Langhorne Slim, reconfortante noticia veraniega
Con este tema que da título al álbum, abre este cancionero de percusiones, coros, acústicas, eléctricas distorsionadas, teclados y el áspero torrente de voz de Slim con el que marca a fuego sus trabajos en ese talante tan personal del músico de Pensylvania, cuyo nombre artístico lo ha cogido de la ciudad en que nació allá en 1980.
En algo más de dos minutos, los redobles trotones de la batería en The way we move se contornean al compás del torrente vocal de Slim con el acorde de piano que recorre este primer corte del álbum. La base de la batería, teclados y banjo se van desarrollando en el himno acogido por el cantante de Pensylvania. Es Bad Luck. Con tonos soul en piano y sección de viento viene ardiendo Fire que va creciendo poco a poco para apagarse en breves acordes de guitarra. Con tonos folk, y con la base de banjo y los coros de Slim nos llega otra delicia: Salvation. Con ecos de Cat Stevens, nos encontramos con On The Attack, en el Slim más desgarrado del disco.
Someday y Just A Dream abren las ventanas al paisaje rural de la Norteamérica profunda en alegría desbordante. Igual ocurre con Great Divide, aunque ésta es más rockera. Found My Heart y Two Crooked Hearts empiezan ligeras pero se transforman en fuerzas de la naturaleza cuando el cuatro por cuatro veloz nos electrocuta los pies para la danza.
La cadencia del humo brota de Coffee Cups en este corte lento; de estructura similar a Wild Soul, éste con más protagonismo para la sección de viento, incluso en la compañía del coro de silbidos, mientras que el anterior se apoya en acústicas. Ambos henchidos de melodías que desbordan generosidad y buena composición.
El encuentro con Slim concluye con Past lives, otra pieza de desgarro melancólico, sustentada en la voz del compositor y en un magnífico desarrollo del piano.
Disco para gozar y vibrar para muchos momentos: The way we move. Es una de las mejores noticias musicales de los últimos meses.