Las marchas anti-Trump en una América sin anticuerpos

España · Riro Maniscalco
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24 enero 2017
Medio millón en Washington DC, otras decenas de miles en más de 600 –se dice– manifestaciones por todos los Estados Unidos. Eso sin contar las diversas protestas que se han producido en los distintos puntos del mundo. Pañuelos rosas en la cabeza con orejas de gato, carteles, pancartas, clima festivo, puntos de acidez intelectual y algún que otro episodio de violencia gratuita…

Medio millón en Washington DC, otras decenas de miles en más de 600 –se dice– manifestaciones por todos los Estados Unidos. Eso sin contar las diversas protestas que se han producido en los distintos puntos del mundo. Pañuelos rosas en la cabeza con orejas de gato, carteles, pancartas, clima festivo, puntos de acidez intelectual y algún que otro episodio de violencia gratuita…

Teresa Shook, jueza jubilada y abuela, no podía imaginarse una respuesta así cuando desde Hawai lanzó la idea a sus cuarenta amigos de Facebook. ¿Trump toma el cargo de presidente? ¡Vayamos a Washington! Sonaba a broma, pero en cambio movilizó a una avalancha de gente. Es la potencia de las redes sociales, pero sobre todo es la potencia del clima que se está generando, porque para provocar una avalancha hace falta un desgarro, una división, una separación inesperada. ¿Alarma global? Bueno, en la costa este efectivamente el invierno no se está dejando sentir demasiado, pero en este caso yo diría más bien que estamos siendo víctimas de una peligrosa oleada de “ideologización global”.

El efecto es devastador. Todo lo que está pasando ha pillado a los norteamericanos desprevenidos, sin defensas (sociales, culturales, intelectuales) y consiguientemente expuestos al contagio del prejuicio. Apenas acabamos de elegir al 45º presidente, pero es como si todavía estuviéramos en campaña electoral. Solo que es mucho peor, porque tenemos presidente y aparentemente medio país no quiere saber nada de él, y el presidente tampoco parece precisamente dispuesto a prestar atención a esa mitad del país que no le apoya.

Lo que ven los unos, no existe para los otros y, como siempre cuando un enfrentamiento se hace ideológico, la gran víctima es la realidad de las cosas. Ya se trate de empleo, sanidad, criminalidad, cada uno cuenta lo que quiere, cada uno escucha la campaña que quiere escuchar, cada uno cree lo que quiere creer. Si hay un sentimiento que domina la escena, un sentimiento que impregna la mirada de unos hacia otros, es una cautelosa hostilidad. En los 23 años que llevo en Estados Unidos, nunca me había pasado estar paseando por la calle y sentirme mirado por ojos que pensaban: “pero tú, ¿de qué lado estás?”.

Trump, seguramente el presidente más “selvático” (y probablemente también el menos preparado) que hemos tenido nunca, ya ha declarado la guerra a todo lo que Obama ha hecho, y sobre todo al sistema político (a “Washington”) que persigue sus propios intereses ignorando a la “American people”. Media América ha declarado la guerra a Trump antes aún de que moviese un dedo. ¿Serán así los próximos cuatro años? ¿Acaso nos espera una nueva guerra de secesión a golpe de manifestaciones, redes sociales y derogaciones normativas?

He oído a algunos “sabios” comparar la marcha de las mujeres con la gran movilización de 1963, la del celebérrimo “I have a dream” de Martin Luther King, y francamente no sé cómo se les ha podido ocurrir. Al encender la televisión para ver cómo iba la cosa me he topado con Madonna, que en mi juventud me fascinaba, y que estaba allí cantando (por cierto, bastante mal) y diciendo barbaridades. Por favor, no es que esto me escandalice, pero si alguien fuera capaz de decir otras cosas sería mucho mejor. Conozco pocas figuras que como Madonna se erijan en paladines de la fraudulenta mercantilización de la mujer que se obstina en seguir pareciendo joven como si la vida solo tuviera valor si luce una apariencia juvenil y siempre a tiro. Ya me resultó bastante molesta la ceremonia de los Globos de Oro con Meryl Streep hablando de persecución a sus semejantes, y los que no somos semejantes a ella la escuchábamos conmocionados, porque entre todos los perseguidos del mundo no conseguimos encontrar a las estrellas de Hollywood.

¿Y qué hace Trump? Replica hablando solo a los suyos, displicente y prepotente.

“There must be some way out of here, said the joker to the thief…”, como diría Bob Dylan. “Debe haber alguna manera de salir de aquí, le dijo el bufón al ladrón”. Todavía no sabemos quién es el bufón y quién el ladrón. Hay temores justificados y también hay algunas esperanzas justificadas. Pero solo hay un método para que los primeros no se conviertan en pesadillas y las segundas puedan madurar frutos buenos: superar el prejuicio y poner en juego los propios ideales asumiendo el reto que nos plantean los problemas de nuestra convivencia en este país.

Como le gusta decir a un querido amigo, no hay que olvidar que siempre vence el que abraza más fuerte.

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