Las reformas del Gobierno y la tercera vía

Llegados a este punto toca madurar. Y esto implica tomar decisiones libres, de las que hacernos tributarios y responsables. Parece que la alternativa actual es la de que el (poco) dinero que tenemos lo pongamos al servicio del Estado del bienestar o ponerlo al servicio del Estado autonómico (mientras se suben impuestos y se trata de no generar deuda). Si se opta por seguir como hasta ahora, es decir, sosteniendo ambos sistemas que conviven en uno solo, es más fácil que desaparezca la clase media, y lo que es peor, la esperanza de llegar a ser clase media, y al final, el empuje vital a mejorar.
En estos momentos no es que esté en juego el Estado, ni siquiera España, sino que es la propia concepción de la persona como sujeto de derechos y obligaciones para con la comunidad (ciudadano) lo que está en juego. El estado de las autonomías y el estado del bienestar tienden a olvidar la autonomía y bienestar de la persona cuando buscan el bien común, pues crecen de forma tan desmesurada que, por una parte, detraen recursos que son de las personas para su propia subsistencia, y de otra parte, perjudican la aparición del espíritu creativo, emprendedor, imaginativo, que es en el fondo la libertad creativa de todo hombre, indispensable para que la sociedad pueda mutar y progresar en el tiempo hacia otras formas y modelos correspondientes con la naturaleza humana, y no opresivos respecto de ésta. En definitiva, se trata de hacer ver que las personas pueden buscar también el bien común, y no solo el Estado.
Si unos territorios desean avanzar más en el autonomismo y otros en el bienestar, y si esto no tuviera un impacto en la igualdad de todos los españoles, veríamos como al final tampoco habiendo optado por un sistema u otro se acabarían los problemas. El estado del bienestar tendería a crecer sin límite, y la autonomía a independizarse sin límite (hasta de sus propios ciudadanos).
Pero existe la tercera opción. En ella todo ciudadano debe poner sobre la mesa, en su familia, en el trabajo, …. la siguiente idea: las personas pueden hacer cosas junto con otras personas siguiendo su iniciativa creadora, que es infinita. Los médicos, gestionando fundaciones que gestionen hospitales; los padres y profesores construyendo y gestionando colegios; los empresarios, optando por fórmulas de mediación y arbitraje para solucionar sus conflictos; los partidos, asociaciones y fundaciones, patronales y sindicatos, gozar de la independencia y de su libertad renunciando a subvenciones. Es decir, existe la tercera opción, como casi siempre, de un estado de la autonomía del individuo comprometido con el bienestar de la sociedad y el bien común (no necesariamente con el Estado de bienestar).
Entonces, ¿qué se puede hacer? Pues ir tomando las riendas de nuestra vida y de nuestra comunidad, poco a poco, implicándonos, haciendo familia, y después abrazar comunidades tan innatas al hombre como el barrio, el centro de salud y la parroquia, hasta llegar a estructuras más intermedias (asociativas, sindicales) y al final, la comunidad, la sociedad civil articulada y garante de la propia autonomía y libertad creativa. Que nos dejen hacer. Queremos colaborar en la gestión de nuestros asuntos, en la búsqueda del bien común. No se trata de ahorrar sino de la libertad, y esto sí que no se explica.