Las ´superbacterias´ y el uso inadecuado de los antibióticos
Desde hace más de un siglo los “antibióticos” han constituido un medio eficaz para combatir y controlar las infecciones debidas a bacterias implicadas en muchas enfermedades. Sin embargo, en las últimas décadas los antibióticos han perdido su efectividad frente a determinadas infecciones. La causa hay que achacarla al modo en cómo se han venido utilizando los antibióticos.
Las bacterias constituyen un componente de presencia universal en la biosfera y en nuestro organismo como parte del “microbioma” que se encuentra de forma simbiótica extendida por todos nuestros órganos y tejidos. Cuando aparece una cepa infecciosa, o no beneficiosa, nuestro sistema inmunológico se encargará de eliminarla. Si la infección es grave y nuestras defensas no son suficientes, los médicos lo evaluarán y nos recomendarán el uso del antibiótico específico adecuado, que si todo va bien acabará con la cepa infecciosa. Utilizados correctamente, los antibióticos ayudan a destruir a las bacterias causantes de una infección, pero es necesario seguir las instrucciones del médico sobre las dosis y el tiempo de administración de este tratamiento.
Utilizar antibióticos cuando no hay necesidad o ante una enfermedad debida a un virus, como por ejemplo el de la gripe, sobre el que los antibióticos no ejercen ningún efecto, puede tener efectos colaterales muy negativos para la salud, de doble índole. En primer lugar, pueden destruir una variedad amplia de las bacterias propias del “microbioma” corporal, incluyendo muchos tipos de bacterias beneficiosas como por ejemplo las que ayudan a la digestión u otras que controlan las poblaciones de bacterias no benignas. En segundo lugar, pueden contribuir a generar la aparición y propagación de “superbacterias”, resistentes a múltiples antibióticos.
Es necesario llamar la atención sobre este problema, ya que la utilización de los antibióticos de forma comedida y puntual puede resolver un problema de salud, pero su utilización desmedida o fuera de un contexto médico, puede resultar devastadora.
El por qué se generan las bacterias “superresistentes” es fácil de entender. Las bacterias son microorganismos con un genoma de ADN que incluye múltiples genes de resistencia a los factores limitantes de su crecimiento y reproducción. Las bacterias disponen de mecanismos de defensa frente a sus enemigos naturales, como los virus bacteriófagos y otros, pero también tienen genes de resistencia frente a agentes externos o limitantes de su crecimiento, como lo son los antibióticos. Estos genes proceden de mutaciones que pueden ocurrir ocasionalmente y que, aunque se produzcan sin presencia del antibiótico, contribuyen a la eficacia reproductora de las bacterias en cuanto se ponga a prueba su capacidad de crecimiento en presencia del fármaco. Se producirá entonces una “selección natural”, que hará que solo crezcan las bacterias resistentes al antibiótico. Pero además, estas mutaciones tan favorables para la supervivencia bacteriana se pueden propagar a otras bacterias mediante mecanismos de “transferencia horizontal” o parasexuales, como la transformación, la sexducción o la transducción. Los genes de resistencia a antibióticos pueden pasar a otras bacterias de su misma o diferente especie, que una vez incorporados a su genoma y ante un ataque de antibióticos se harían igualmente inmunes frente a ellos. A su vez, estas bacterias supervivientes estarían en condiciones de transmitir su condición de resistentes al antibiótico a otras cepas y, por supuesto, de adquirir de su misma o diferente especie, otros genes de resistencia a un nuevo antibiótico. Y así una y otra vez, y frente a uno u otro antibiótico, sumando resistencias a un abanico de cada vez más amplio de antibióticos, hasta alcanzar la condición de superbacterias. Estas terminan convirtiéndose en un elemento devastador y una amenaza para la humanidad por la ineficacia de los tratamientos antibióticos.
En febrero de 2017, la Organización Mundial de la Salud dio a conocer una primera lista de “patógenos prioritarios” resistentes a múltiples antibióticos, en la que se incluían las 12 familias de bacterias más peligrosas para la salud humana. Esta se elaboró con la finalidad de avanzar en la investigación sobre el modo de luchar contra este creciente problema mundial, y en ella se hacía especial énfasis en la amenaza que suponen las bacterias gramnegativas resistentes a múltiples antibióticos, como las que se han desarrollado en especies tan comunes como Escherichia coli, del tracto intestinal, Klebsiella pneumoniae, implicada en la neumonía, las septicemias o las infecciones de los recién nacidos, o la Pseudomonas aeruginosa, implicada en infecciones del oído, los folículos pilosos, pulmonares, sanguíneas o las válvulas cardíacas.
El problema ha empezado a alarmar pues supone una amenaza para la sanidad. En los EE.UU., el país más avanzado del mundo en investigación biomédica, se ha estimado que hay dos millones de americanos que están infectados por bacterias superresistentes a antibióticos lo que ocasiona unas 23.000 muertes anuales. Las infecciones no se relacionan con el mismo tipo de patología u órganos afectados, habiéndose encontrado capas de especies como las mencionadas en los pulmones, sangre, piel, garganta, oído, tracto urinario, etc. Estos gérmenes, que no responden a muchos antibióticos, aun no habiendo alcanzado niveles epidémicos, constituyen una amenaza y han puesto en pié de guerra a los médicos que consideran prioritario detener su propagación.
Según un informe reciente de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), las bacterias superresistentes provocan unas 35.000 muertes anuales en España y, aunque los datos son indirectos y obtenidos por extrapolación a partir de una muestra de los hospitales del sistema público de salud, constituyen un gran motivo de alarma. Según el portavoz del SEIMC, el Dr. Julio García Rodríguez: ´España ocupa el primer lugar del mundo en consumo de antibióticos sin ninguna razón epidemiológica que justifique este consumo´.
La costumbre de la automedicación, la recomendación de tal o cual medicina a otras personas, el uso de antibióticos caducados, etc son hechos preocupantes de nuestra idiosincrasia. No es de extrañar, que estemos ante un gran problema sanitario que merece toda la atención, ya que, además de hacer ineficaces muchos fármacos que han sido de gran utilidad para atajar múltiples infecciones, puede poner en riesgo otros avances médicos, ya que ante el peligro que representan las bacterias superresistentes no se podrían llevar a cabo muchos tratamientos quirúrgicos, operaciones, trasplantes, etc. por la inseguridad de unos tratamientos postoperatorios ineficaces.
Entre las distintas estrategias de combate frente a este problema las hay que tienen que ver con la investigación y otras con la población. En primer lugar se precisa poner en marcha programas de detección precoz de las nuevas cepas de superbacterias para estudiar el mecanismo de resistencia, contener su aislamiento y evitar su diseminación a otros entornos.
Pero sobre todo es preciso suscitar campañas de sensibilización a la opinión pública para evitar el uso irracional de los antibióticos. En esto, al igual que dijimos en otro artículo con relación a las vacunas, hay una doble responsabilidad personal y colectiva. Es de esperar que las autoridades sanitarias hagan campañas de sensibilización de este problema que empieza a adquirir proporciones preocupantes en España.
Nicolás Jouve es catedrático emérito de Genética y presidente de CíViCa (Asociación miembro de la Federación Europea One of Us)