Lo que aprendimos en el difícil 2008

España · Fernando de Haro
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31 diciembre 2008
2008 empezó con un claro acento electoral. La larga precampaña subió de tono a primeros de año. Buena parte de la sociedad española tenía la sensación de que el ciclo de Zapatero podía ser corto, había llegado al Gobierno tras los atentados del 11-M. Su política, que alimentaba el conflicto entre los españoles, había generado quizás la mayor movilización social de rechazo que se ha producido en nuestra historia reciente. Y la sensación de que era inminente la vuelta al orden después de cuatro años de política nihilista. Pero los resultados que le dieron la victoria confirmaron que el fomento del frentismo político y social le había resultado rentable a Zapatero. En ese momento se hizo más evidente que nunca que el cambio que necesita nuestro país no depende de la política ni va a ser inmediato. No depende de la movilización puntual de mayorías silenciadas. Más bien la tarea es una lenta construcción, en la que la educación es decisiva, de experiencias sociales que permitan recuperar el valor de la vida, la estima por lo que une, la apertura al Misterio.

La derrota en las urnas abrió una profunda crisis en el seno del Partido Popular que no ha quedado todavía resuelta. El liderazgo de Mariano Rajoy fue cuestionado hasta la celebración del Congreso de Valencia en verano. Y el propio partido se enzarzó en un debate sobre cómo dejar de ser antipático para cierta parte de los votantes. La cuestión no está resuelta, algunos apostaron por un distanciamiento de aquellos movimientos sociales que más se habían movilizado contra el zapaterismo durante su primera legislatura. Se produjo el lógico acercamiento a un Gobierno que parecía corregir su política con ETA, pero el PP parece en los últimos meses sólo encontrarse cómodo haciendo oposición en cuestiones económicas. La falta de criterios compartidos en el centro-derecha frente a la revolución social que estaba impulsando Zapatero -la llamada ampliación de derechos civiles- ha  provocado silencios o falta de garra  ante la concreción de la Ley de Memoria Histórica o las anunciadas reformas de la regulación de la eutanasia o de la libertad religiosa. La iniciativa de algunos diputados y dirigentes del PP ha permitido, sin embargo, que en la reforma de la ley del aborto y en la lucha por la libertad de educación los pronunciamientos hayan sido más claros.

Cambios en la regulación del aborto, de la eutanasia, modificación de la ley de libertad religiosa, impulso de la memoria histórica, negativa a negociar los contenidos de la asignatura de Educación para la Ciudadanía. En la noche electoral Zapatero afirmaba, tras obtener la segunda victoria electoral, que iba a abrir una "etapa sin crispación, buscando acuerdos de Estado". La política social que ha impulsado en este 2008 ha sido precisamente la contraria de la anunciada. Quiso formar un Gobierno claramente simbólico con un gran peso de mujeres, pero sobre todo un Gobierno en el que la ideología de género fuera bien visible con un Ministerio de Igualdad. Alguna de las nuevas ministras que llegaban al gabinete con un historial de alta ideologización se ha dejado cambiar por la realidad. Es el caso de la ministra Chacón, la ministra de Defensa. El drama de la muerte de nuestros soldados en Afganistán le hizo reconocer con claridad la amenaza del terrorismo islamista. En cualquier caso este año en el que celebramos los 30 años de la Constitución del 78 se ha hecho evidente que el Gobierno parece querer acentuar las viejas divisiones entre españoles, entre clericales y anticlericales, entre la izquierda y la derecha.

A pesar de la erosión de esa unidad desde el poder, este año la reacción provocada por los atentados de ETA ha manifestado la evidencia de que es más lo que nos une que los que nos separa. Los terroristas han matado este año a cuatro personas: a Ignacio Uria, a Isaías Carrasco, en vísperas de las elecciones, a Juan Manuel Piñuel y a Luis Conde Cruz. La  reacción en contra de españoles de todos los colores demuestra que hay certezas que compartimos. Zapatero ha asegurado que no volverá a negociar con ETA, pero 2008 nos deja una sombra de duda sobre sus verdaderas intenciones. ANV sigue gobernando en más de 40 municipios.  

La novedad, en un panorama de fragmentación social, es que algunas personalidades de la izquierda han alzado la voz contra el sectarismo que impidió, por ejemplo, ponerle una placa a la Madre Maravillas en el Congreso de los Diputados. Hay personalidades laicas que han criticado un laicismo beligerante. Precisamente de laicidad, de laicidad positiva, ha hablado el Papa en sus viajes. Este año Benedicto XVI ha estado en Australia, Estados Unidos y Francia. Ha tenido importantes intervenciones como la que no pudo pronunciar en la Universidad de la Sapienza de Roma, en la que volvió a colocarse en la vanguardia cultural de la postmodernidad al marcar el camino hacia una razón abierta. Sus palabras han sido una referencia clara para los católicos, que, como los españoles, viven un contexto hostil en el que no se puede dar nada por supuesto. No sólo el Estado tiene que hacer ejercicio de laicidad. El Papa ha sido claramente maestro y ha enseñado que la laicidad no sólo se define en términos negativos como la no identificación del Estado con una determinada visión del mundo, ni religiosa ni irreligiosa. Tiene también un aspecto positivo cuando el Estado reconoce el capital social que aportan las diferentes tradiciones religiosas y culturales, especialmente aquellas que tienen más peso.   Por eso, como decía Benedicto XVI en Naciones Unidas, es inconcebible que en España se defienda una política en la que "los creyentes tengan que suprimir una parte de sí mismos -su fe- para ser ciudadanos activos". Entender de este modo la laicidad exige, sobre todo, protagonismo por parte de las comunidades que conforman la sociedad civil. Se enriquece nuestra democracia cuando colaboran al esfuerzo racional de reformular los pilares comunes del ámbito público. Padre y maestro Benedicto XVI ha sido aliento para los católicos que necesitan aprender a dar razón de su experiencia, testimonio en una sociedad pluricultural, que necesitan desarrollar el valor civil de su fe para la convivencia común.

Durante meses el Gobierno negó que estuviéramos en crisis y una de las promesas electorales de Zapatero era llegar casi al pleno empleo. Se han puesto de relieve las debilidades de nuestro modelo económico. Ha caído el consumo y el sector de la construcción, que es el que más tiraba, se ha desplomado. Nuestra baja productividad y nuestro mal sistema educativo nos pasan factura. Hemos acabado 2008 en recesión técnica, nuestra economía decrece y todo apunta a que el año que viene tendremos cuatro millones de parados. Somos el país de la Unión Europea con más tasa de desempleo.   Estamos ante el reto de una crisis como la de los años 90 pero con menos elementos de integración social. El Gobierno ha ido improvisando algunas medidas como la ayuda de 400 euros, la compra de activos a la banca o el fondo de ayuda a los ayuntamientos. Medidas que a juicio de los expertos son sólo parches que muestran falta de iniciativa y que no han devuelto la confianza. La crisis española se ha visto agravada por una crisis internacional que tiene su origen en la política monetaria estadounidense de 2001, en la falta de controles adecuados para tener bajo control la especulación y también la codicia. La especulación y la búsqueda de unas rentabilidades imposibles han provocado durante los últimos siete años una burbuja financiera que ha estallado en los últimos meses. Algunos dicen que estamos ante una crisis como la del 29. Estados Unidos, donde se originó gran parte del problema, ha tomado medidas para realizar una intervención en el mundo económico sin precedentes. Se hace necesaria más que nunca la primacía de la economía real y del trabajo. En este 2008 nos hemos dado cuenta de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.

Estados Unidos ha elegido este 2008 un nuevo presidente, el primer presidente negro de Estados Unidos. Obama es para algunos el hombre del año. Su elección ha sido fruto de un amplio movimiento social que ha recuperado el interés por la política. Obama ha llegado a la presidencia sin un programa concreto. Todavía es una incógnita. Muchos de los que le han apoyado con falta de realismo, pidiéndole a la política más de lo que puede darles se pueden ver frustrados. No sabemos si Obama tendrá capacidad para asumir un liderazgo que esté a la altura de las circunstancias. No sabemos si será rehén de ciertos sectores radicales que reclaman una política radical como la de Zapatero. Como decía Agustín de Hipona, lo que hay que pedirle al emperador es que garantice la paz y no destruya el bien común, el cambio viene de abajo.

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