Libertad creativa, convivencia y solidaridad frente a nacionalismo (y II)

España · Ángel Santué
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19 noviembre 2012
En España, los nacionalismos, al anteponer la comunidad a la persona y a una comunidad de orden de convivencia superior como es España y Europa, no respetan el principio de subsidiariedad, que parte de la colaboración y de la solidaridad, y buscan al final el desarrollo humano verdadero.

Su tendencia es precisamente la contraria. La de cercenar todo signo, evidencia y síntoma de la libertad creativa y de relaciones de la persona, de modo que ésta queda anulada por la entera comunidad. Pero es que es la persona en su libertad de creación, en su plenitud humana, la que genera y vuelve a generarlo todo, pasando de la cueva del hogar, hasta la propia comunidad.

Los nacionalismos en el caso español no han visto en el estado autonómico la fórmula más perfecta de aplicación del espíritu de reconciliación que nunca los tiempos hayan visto en España, ni mucho menos han entendido el estado autonómico como modelo humanista de convivencia.

Este, según Suárez, se pensó para articular un sistema que permitiera a las personas sentirse y ser libres, favoreciendo unas instituciones que sabiéndose parte de un todo superior, aspirasen sin embargo a favorecer a la persona, pero jamás en detrimento de las otras personas de otros territorios. El propio presiden advertía, recogiendo el sentir de Ortega, que: ":…el acceso a las autonomías no puede convertirse tampoco en una carrera o competición emocional. No puede, en efecto, perderse de vista que el objetivo de este proceso no es sólo instituir la "propia comunidad autónoma", sino establecer, además un estado autonómico. Sólo si somos capaces de crear este nuevo modelo de estado, tendrá sentido la autonomía de cada territorio".

Por tanto, hemos ahora, en el siglo XXI echar la vista atrás, y conocer la Transición, y reconocer los valores que la impulsaron. Fue la primera obra de arquitectura institucional eficaz que España ha dado al mundo en siglos de Historia. Por ejemplo, obra parecida fue el alumbramiento de España como Estado moderno, por la unión -adelantada a su tiempo, siguiendo de nuevo a Ortega- de las Coronas de Castilla y Aragón, respectivamente.

La Transición nos volcó en un proyecto de construcción nacional sobre la colaboración y la solidaridad, y sobre la igualdad y la libertad, a partes iguales. Ortega, una vez más, veía en el "autonomismo un principio político que supone ya un estado persistente sobre cuya soberanía indivisa no se discute porque no es cuestión. Dado este estado, el autonomismo propone (…) que se entreguen por entero, a órganos secundarios a aquél, sobre todo de base territorial, ciertas funciones del poder público". Es decir, de nuevo el principio de la subsidiaridad.

Cataluña, como parte de la Corona de Aragón ha vivido eclipsada por la Castilla universal, descubridora y conquistadora de nuevos mundos. Llegó pronto la unión para España, pues una parte del binomio no había consolidado su impulso mediterráneo y oriental cuando la otra había roto todos los esquemas de la Historia al iniciar el camino para la actual civilización humana. Cualquier proyecto con esto, quedará necesariamente corto.

Pero esa España se puso de nuevo a andar por la Historia, con un cambio de paso, que solo se puede interpretar desde criterios ni ideológicos, ni historicistas. Solo desde la universalidad cristiana uno puede entender el logro que ha supuesto para la Humanidad la posibilidad de la reconciliación y la búsqueda de una solución digna, por no manipular  las personas, ni sus creencias, su historia, ni sus valores.

Volvemos de nuevo a la Transición, y a la Constitución, que encuentran en los ataques permanentes de los nacionalismos su antagonista por excelencia. Ante la reconciliación, ellos buscan revancha. Ante la construcción de un pueblo, la destrucción del propio y del que lo contiene. Ante la dignidad de la persona, la manipulación de la misma. Ante un estado autonómico, basado en el principio de subsidiaridad, primero entre entes políticos, y después entre estos y la sociedad, una vuelta a un estatalismo que todo lo puede, y todo lo absolutiza.

Se sigue con todo que el español de hoy no solo lo es por Historia, genética, cultura, paisajes, folclores,…sino que se sigue que la correspondencia entre ser español es la correspondencia con sentirse sujeto de un nueva manera de entender las relaciones de la persona con el estado, y del propio estado, sustentadas en la razonabilidad de la subsidiaridad, como garante de la dignidad del hombre y su libertad. Se trata de la convivencia como valor superior a la unidad, pero generador de la misma. Más allá de todo, hemos logrado encontrar una correspondencia entre la intuición de unidad basada en cultura, paisajes y tradiciones, con el hecho de que nuestro Yo más profundo se alteraría y quedaría expuesto a los vaivenes lógicos y naturales que toda nueva experiencia trae consigo. Esos vaivenes nos dejarían abandonados al instinto, alejados de toda humanidad posible.

La pervivencia de la Nación española, plural y diversa en matices, no puede ser sino un compromiso desde el Yo más profundo, primero a un mismo, y después a una comunidad. Se trata de la realización de un juicio de correspondencia y de pertenencia, de llegar a caer en la cuenta de que uno solo no puede, que necesita al resto, y que somos absolutamente dependientes en la relación con el mundo.

O el que tengo conmigo a mi lado es un igual, con el mismo deseo, las mismas exigencias de felicidad, las mismas preguntas ante la vida, o no lo es, y como no lo es puede ser que llegue a ser útil a mis ideas y objetivos, y en tanto que no útil, prescindible.

En esta tesitura los nacionalistas deben ver que es posible vivir la pertenencia a España desde lo regional (posible definición de "españolidad") con la naturalidad de hablar dos o más idiomas, tener varias residencias y más de un hijo y quererlo por igual. Es una nacionalidad que permite la libertad creativa y personal, que además, está involucrada en un proceso de construcción aun si cabe mayor que el que hicieran Castilla y Aragón hace 500 años. La creación de la Unión Europea, es simplemente, un hito para la gobernanza mundial. Castilla, que dejó de ser porque con la reconquista feneció dando paso a España, no sirve para el proceso de integración de la Unión Europea. La antigua Corona de Aragón, y aquellos territorios que aun guardan memoria de sus fueros y franquezas, en cambio, sí pueden  tener en una España en la Unión un proyecto de índole superior capaz de llevarle a una plenitud histórica que solo puede ser buena para el resto de los pueblos y regiones de España entera.

Y con España, los españoles, es decir, las personas, que viven, sufren, padecen y ríen. La realidad misma. Los sueños de la gente. La libertad de la gente. La construcción de un pueblo. La convivencia.  

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