Ladrones y héroes en España
Un atraco a una sucursal bancaria en Vigo acabó la semana pasada en tragedia. Vanessa María, agente de policía, 36 años, se encontró frente a frente con Enrique Lago, que la recibió con una pistola. “¡Cálmate, que no pasa nada!”, fueron las últimas palabras de Vanessa; el asaltante, Enrique Lago, disparó a matar. Su pistola del 9 Parabellum agotó un cargador y otro más, hiriendo de gravedad a otro policía. 37 casquillos sobre una calle de Vigo y dos vidas, incluida la del atracador, por un atraco que perseguía unos billetes de la caja de una pequeña sucursal.
En España, donde vivimos el azote de la corrupción, donde la corrupción es portada una vez tras otra, la noticia de la muerte de Vanessa merece una mirada nueva sobre el sentido-sin sentido de una muerte por unos billetes “de otro”, en un banco que era “de otros” , en un atraco, en fin, que era “de otros”. No dudó Vanessa en dirigirse al asaltante. Era su trabajo, era su sitio y se jugó la vida hasta encontrar, en esta historia acaecida en menos de tres minutos, la muerte.
La mirada sobre al azote social de la corrupción en la esfera política en España nos presenta una imagen del político que, en primer lugar, vive en “su atraco” durante más que 3 minutos, 3 días o 3 meses. La permanencia en el cargo no es un medio para lograr nada: desgraciadamente es un fin en sí mismo. Por permanecer en el cargo se harán concesiones para estar en la lista que dictatorialmente los jerarcas del partido político decidan. “Que dure más, para obtener más. Para lucrarse más. Un qué-hay-de-lo-mío estructural en un hábitat en el que sobrevive una especie mezquina gracias, en buena parte, a la estructura que concede todo y premia a quien no arriesga nada. En un sistema político donde el mundo judicial está, al final, controlado por un poder político, no hay garantía mínima de justicia. Ninguna garantía de democracia cuando, por más que se vote a nuestros representantes, una vieja guardia política decide a quiénes va a incluir en una lista para que les podamos votar.
Vanessa murió sin tiempo a medir su riesgo. Indudablemente murió demostrando que vivía por darnos algo. Tras la limpieza de casquillos y sangre en el lugar del crimen, quedará algo más que nos deja Vanessa: tomarse la ley en serio, desde un trabajo, con impacto social así de serio porque su trabajo de policía iba así en serio. La ley es más ley después de Vanessa. Al atracador “o le salía bien o le daba igual todo”, comentó Agustín Vigo, del sindicato Unión Federal de Policía. Porque a Vanessa le importó todo. Cuando el trabajo del político en España carga con un enorme descrédito social, y con razones para ello, nos sorprenden casos en que queda la vida en la cuneta: desde soldados en misiones españolas en el exterior a policías. Pero también voluntarios, educadores, profesionales de la sanidad… La vida nos trae un tejido social real que nos enseña que la corrupción no lo anega todo. Por más que el trasiego de casos de corrupción (caso tras caso) construya un mundo del político en España percibido como en el que no hay más que los propios intereses.
“Un héroe (contestó en una ocasión Bob Dylan) es alguien que entiende la responsabilidad que acompaña su libertad”. La democracia en España necesita que los trabajadores de lo público, los políticos, entiendan esta exigencia de la libertad, indispensable para construir con justicia.