Los cristianos `pagan`

Mundo · Robi Ronza
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22 enero 2015
Sigue en pie la más firme condena a quien responde a las ofensas matando a los que ofenden, y sigue en pie la más incondicional solidaridad humana (o mejor, la más incondicional compasión) con las víctimas y sus seres queridos. Y no cabe duda de que el derecho a la libertad implica también el deber del respeto y la responsabilidad. Por eso, pasados los días en que cualquier aclaración se podía interpretar como una indulgencia ante este odioso crimen, es justo empezar a decir claramente que no hay necesidad de ser Charlie para execrar la masacre de los redactores de Charlie Hebdo.

Sigue en pie la más firme condena a quien responde a las ofensas matando a los que ofenden, y sigue en pie la más incondicional solidaridad humana (o mejor, la más incondicional compasión) con las víctimas y sus seres queridos. Y no cabe duda de que el derecho a la libertad implica también el deber del respeto y la responsabilidad. Por eso, pasados los días en que cualquier aclaración se podía interpretar como una indulgencia ante este odioso crimen, es justo empezar a decir claramente que no hay necesidad de ser Charlie para execrar la masacre de los redactores de Charlie Hebdo.

Los que saben que libertad, respeto y responsabilidad por su naturaleza deben caminar a la par no pueden hacer suyo el lema “Je suis Charlie”. Dicho esto, vale la pena añadir que, como sede principal (a pesar de todas sus sombras) de la libertad y del derecho en el mundo en que vivimos, Occidente solo podrá persistir en la medida en que se mantengan o recuperen fuerzas espirituales y culturales bien distintas del nihilismo burlón que Charlie Hebdo abandera.

¿Cuáles pueden ser esas fuerzas? Más que desde dentro de Europa, paradójicamente nos vienen indicadas por las reacciones registradas estas semanas en el mundo musulmán después de la decisión de los redactores supervivientes en el semanario parisino de seguir publicando viñetas de Mahoma. En todo el mundo musulmán, han salido a la calle para manifestarse violentamente contra esta iniciativa y sobre todo han puesto en su punto de mira a iglesias cristianas y propiedades de cristianos, cuando no también personas. Hace unos días Radio Vaticana hablaba por teléfono con el arzobispo de Niamey, capital de Níger, estado del África subsahariana donde el islam es la religión mayoritaria con diferencia, y decía que durante las manifestaciones convocadas en su país tras la noticia de que Charlie Hebdo volvía a publicar viñetas de Mahoma, al menos diez personas habían perdido la vida y 45 iglesias habían sido incendiadas. La catedral católica de la capital aún no había sido atacada gracias a la presencia allí de fuerzas del orden. “Son personas manipuladas desde fuera”, afirmaba el arzobispo, “pero obviamente la caricatura de Mahoma multiplicada en millones de copias hace que la gente de aquí diga: son los cristianos de Occidente lo que hacen esto”.

De hecho, a pesar de los dos siglos y medio transcurridos desde el estallido de la Revolución Francesa, sigue vigente un potente proceso de censura, más bien de rechazo de las raíces cristianas de Occidente, que sigue siendo el elemento característico de nuestra cultura y de nuestro modo de vivir. Para cualquiera que nos mire desde fuera, este estado de cosas resulta evidentísimo. Por tanto, no importa que Charlie Hebdo publicara viñetas contra Jesucristo, contra la Trinidad y contra el cristianismo en general, incluso mucho más blasfemas que las que se refieren a Mahoma. A pesar de todo, ante los ojos del resto del mundo las raíces cristianas de Europa siguen siendo más fuertes que las burlas intencionadas del semanario parisino. Y a miles de kilómetros de París, gente como los cristianos de Níger lo pagan.

La realidad de esta situación debería suscitar ciertas saludables reflexiones en los diversos ámbitos culturales que articulan la sociedad europea actual. Los herederos de la Ilustración harían bien en volver a descubrir que la libertad de opinión y de prensa es un derecho que debe conjugarse con el deber del respeto y la responsabilidad hacia los otros. Después del atentado contra los redactores de Charlie Hebdo, la ministra francesa de Justicia, Christiane Toubira, afirmó que la ridiculización de la fe de otros vuelve a entrar en la esfera de la libertad de opinión y de prensa. Visto que hasta ahora no lo había entendido, esperemos que lo que ha sucedido en África y en otras partes tras la publicación del nuevo número de la revista empiece a abrir los ojos.

Por su parte, los cristianos deben empezar a darse cuenta de que, a pesar de todas sus pretensiones, la cultura heredera de la Ilustración ha hecho de Occidente algo que se funda sobre pilares de matriz cristiana con fecha de caducidad. Sobre principios y valores que, separados de su fundamento, caducan y se agotan. Si sigue así se derrumbará desde dentro antes de que lo derrumben otros desde fuera. Y si nosotros no echamos una mano, nadie lo hará.

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