Lo que está cambiando en Argentina con la nacionalización de los fondos de pensiones
A esto se une la decisión del gobierno de eliminar los fondos privados de pensiones y transferir el dinero acumulado al sistema oficial de seguridad social (ANSES). La sospecha, cada vez más extendida, de que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner quiere cobrar este dinero para hacer frente a la precaria situación financiera del Estado ha provocado la inestabilidad de los mercados financieros del país. Por otro lado, el riesgo-país, índice que refleja el precio de los movimientos de títulos negociados en divisas de los mercados emergentes y que implícitamente es un indicador de la reputación internacional de un país porque da una idea bastante concisa sobre cuáles son sus condiciones económicas, políticas y financieras, se ha incrementado hasta 1.900 puntos: cinco veces más que hace un año.
Actualmente se está investigando si las empresas que gestionan pensiones privadas habían liquidado ilegalmente sus activos cuando tuvieron noticias de los planes del Gobierno. Entre los investigados están Consolidar del grupo español BBVA, Orígenes del grupo ING, Met del grupo estadounidense Met-Life y Máxima del británico HSBC. Las empresas implicadas afirman que se defenderán en los tribunales. El portavoz de la Unión de AFJP (fondos privados de pensiones), Sebastián Palla, sostiene que con la nacionalización de estas empresas "desaparece la mayor inversión institucional de Argentina. Y tendrá consecuencias gravísimas".
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner espera que el Parlamento y el Senado aprueben su proyecto antes de fin de año. En teoría, parte de la oposición debería estar de acuerdo, ya que en su momento rechazó la creación de los fondos privados de pensiones. Pero a pesar de esto, el problema que hoy se plantea no es tanto la existencia o no del sector privado sino la desconfianza sobre el destion del dinero que entrará en las cajas del Estado: 97.000 millones de pesos (23.000 millones de euros). La presidenta pensaba que esta maniobra serviría como garantía para tranquilizar la situación de los mercados internacionales, pero el resultado ha sido justo el contrario.
La oposición radical, con escasa influencia en el país, ha definido el nuevo proyecto de ley como una "acción insensata" y ha anunciado que no apoyará a Fernández hasta que su maniobra no esté totalmente clara. Por su parte, los socialistas han acentuado las críticas al hablar de "confiscación" de los ahorros de los trabajadores. Según esta corriente, Fernández necesitaría disponer rápidamente de dinero líquido para afrontar las próximas elecciones legislativas. Sólo el vicepresidente Julio Cobos -el político más popular en Argentina desde que, en julio pasado, se opuso a Cristina Fernández por el aumento de las tasas a los exportadores de soja- ha apoyado la decisión presidencial, criticando sin embargo el sistema nacional de seguridad social, que, en su opinión, funciona como una especie de depósito del que cualquiera puede disponer libremente.
Con esta maniobra se pone fin al sistema mixto de pensiones privadas y públicas introducido por Carlos Menem en los 90, por el quelos trabajadores podían elegir si querían mantener sus pagos en el fondo público o depositarlo en fondos privados, sin posibilidad de cambiar después su opción. Progresivamente, el modelo neoliberal lationamericano se está desmantelado y está siendo sustituido en todo el subcontinente por diversas formas de neoestatalismo. En Argentina esta sustitución llega bajo el nombre de política justicialista y partido peronista, que históricamente evocan al pragmatismo. Pero Fernández parece haber olvidado la crisis real de confianza que los inversores internacionales padecen respecto al pequeño mercado argentino, y sobre todo la necesidad vital de Argentina de encontrar interlocutores dispuestos a recuperar la confianza en el sistema del país.
La crisis de la deuda de 2001 es una herida que todavía escuece. Cualquier maniobra, como la nacionalización de los fondos de pensiones, no genera más que confusión y turbación entre los inversores y ciudadanos que, con los vientos de crisis que corren, sólo quieren esperar a que pase la tempestad.