Las periferias y la relación con los musulmanes, dos prioridades de Francisco

Mundo · Martino Diez
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10 mayo 2023
El documento sobre la fraternidad humana y sus frutos, la figura de Abrahán, la Iglesia en la península arábiga. Una conversación con Paolo Martinelli, vicario apostólico de Arabia Meridional, sobre los diez años de pontificado de Francisco.

En su opinión, ¿cuáles son los principios que inspiran la relación del Papa con los musulmanes? ¿Cuáles son los aspectos positivos y cuáles son los riesgos de este camino, iluminado también por el documento sobre la Fraternidad humana firmado precisamente en su diócesis actual el 4 de febrero de 2019?
El principio inspirador a nivel teórico creo que es el encuentro entre san Francisco y el sultán Al-Malik al-Kāmil en Damietta, Egipto. De hecho, la firma del documento sobre la Fraternidad humana también se celebró en memoria de aquel antecedente franciscano. Desde el punto de vista magisterial, creo que la encíclica Fratelli tutti aclara la perspectiva de Francisco. Es cierto que el texto se escribió justo después de la visita a Abu Dabi, pero leyéndolo se entiende que el Papa señala algunos de los criterios que inspiraron la firma de ese documento.
Para el papa Francisco, la fraternidad humana tiene un claro fundamento cristológico. En la Fratelli tutti dice que la fuente de la fraternidad universal es la paternidad de Dios manifestada en Cristo y hecha posible por el don del Espíritu Santo. Sin embargo, esta fraternidad también puede ser compartida por otras experiencias religiosas, concretamente el islam.
Creo que el documento tiene un gran valor sobre todo como acontecimiento. Por primera vez, el líder de la Iglesia católica y una personalidad autorizada como el gran imán de Al-Azhar firman juntos un documento de tanto alcance, tocando temas muy delicados de la relación entre religión y sociedad. Me parece muy loable la afirmación que contiene el texto de que las religiones hoy están llamadas a colaborar en la promoción del bien común, que se detalla en cuestiones como la paz, la justicia, la custodia de la creación y sobre todo la necesidad de combatir las guerras y la violencia. Hay afirmaciones inequívocas sobre el hecho de que la religión no se puede utilizar como instrumento para ejercer violencia sobre otros, hasta el punto de que, cuando esto sucede, la experiencia religiosa se pliega a intereses de otra naturaleza. Por último, este texto muestra la esencialidad de la experiencia religiosa. Respecto a Europa, donde el conflicto entre los cristianos ha dado origen a la separación entre religión y sociedad, aquí hay una clara invitación a emprender otro tipo de camino, con la convicción de que las religiones también pueden juntarse para promover el bien común. El ser humano está hecho para ser relación con Dios, y ese también es el fundamento de una vida buena con todos.
Por otra parte, en la interpretación de este y otros documentos se corre el riesgo de quedarse solo en las consecuencias, en algunas cosas positivas que las religiones pueden hacer juntas, olvidándose de remitir a la experiencia religiosa como tal. Si no se apunta a la concreción de las experiencias religiosas, se corre el riesgo de la abstracción. Por eso no basta con mirar a las consecuencias, hay que recordar siempre el valor intrínseco de la experiencia religiosa.
¿Pero no se pierde así la dimensión crítica de las religiones por parte de la fe? Se trata de un aspecto típico en parte del pensamiento protestante pero, por ejemplo, René Girard apuntaba que no resulta tan pacífico afirmar que la violencia es ajena a la dimensión sagrada.
Creo que aquí habría que hacer una serie de distinciones. La primera entre religión y sacralidad. El potencial explosivo está sobre todo en relación a la experiencia de lo sagrado. Las religiones tienden a reglamentar la relación con lo sagrado evitando el llamado salvaje sagrado, pues la religión ya tiene una capacidad crítica frente a la experiencia de lo sagrado. Obviamente, a su vez la fe puede ejercer una crítica a la relación entre la religión y lo sagrado. Sin embargo, personalmente no me casaría con una postura como la de Barth, de oposición entre fe y religión. Si se la priva de su relación con la experiencia religiosa, la fe pierde su relación con la realidad, corre el riesgo de convertirse en un principio abstracto que interviene desde fuera. Personalmente creo que la experiencia propia de la fe no puede ir separada de la experiencia religiosa concreta que viven los hombres.
Siguiendo la estela de la visita del papa Francisco a Emiratos, se ha construido y recientemente inaugurado la Casa de la familia abrahámica. ¿Cómo valora este proyecto de construir una mezquita, una sinagoga y una iglesia, unas al lado de otras? ¿El lugar de culto cristiano funciona como una iglesia más de su diócesis o tiene otro estatus?
El edificio lo han construido los Emiratos, hay que valorar su gran trabajo, y se lo han donado al papa Francisco. En la tradición islámica, las mezquitas también se dedican a personas vivas…
Los que suelen sostener los gastos de la construcción.
Exacto. Por eso se ha hablado de “iglesia del papa Francisco”. Pero nosotros no dedicamos una iglesia a alguien vivo. Por tanto, la iglesia es un regalo que se ha hecho al papa Francisco, pero está dedicada a san Francisco de Asís, como se lee en la titularidad árabe. No en vano, hay símbolos franciscanos dentro, por ejemplo, en la puerta de entrada está la tau franciscana.
¿Y cuál es el estatus de este edificio?
Sustancialmente la idea es que el Papa, destinatario de este regalo, encargue su gestión a la iglesia local, a la vicaría. Por tanto, no es una parroquia, sino una iglesia que se refiere a nuestra parroquia, que además está a un cuarto de hora. Claramente, tiene su propio estatus porque está situada dentro del complejo de los tres lugares de culto de la familia abrahámica, aunque de momento hemos empezado a celebrar la misa. Ya hay un imán y un rabino, y nosotros hemos identificado a un sacerdote que celebra la misa dominical y está allí, recibe a la gente que llega de visita, pues este será un lugar que reciba muchos turistas de todos los credos. Cuando celebramos la primera misa, la iglesia estaba abarrotada y eso que se había anunciado muy poco, una noticia en la web de la vicaría y poco más. Había varios europeos, probablemente porque este complejo se sitúa en una zona de cierto prestigio. Al menos esa es la impresión que me ha llegado, porque yo ese día estaba en Omán de visita pastoral.
¿Y qué le parece la idea de poner tres lugares de culto uno al lado del otro? Además, por fuera son idénticos. Es prácticamente la traducción arquitectónica de la novela de los tres anillos de Boccaccio, ¿no?
Es cierto que la apariencia exterior en forma de cubo es idéntica, pero en realidad los edificios tienen una arquitectura externa distinta. Por ejemplo, nosotros tenemos el campanario y por primera vez se ha podido poner en lo alto una cruz iluminada. De noche se ve desde lejos, igual que se ve la media luna cerca de la mezquita y la Menorá junto a la sinagoga. Por lo que sabemos, nunca había habido antes algo así aquí. Luego, por dentro cada edificio tiene su propia arquitectura específica, según las necesidades litúrgicas y de oración.
Este complejo está dedicado a la figura de Abrahán. Por un lado, esto se entiende porque Abrahán es el amigo de Dios para cristianos, musulmanes y judíos, con ese título tan hermoso es llamado tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo y en el Corán. Pero, por otro lado, Abrahán también es una figura que las tres religiones comprenden de formas muy distintas. Louis Massignon, por ejemplo, que es tal vez el pensador que más ha extendido la categoría de religiones abrahámicas, en una famosa meditación presentaba el islam como “casi un cisma abrahámico”. ¿Este concepto no puede tener un fuerte sentido teológico? ¿O viene impuesto desde fuera? El gran imán de Al-Azhar, por ejemplo, ha advertido muchas veces de la tentación de crear una super-religión abrahámica que sustituya los credos históricos.
Me parece que esta categoría tiene para nosotros los cristianos un fundamento teológico o, mejor dicho, espiritual. Es un dato de hecho que podemos registrar. Hablando de Abrahán, podemos ver que las tres religiones se conciben en relación con su persona. Pero está claro que lo ven de modo diferente. El hecho de que la misma referencia se interprete de manera distinta muestra que el objetivo aquí no es superar las diferencias. Las tres religiones sienten a Abrahán como una figura propia. Pero, por otro lado, no es una figura que pueda asimilar las tres religiones, pues cada una de ellas la interpreta a su manera, dentro de su propia tradición. Esto por un lado garantiza la existencia de una relación originaria, pero por otro impide totalmente la idea de una super-religión que sobrepase el carácter histórico de las religiones concretas.
Decía que Abrahán supone una categoría espiritual, ¿por qué? ¿Cree que el elemento común es sobre todo el de un hombre de fe que se fía de Dios y acepta la prueba?
Sí, me refiero a la perspectiva concreta dentro de las religiones. Pongamos un ejemplo. Un cristiano que viva su fe sabe necesariamente quién es Abrahán, forma parte de su experiencia espiritual. Del mismo modo, un judío no puede no conocer a Abrahán y lo mismo vale para un musulmán. En otras palabras, desde el punto de vista espiritual, creyente, de las tres religiones, es imposible percibir esta figura como ajena. En ese sentido digo que es un dato de hecho que las tres religiones sienten una relación profunda con la figura de Abrahán. Esto no significa convertir a Abrahán en una figura teológica capaz de releer las tres religiones. No en vano, en Nostra Aetate no aparece la expresión abstracta “religiones abrahámicas”, sino una referencia concreta a “Abrahán, a quien la fe islámica mira con complacencia”.
Otro elemento del pontificado de Francisco es su atención a las periferias. Desde este punto de vista, los Emiratos están en una situación paradójica. No son sin duda una periferia, de hecho son un gran centro de la globalización, pero si nos fijamos en la procedencia de los cristianos que viven allí, muchos de ellos vienen de tierras periféricas, como Sri Lanka, por ejemplo, o ciertas regiones de la India. En el fondo, pasa igual con los numerosos inmigrantes musulmanes, que vienen por ejemplo de Pakistán. ¿Cómo conviven la periferia y la centralidad en su experiencia eclesial?
La mayoría de nuestros fieles forma parte sin duda de las periferias. Son inmigrantes que desempeñan trabajos bastante duros y humildes. También participan en la liturgia personas con más estudios, generalmente occidentales, aunque no solo, pero los que vienen a desarrollar una competencia en ciertos ámbitos específicos, como la sanidad o la arquitectura, se suelen quedar pocos años, mientras que los más sencillos son los que se quedan más tiempo porque con su trabajo mantienen a sus familias en sus países de origen. Por poner solo un ejemplo, aquí tenemos la iglesia llena todas las mañanas en la misa de las 6.30 horas con trabajadores y estudiantes. Los estoy empezando a conocer y para eso me resulta de gran ayuda la presencia y amistad de mi predecesor, monseñor Paul Hinder, que sigue viviendo en Emiratos. Trabajamos muy bien juntos.
Pero volviendo a su pregunta, hay una frase un poco manida pero cierta que dice que el centro se entiende mejor desde las periferias. Nosotros como Iglesia tenemos aquí una fuerte raíz popular. También hay muchísimos filipinos, que forman la mayor parte de nuestros fieles. Obviamente, aquí también hay altibajos, los hay que solo vienen por Navidad o Pascua, pero la nuestra es una realidad muy viva. Tengo ante mis ojos la imponencia de cientos de miles de personas que van a la iglesia con gran sencillez y quizá ellos sean los mejores ojos para mirar al resto del país.
Pero luego también hay mucha desigualdad social, con esos rascacielos futuristas y el lujo más extravagante…
Ese es sobre todo el caso de Dubai, que es una ciudad hipermoderna, incluso en su propuesta de vida. Abu Dabi tiene unos rasgos más tradicionales, es mucho más sobria. Es verdad que aquí también hay rascacielos, pero nada que ver con los de Dubai. No hay tanto frenesí. Luego está Sarja, caracterizada por una atención cultural muy fuerte, pienso en la feria anual del libro que se celebra en noviembre. Hace poco, monseñor Hinder y yo fuimos recibidos por el emir, una persona muy culta que cree en el valor cultural de la experiencia religiosa. Hablamos durante más de una hora y nos contó su visión de la vida.
Así que su ciudad preferida no es Dubai…
Me gusta el estilo de Abu Dabi, pero Dubai es sin duda una ciudad impresionante y hay mucha gente que va allí a nuestra iglesia. Una experiencia que me ha impactado mucho es la del Simbang Gabi, una novena antes de Navidad típica entre los filipinos. Todos los días había 20.000 personas o más. Aparte de la iglesia, también se llenó el campo de fútbol, era la primera vez después de la pandemia. Naturalmente, no es que esos 20.000 filipinos asistan regularmente el resto del año litúrgico, pero es impresionante que sientan la necesidad de vivir su novena en el centro de Dubai. En los Emiratos, llama la atención la idea de conjugar el elemento tradicional con el hipermoderno. Resulta significativo que la religión pueda tener un papel tan fuerte en sociedades muy modernizadas, sobre todo en comparación con Occidente, donde estas dos dimensiones contrastan muchas veces. Ver un país cuyo elemento religioso es absolutamente dominante pero donde la experiencia de la modernidad viaja a velocidades tan altas podría empujarnos a los occidentales a repensar ciertas ideas que tenemos sobre la relación entre religión y sociedad, entre religión y modernidad.
A su vicaría pertenece también un país más tradicional como es Omán.
Justo estaba allí cuando anunciaron que la Santa Sede y Omán restablecían plenas relaciones diplomáticas. Me reuní con el ministro de Asuntos religiosos y él mismo me recordó la firma del documento como un paso extremadamente positivo. Confiemos en que pueda ayudar a la experiencia de la Iglesia local a situarse adecuadamente frente a las necesidades que tenemos. En Omán solo hay cuatro parroquias de momento. No es tanto el problema de la relación con la Iglesia católica, sino sobre todo con ciertas comunidades evangélicas que a veces se mueven de forma un poco desordenada, lo que produce una cierta rigidez. Pero nuestra esperanza es que con la apertura de plenas relaciones diplomáticas se pueda responder mejor a las necesidades de los católicos que están en Omán, de tal modo que también podamos aportar nuestra contribución al crecimiento del país.
Una palabra para terminar sobre Yemen y su tragedia interminable.
Este es el gran punto de dolor. En este momento tenemos totalmente prohibido ir allí. Pero en Saná y Al Hudayda hay dos comunidades de misioneras de la caridad, las hermanas de la madre Teresa de Calcuta, acompañadas por un sacerdote que celebra misa para ellas. Hacen un trabajo precioso, atienden a más de un centenar de enfermos físicos y psíquicos. Se las tiene en gran estima, pero es muy difícil moverse. Acaban de nombrar al nuncio apostólico, que no es solo para Emiratos sino también para Yemen, y esperamos que tenga la posibilidad de desarrollar más las relaciones.
Los cristianos que quedan son pocos, desde luego, pero tenemos algunos nativos y esta es la diferencia con Emiratos, donde la Iglesia está sustancialmente compuesta por migrantes. Aunque la cifra exacta no la sabemos, se trata de varios cientos de personas porque la mayoría huyó con el estallido de la guerra civil en 2015. Pueden reunirse y rezar juntos, pero la situación sigue siendo muy complicada, en el sentido de que aparte de la división que hay entre el gobierno internacionalmente reconocido y las zonas controladas por los hutíes, hay otras muchas tensiones locales. En este momento la situación está bastante tranquila, pero hay que reconciliar a las facciones internas, pues de lo contrario los posibles acuerdos internacionales se quedarán en letra muerta.
Desde el punto de vista humanitario, están presentes varias ONG y también está Cáritas, pero sigue habiendo muchos puntos críticos, por ejemplo hay muchas zonas minadas. De cara al futuro, el tema de la educación será decisivo porque después de siete u ocho años de guerra devastadora hay que devolver confianza y esperanza al pueblo yemenita. Creo que en este punto la Iglesia tendrá que jugar un papel importante, al menos eso espero.
Es impresionante pensar lo antigua que es la presencia cristiana en Yemen. En nuestro calendario romano se venera a los santos Aretas y Ruma (esposos entre otras cosas) y sus 340 compañeros, mártires de Najran en el siglo VI. Debieron ser los cristianos “más estructurados” que Mahoma encontró, según la Sira llegó a dejarles rezar en la mezquita de Medina, algo que hoy sería impensable. Pero es como si todo eso hubiera desaparecido.
Sí, hay una tradición que se remonta muy atrás en el tiempo. Aunque más recientemente, la primera sede de la vicaría de Arabia no fue en Abu Dabi sino en Adén, donde aún sigue estando la iglesia, aunque en este momento todo está cerrado. Pero, sobre todo, no solo están los mártires del siglo VI. La tierra yemenita también ha sido ensangrentada hace poco por figuras que se pueden considerar en cierto modo como mártires, sin querer adelantar así el juicio que la Iglesia hará al respecto. Son las hermanas de la Madre Teresa asesinadas en 2016 en medio de un ajuste de cuentas entre varios bandos. Junto a ellas también fueron asesinados varios musulmanes que trabajaban con ellas. Esto hace pensar que el Señor puede llevar adelante el bien incluso en esta tierra, marcada por el martirio en la antigüedad pero también en tiempos recientes. Es por signos como estos por lo que pienso que el Señor tampoco hará que Su gracia falte en Yemen.

 

Artículo publicado en Oasis

 

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