acto violento contra la vida de su propio hijo. El aborto no puede ser un derecho, sino que es un drama con dos víctimas: una, la más vulnerable e indefensa, que muere, y la otra, que sobrevive y va a sufrir las consecuencias de una decisión dramática e irreparable. A ello se unen las graves consecuencias para la sociedad. Una sociedad que se insensibiliza a la matanza de cientos de miles de bebés al año es una sociedad fracasada, enferma y en clara decadencia.

¿Qué decir por tanto de la decisión de los parlamentarios y senadores de Francia? Si el derecho a la vida es el principal de los Derechos Fundamentales de los Ciudadanos, como se ha mantenido desde un principio en la Constitución francesa, ¿cómo se entiende la declaración del aborto como un derecho fundamental?  ¿Dónde queda a partir de ahora la herencia del siglo de las luces, la libertad, la igualdad y la fraternidad para los seres humanos a los que se les impide ver la luz?, ¿Cómo se puede convertir en un derecho el librarse de un embarazo, aunque sea no deseado, a costa de la vida de un hijo?

Si el aborto no se puede considerar un acto médico, el hijo muere, la madre sufre, y la sociedad pierde sus preciosos recursos humanos para el futuro en términos demográficos, es prácticamente imposible conceder a esta práctica inhumana el marchamo de derecho fundamental. Un pretendido derecho que ignora la inalienable dignidad de la vida humana y que, para lo único que sirve, es para agudizar el invierno demográfico que sufren muchos países de occidente. En España es especialmente acusado, por los más de dos millones y medio de pérdidas humanas en los cerca de 30 años de leyes del aborto. El aborto es probablemente el negocio más siniestro que se ha implantado en muchos países de occidente. Se trata en realidad de un inmenso negocio que solo beneficia económicamente a los centros donde se practica, los “abortorios”.

Un tercer punto, que ha de servir de nexo entre los datos que aporta la ciencia y la decisión de garantizar unas normas de derecho, es la reflexión ética. En realidad, la ciencia y la ética son inseparables, son las dos caras de una misma moneda. Sobre esto se pronunció el humanista alemán Hans Jonas (1903-1993) en El principio de responsabilidad, al señalar que el “ejercicio de la ciencia implica la ética” e insistir en que la supervivencia humana depende de nuestros esfuerzos por cuidar a las generaciones futuras y a nuestro planeta. Inspirado en Kant, y en el humanismo cristiano formuló la obligación moral de “obrar de tal modo que los efectos de nuestras acciones sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la tierra”.

Por tanto, la valoración ética de los datos reales aportados por la ciencia es trascendental y la base para fundamentar las leyes o las normas que den protección a esa realidad. Este es el orden correcto para un análisis adecuado de cualquier problema bioético: primero la ciencia, luego la ética y finalmente y en consideración a ambas, la ley. Lamentablemente en el tema del aborto la verdad sobre la realidad humana de la vida del no nacido se ignora y se empieza la casa por el tejado… se convierte su eliminación en un derecho de la mujer.

Sin embargo, como la verdad termina imponiéndose, hay esperanzas de que el aborto termine desapareciendo, como pasó con la esclavitud o el racismo en el pasado. Vienen al caso dos sentencias recientes de los altos tribunales de los EE.UU., cuna del derecho al aborto. En primer lugar, la decisión del Tribunal Supremo de la nación, del 22 de junio de 2022, de revocar la histórica decisión del caso Roe v. Wade, por el que en 1973 se dictaminó el derecho constitucional al aborto.  En su fallo, el Tribunal dijo que los estados pueden prohibir el aborto en cualquier etapa.

En segundo lugar, el pasado 23 de febrero el Tribunal Supremo del Estado de Alabama, acaba de declarar la protección de los embriones humanos por considerar que se trata de seres humanos, es decir, personas. El Tribunal ha resuelto que un embrión mantenido en un congelador de una clínica de fertilidad debe tratarse como el equivalente legal a un niño ya nacido o a un feto en gestación en el útero materno, lo cual es perfectamente correcto desde la perspectiva de la Biología. Por fin, un reconocimiento a los datos de la ciencia. Con buen criterio, el juez Jay Mitchell del citado tribunal ha señalado que los padres pueden demandar por la muerte de un niño independientemente de su estado de desarrollo, embrionario, fetal o ya nacido.

Tras estas dos históricas sentencias y, con independencia de lo que dicta la 14ª enmienda de la Constitución de los EE.UU., que solo considera persona a quien ya ha nacido, el aborto decae como un derecho. A estas alturas ya son 24 los estados en que se han promulgado leyes para prohibir por completo o restringir a determinadas circunstancias el aborto en la nación en que el aborto se convirtió en un derecho.

Habrá que esperar próximos acontecimientos. Pero de momento ya supone una apertura a la esperanza el hecho de que mientras unos van otros están de vuelta. Ha empezado la cuenta atrás para el fin del aborto, el más abominable de los fenómenos de nuestro tiempo.

 

Nicolás Jouve es Catedrático Emérito de Genética, ex miembro del Comité de Bioética de España y Presidente de CíViCa.


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