Lech Walesa y los servicios secretos comunistas

Mundo · Artur Mrowczynski - Van Allen
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27 junio 2008
Estos últimos días, también en la prensa española, se habla del libro titulado SB y Lech Walesa, escrito por dos jóvenes historiadores polacos, que presentan cierta documentación que apoyaría la tesis de que el ex-jefe histórico de Solidaridad, Lech Walesa, fue agente de la policía secreta comunista, agente de la SB. Slawomir Cenckiewicz y Piotr Gontarczyk muestran los archivos de la SB donde consta que, en los años 1970-1972, Walesa fue informante "de la policía varias decenas de veces", pasando datos sobre los obreros de los astilleros de Gdansk, donde él trabajaba en esa época.

La tesis del libro, editado por el Instituto de la Memoria Nacional (IPN), que instruye las investigaciones sobre los crímenes de las épocas nazi y comunista, no es nueva. La fulminante destitución del gobierno del primer ministro Jan Olszewski en 1992 por parte del presidente Walesa, a raíz del intento de aquél de hacer públicos los nombres de los colaboradores de los servicios secretos, dejó muy clara la posición de Walesa y le hizo perder el apoyo de Solidaridad. En las siguientes elecciones presidenciales Walesa fracasó y en las últimas a las que se presentó, en el año 2000, obtuvo el 1% de los votos de los polacos.

Walesa no derrotó al comunismo, lo hicieron millones de personas. Él se convirtió en un símbolo, especialmente fuera de Polonia, pero eso es casi todo. Un símbolo muy cómodo, sobre todo para los que aún viven sumergidos en los anacrónicos esquemas de la división entre "derecha" e "izquierda". Los principales opositores de los años del comunismo (Gwiazda, Wasilewska, Kaczynski), los que experimentaban a diario la complejidad de la vida política real de los países comunistas de los años ochenta, denunciaban las maniobras de Walesa, por lo cual fueron apartados de la vida pública durante el tiempo de su presidencia.

Sobreseídas en 2000 por la justicia las acusaciones de colaboración con la SB, Lech Walesa reconoció públicamente que había firmado "unos papeles" después de una de sus detenciones en calidad de obrero opositor al régimen.

Los autores del libro citan y exhiben copias de documentos de colaboración de un agente de la SB, en activo durante los años setenta con el nombre clave de "Bolek", identificado como Lech Walesa, y demuestran que muchos de los originales fueron escamoteados por el propio ex-sindicalista. Se ha probado que Walesa pidió prestados todos los documentos de los archivos de la SB referentes al agente "Bolek" en la época en que era presidente de la República, de 1991 a 1995, y los destruyó. El Instituto de la Memoria Nacional había facilitado en ese entonces al presidente Walesa, a petición propia, los expedientes que le concernían. Los autores del libro reproducen también las demandas ulteriores para que los devolviese, dirigidas por la IPN a Walesa, algo que nunca sucedió.

En recientes entrevistas, el actual presidente de Polonia, Lech Kaczynski, apoyó las investigaciones de los dos historiadores, llegando a reprocharle a Walesa haber sido "garante de los intereses del peor sector de la nomenklatura" comunista en el momento de la caída del antiguo régimen en 1989.

El comunismo no fue derrotado, ni en Rusia ni en Polonia. Los servicios secretos, como demuestra Golicyn en su importantísimo libro Mentiras nuevas por las viejas, estaban ya perfectamente preparados para dirigir la transición de tal modo que los ex-comunistas pudiesen pasar a las nuevas condiciones políticas salvaguardando su control sobre las estructuras económicas y ante todo sobre los medios de comunicación. Este proceso, en Polonia, se acordó en las negociaciones del año 1989, en las llamadas conversaciones de la "mesa redonda", en las que participaron los comunistas y sólo la parte "socialista-progresista" de Solidaridad, liderada por Walesa. Estas negociaciones sirvieron para repartir el poder político a cambio de los beneficios del próximo proceso de privatización, y también para legitimar a los ex-comunistas, convertidos en liberal-progresistas. Alguno de los beneficiados por estos acuerdos fue Adam Michnik, hoy dueño de un periódico progresista, pro-abortista, europeísta, etc…

El caso de este libro es sólo un capítulo en una larga lucha por la descomunistización de Polonia. Entiendo que el tema es algo complicado, más aún teniendo en cuenta que el proceso lo lleva a cabo ahora un partido declaradamente católico y antiliberal (los gemelos Kaczynski), por lo que todo el poder de los medios de comunicación europeos hace todo lo posible para desacreditarlo. Los que califican al partido de los hermanos Kaczynski como de "derechas" demuestran dos cosas: la primera, que aún permanecen bajo el yugo de un nominalismo decimonónico, y la segunda, que su información sobre la vida social y política de Polonia es muy superficial. El programa social de los Kaczynski se inspira directamente en la enseñanza social de la Iglesia y se opone radicalmente a la visión económica liberal. Esto es un hecho. A otro orden de  cosas pertenece la duda que yo mismo albergo y que me hace ser más bien pesimista ante el futuro de cualquier formación política "católica". 

El actual momento socio-político de Polonia es reflejo de un gran experimento. Existen todavía fuerzas sociales dispuestas a buscar la verdad como uno de los fundamentos de la vida comunitaria, aunque esto se haga al precio de derribar los propios mitos. Un experimento doloroso y con un futuro incierto, pero sin duda digno de respeto. Un respeto cada vez más escaso en los medios de comunicación europeos, en los que los monótonos rituales de las exclamaciones preceptivas y políticamente correctas han sustituido a la sencilla necesidad de la búsqueda de la verdad.

Artur Mrowczynski – Van Allen pertenece al Centro Internacional para el Estudio del Oriente Cristiano de Granada

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