Laicidad, tarea de todos
En contra del pronóstico de algunos, la dimensión religiosa tiene cada vez más peso en el espacio público de las democracias occidentales y es necesario repensar cómo recoger la aportación positiva que hace a la vida en común. El laicismo que domina en muchos ámbitos de nuestro país es un fenómeno cada vez más trasnochado. Hemos tenido ocasión de comprobarlo al escuchar a líderes como Obama o Sarkozy. El prestigioso pensador francés Rémi Brague, que también participará en la edición 2009 del Encuentromadrid, asegura que "el laicismo militante, deseoso de fundar la historia humana con independencia de toda referencia a Dios, se encuentra insertado en una dialéctica que lleva de manera tendencial a la autodestrucción".
Nuestra Constitución, de la que hemos celebrado hace unos meses el 30 aniversario, supera este enfoque y apuesta por lo que ahora se llama "laicidad positiva": el pluralismo está tutelado al rechazarse cualquier tipo de confesionalismo, también el del ateísmo práctico, y se reconoce expresamente la colaboración del Estado con la confesión religiosa que, de hecho, es mayoritaria, la católica. Es un excelente marco jurídico para la gran tarea que tienen por delante los católicos y todos los españoles. Nuestra historia ha favorecido un catolicismo formal que ha dado por sabidas muchas cosas y que ha tenido miedo de someterse a las exigencias de la vida y de la construcción social. Por eso la laicidad positiva, el reconocimiento de que la fe tiene valor para responder a las necesidades humanas, no es sólo algo que debe reclamarse al Estado sino, sobre todo, una tarea para los católicos.
Desde esta perspectiva puede realizarse la necesaria renovación de la educación en la fe y recuperarse el testimonio como modo de presencia social que lo confía todo a la libertad. Ésta es la convicción de los amigos que organizan el Encuentromadrid desde hace ya seis años.