Libres de Berlusconi

Mundo · Fernando de Haro
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3 octubre 2013
A Italia le ha costado mucho trabajo liberarse de Berlusconi. Las razones de la adicción al Cavaliere son difíciles de entender para un español. Los motivos de su derrota pueden ser, sin embargo, interesantes para el modo de hacer política en nuestro país. “Berlusca” como se le conoce popularmente llegó al poder en 1994. La operación Manos Limpias, un auténtico golpe judicial a la república, había conseguido destruir buena parte de lo que quedaba de los partidos políticos de amplia base popular.

A Italia le ha costado mucho trabajo liberarse de Berlusconi. Las razones de la adicción al Cavaliere son difíciles de entender para un español. Los motivos de su derrota pueden ser, sin embargo, interesantes para el modo de hacer política en nuestro país.

“Berlusca” como se le conoce popularmente llegó al poder en 1994. La operación Manos Limpias, un auténtico golpe judicial a la república, había conseguido destruir buena parte de lo que quedaba de los partidos políticos de amplia base popular.

El nuevo líder, que había militado con los socialistas de Craxi, ya no era democratacristiano pero recibió a sus votantes. Se produjo una auténtica transferencia de afección y apoyo hacia Forza Italia, el nombre de su primer partido. Aunque Berlusconi ya no tenía ni el bagaje ni el peso de los viejos hombres del centro-derecha, sus primeros pasos no fueron del todo malos. Forza Italia era un canal amplio en el que cabía gente de muy variado signo. Algunos de sus políticos han desarrollado en las regiones italianas políticas realmente novedosas que han empoderado a la sociedad civil. Buen ejemplo es lo que sucedió en la Lombardia. Berlusconi recibió el apoyo de la Iglesia que en los años 90 todavía intervenía muy activamente en la política del país y que seguía funcionando, en cierta manera, con el esquema de la postguerra. Berlusconi seguía siendo el partido de buena parte de los católicos. Quizá había razones para que lo fuera.

Pero la degeneración del líder, no solo en lo moral, le llevó a un populismo intolerable. Se convirtió en agente del genocidio cultural de los italianos que denunciaba Pasolini. Y, a pesar de todo, el esquema para apoyarlo seguía funcionando. Se argumentaba que la política era el terreno del realismo y que había que frenar una posible victoria de la izquierda. Sin entender que el realismo permite y exige ser creativo.

Los signos de cambio se produjeron hace algunos años cuando se creó en el Congreso el Grupo por la Subsidiariedad, una alianza transversal a favor de la sociedad civil. Empezó a haber algo diferente a la partitrocracia. Ese Grupo fue decisivo en la formación del Gobierno Letta de hace cinco meses y ha servido de referente para superar la actual crisis. El actual presidente de la república, Napolitano, expresaba el cambio de aires con sencillez hace dos años en el Meeting de Rimini: “hagamos una política con palabras de verdad”. Ya no todo estaba justificado. Para la caída de Berlusconi ha sido decisivo que en los anteriores comicios amplios sectores de la Iglesia no recomendaran el voto su favor. Los viejos proyectos de un catolicismo hegemónico empezaban a disolverse.

La derrota de esta semana de Berlusconi, que amenazaba con derrocar a Letta y con perjudicar al resto del euro, ha sido consecuencia de la libertad de los hombres de su partido. Algo hasta ahora impensable. Hay un nuevo clima. Se abre paso algo diferente.

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