Le llaman Carras

Editorial · Fernando de Haro
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14 enero 2024
Hace falta mucho amor por uno mismo para cambiar de vida tres, cuatro veces, cinco veces, para estar cambiando siempre de vida para no perder la vida. Le llaman Carras.

Le llaman Carras. Un apodo, una simplificación que le da fuerza sonora a su nombre: Jesús Carrascosa. Ha terminado ya los estudios de filosofía en la Compañía de Jesús. Unos estudios que en la España de los años 60 lo convierten en una especie de “aristócrata intelectual”. Y trabaja en ZYX, la editorial creada por gente de Acción Católica comprometida con el mundo obrero. Pero no trabaja en un despacho, trabaja en el almacén, haciendo paquetes para enviar los libros. Trabaja con esa pasión por lo concreto que le acompañará toda su vida. Hace falta mucho amor por uno mismo, mucha estima por la exigencia de justicia que le vibra a uno por dentro para dedicarse a hacer paquetes, para irse a vivir a una chabola en Palomeras (Vallecas), para cambiar de vida tres, cuatro veces, cinco veces, para estar cambiando siempre de vida para no perder la vida.

Hace falta mucho coraje y mucha estima por uno mismo para reconocerse, casi con 40 años, que el ideal al que has dedicado tus mejores energías se ha desvanecido. Que la triple comunión -de vida, de bienes y de acción- con los compañeros, que la autogestión, ha fracasado radicalmente. Que el lugar de la moralidad revolucionaria ha sido ocupado por la miseria humana. Hace falta mucha conciencia de la necesidad para aceptar primero viajar y luego instalarse en Italia varios años. Hace falta mucho agradecimiento y mucha conciencia de haber encontrado un gran tesoro en el abrazo de don Giussani para aceptar cualquier trabajo con tal de seguir cerca de su mirada. El trabajo, con casi 40 años, es barrer la sede de Comunión y Liberación.

Vuelve a España, a lo de siempre, con la gente de siempre. Pero ya nada es como había sido hasta entonces. Giussani no le ha dado ningún encargo, no le ha pedido nada, no han proyectado nada concreto. Lo concreto es el vínculo entre él, Jone, su mujer, el matrimonio Oriol, y Giussani. Lo concreto es el vínculo con los nuevos amigos, el vínculo con Cristo que late de forma muy concreta en la carne. Hace falta una gran pasión y un gran agradecimiento por el encuentro con la  mirada de Cristo sobre la vida y por la vida que mira Cristo para apostarlo todo a algo que parece nada.

Y vuelta a empezar, ahora como profesor en un colegio. Le llaman Carras. También el puñado de jóvenes que comienza  a reunirse en torno a él le llama Carras. La inmensa mayoría de ellos no tiene ya ninguna “preocupación espiritual”. Es la gran oportunidad educativa de la España secularizada. Lo llaman Carras cuando sabe llegar hasta donde están. Cuando se comunica a sí mismo, cuando comunica una pasión humana, una pasión por Cristo que tiene la forma del buen comer y del buen beber, de una amistad densa y alegre. Cuando se comunica a sí mismo creando un espacio que tiene la forma de la broma y de la libertad, un espacio en el que la diferencia no separa, paradójicamente, une más.

Cuando llega a Roma y vuelve a cambiar de trabajo, cuando inventa “la diplomacia de lo humano” entre las a menudo frías y solitarias personalidades del Vaticano, también lo llaman Carras.

El último whisky al que me invitaste no me lo tomé, quería irme a dormir. Está pendiente. No tardará. Mil años son como una noche de guardia. Ahora que estás y que no estás me sale de las tripas una de tus frases preferidas: ¡qué suerte hemos tenido!

 

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