Ley Mordaza
En Bolivia, como en muchas otras naciones regidas por gobiernos que han caído en la pretensión totalitaria, las buenas intenciones de muchas leyes se han convertido en el camuflaje que oculta gravísimos atentados contra las libertades y derechos fundamentales de los ciudadanos. Obviamente, nadie se opone al concepto general de procurar una sociedad en la que todo ser humano sea respetado en su dignidad de persona y, por la tanto, no sufrir discriminaciones. Sin embargo, está claro que en este caso la lucha contra el racismo está siendo instrumentalizada para tener una amenaza permanente sobre los medios de comunicación independientes, que ante el temor de ser clausurados caerían inevitablemente en la autocensura.
No es sólo que este tipo de medidas no contribuirán a superar los problemas de racismo o discriminación que efectivamente existieran, sino que profundizarán las divisiones en el seno de la sociedad boliviana, porque no prevén adecuadamente cómo se comprobarán y procesarán las denuncias, máxime si el sistema judicial boliviano no tiene las mínimas condiciones para actuar con independencia, dado que la mayoría de los miembros de la Tribunal Supremo de Justicia tienen carácter interino y han sido nombrados mediante decreto supremo por el presidente del Estado, al igual que el Tribunal Constitucional, que además sólo tiene carácter liquidador de causas presentadas hasta febrero de 2009, con lo cual los derechos de los ciudadanos bolivianos no tienen una instancia que los proteja efectivamente.
La actitud del Gobierno del Movimiento al Socialismo sólo puede ser entendida por la mentalidad autoritaria que predomina en el entorno presidencial y los modelos totalitarios que intentan copiar del modelo chavista. No es casualidad que en Venezuela el Gobierno haya ya estatalizado la mayoría de los canales de televisión y de las radios, procurando manipular a la opinión pública, poniendo fin a la prensa libre.
Éste es el objetivo de fondo, tener bajo control del Gobierno la información que llega a los ciudadanos, para así asegurar su apoyo, ocultando la podredumbre en la que caen estos gobiernos y resaltando las supuestas virtudes del caudillo y su entorno. Muchos lo han intentado y al final han perdido la guerra contra el sentimiento innato de amor por la libertad que tenemos grabado en nuestro ser humanos, aunque dependerá de las actitudes que asumamos cada generación cuánto demorará la libertad en prevalecer sobre la pretensión totalitaria.
Óscar Ortiz Antelo, ex presidente del Senado Nacional de Bolivia