Libia: la guerra de máscaras

Mundo · Justo Lacunza Balda
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13 abril 2011
Libia se está convirtiendo en un peligroso rompecabezas. Un arma arrojadiza que puede golpear a derecha e izquierda, aun a aquellos que son totalmente ajenos al conflicto. Porque detrás de todo el camuflado y putrefacto tinglado de Libia se esconden sucios intereses, ramificaciones venenosas y manos corruptas. Pero vayamos por orden y tratemos de identificar a "los actores" de la trama, o mejor dicho, la guerra de máscaras.

Primero, el dictador libio, arropado por sus hijos, su clan y sus incondicionales seguidores con sede en Trípoli. No tiene ninguna intención de apearse del carro, continúa con las hostilidades y ha ganado posiciones estratégicas. La propaganda mediática es horripilante y escandalosa. Con el dinero, la corrupción y los sobornos se compra todo: armas, seguidores y mercenarios. Y hasta líderes de todo tipo, color y calibre.

Segundo, los opositores, activistas e insurgentes que militan bajo la bandera monárquica del Consejo Nacional Libio y tienen como bastión la ciudad de Bengasi. Lo lidera Mustafa M. Abdul Jalil, antiguo ministro de Justicia, y es apoyado por otros desertores, entre ellos Omar Hariri, jefe de las fuerzas rebeldes y compañero de Gadafi en la toma del poder en 1969. Los rebeldes se sienten defraudados

Tercero, Francia y Reino Unido fueron los países que decidieron apoyar la causa de los manifestantes después de que el tirano libio bombardeara la población y les insultara públicamente como si fueran escoria y basura. Los ha llamado "perros", "ratas" y "drogadictos". Un lenguaje no especialmente edificador para "un defensor de la humanidad".

Cuarto, los Estados Unidos de América, por boca del presidente Obama, han pedido a Gadafi que se aparte del poder. No tienen ninguna intención de enviar tropas, ni meterse en un berenjenal pantanoso como en Iraq.

Quinto, los aliados, entre ellos España, que apoyaron la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU y comenzaron a hacer efectivo el bombardeo de las posiciones del ejército nacional libio. El objetivo era proteger a la población civil, pero sin intención de "ir a por el dictador", es decir, evitando tocar la raíz del problema.

Sexto, la Unión Africana, bajo el liderazgo del presidente Jacob Zuma (Suráfrica) con otros tres jefes de Estado (República Centro Africana, Malí y Mauritania) y un ministro de Exteriores (Uganda), envía una misión especial a Trípoli para intermediar y pedir un alto el fuego. Gadafi se ve satisfecho y dice estar dispuesto a deponer las armas. Los opositores al régimen rehúsan someterse al chantaje tramposo de la UA.

Sétimo, los mandarines de la OTAN querían protagonismo en el Mediterráneo. No han parado de mover las butacas en Bruselas hasta que no han conseguido tomar el mando de las operaciones militares en Libia. Ahora nos dice el secretario general, Anders F. Rasmussen, que no puede haber "una solución militar en Libia". Francia y Reino Unido han sido muy críticos con esas declaraciones y han expresado su total desacuerdo. Cabe preguntarse si la OTAN "ha metido la pata" o si se han equivocado de país. Todo es posible vista la falta de coordinación y sensatez mostradas desde los comienzos de la grave crisis libia. 

La persona de a pie no entiende esto y se pregunta: ¿por qué comenzasteis a bombardear Libia, si ahora tenéis la intención de dejar al dictador en su puesto de mando? No extraña la "oferta de paz" de la UA. Todos los países africanos han recibido millones de dólares del dictador libio. No hay líder africano que no se haya precipitado a saludar y abrazar efusivamente al autoproclamado "rey de los reyes africanos". Ahora parece que "los malos" son los de la ribera norte del Mediterráneo, a quienes se les tilda de acaparadores del petróleo libio. Y ya sabemos, la máquina propagandística de los dictadores es tan poderosa que son capaces de hacernos creer que la luna reluce a mediodía. ¿No será que los dictadores de los países árabes tienen la sospecha de que si se derrumba la lujosa jaima de Gadafi, a ellos se les acortan las noches y los días en el poder? Porque ya sabemos, los dictadores gastan "bromas pesadas" con sus súbditos al no considerarlos ciudadanos libres y también ofuscan con su retórica los organismos internacionales. Va siendo hora de que los líderes políticos se quiten las máscaras y veamos de qué pie cojean. Los millones de ciudadanos de los países mediterráneos no están para bromas pesadas. ¿O es que a la OTAN le interesa que el dictador libio siga en su puesto de mando? Se ve que hay mucho "papel mojado" en los pasillos del poder que causa resbalones, golpes y tropiezos.

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