Las primarias del PP y el final del vasallaje
Bienvenidas las primarias en el PP. Este partido ha iniciado un proceso de primarias anterior al congreso que elegirá no sólo al próximo presidente sino a su equipo. Las primarias suponen un ejercicio de deliberación política por el que el partido puede salir del sueño dogmático de una estructura organizativa caracterizada por ancestrales relaciones vasallaje. Un momento importante para revisar el tipo de liderazgo y el perfil ideológico de las élites con las que competir en la arena política. Los partidos en España no están entrenados para este ejercicio y es un buen momento para que empiecen a debatir sin miedo sobre ideas y personas, líderes y equipos, valores y relatos.
La organización de este debate ha resultado compleja y lo que empezó siendo una clarificación del censo y los compromisarios se ha convertido en un duelo a muerte entre gladiadores. Estos días previos al congreso, la deliberación ha sido sustituida por las candidaturas, y en lugar de encontrarnos en un debate de ideas nos encontramos ante un ajuste de cuentas. Esto no es bueno ni para el partido, ni para los simpatizantes, ni para los votantes del PP. Y menos aún para el tipo de liderazgo que se necesita.
Los actuales líderes no están a la altura moral de sus votantes, sus simpatizantes y sus militantes. Durante las últimas etapas calificadas por algunos como post-aznarismo y marianismo-sorayismo, el PP como organización le ha dado la espalda a las creencias, los valores y convicciones de muchos españoles que habían depositado su confianza. El votante medio del PP se ha encontrado en el partido con líderes y representantes orgánicos acomplejados no sólo para hablar de principios, creencias y valores sino para defenderlos. ¿Qué modelo de sociedad diferente al resto de partidos nos han ofrecido? Se han amparado en la tecnocracia, el hiper-individualiso y las tablas de excell para refugiarse en una eficiencia administrativa, un cálculo sin valores y un utilitario desprecio a las fuentes de vigor cultural, moral y religioso. El militante, el simpatizante y el votante del PP ha comprobado cómo, desde los congresos de 2004 y 2008, los lidercillos del partido no han estado a la altura de sus ilusiones y expectativas. La creación, consolidación y estabilización de Ciudadanos como partido de la “nueva política” no se explica sólo como reacción a la corrupción sino por este clamoroso desamparo moral de las bases.
Aunque el partido está reclamando a gritos una renovación ideológica, esta no se va a producir durante las actuales primarias. Son semanas en las que están empezando a desaparecer los complejos y, en las diferentes agrupaciones locales, la gente, casi por primera vez, está empezando a decir lo que de verdad piensa. Han descubierto, como en el cuento de Andersen, que el rey está desnudo. Han comprobado que no están solos a la derecha de la izquierda y que, a medio y largo plazo otros partidos como VOX, Avanza y Ciudadanos pueden disputarles el espacio ideológico. En la plaza pública hay partido. Gane quien gane, será necesario asumir responsabilidades y algunos tendrán que volver a sus antiguos oficios.
Ahora no se elige solo un presidente para el PP sino un equipo que desmonte las estructuras de vasallaje creadas con mano de hierro en el grupo parlamentario, en las ejecutivas regionales y en los centros de poder orgánico. Ya dije hace unos días que eran “las primarias del miedo” (Las Provincias, 1 de julio) porque alguno de los candidatos utilizó el recurso del miedo para orientar el voto de los inscritos. Estas estructuras de vasallaje se han unido al olvido de los principios y las convicciones para generar una organización de funcionarios de partido que parecen culturalmente acomplejados. Desde 2004 y, sobre todo desde 2008, los populares han estado más pendientes de las consigna organizativa que de la conciencia moral. Si no se espabilan por sí mismos, no tardarán las urnas en despertarlos.