La visita
Últimamente, la familia y el género de terror han hecho buenas migas, funcionando a la perfección y con cierta hondura dramática para tratarse de unas producciones que sólo pretenden entretener. No nos olvidamos de Expediente Warren. The conjuring, Insidious o, en este caso, La visita.
La actriz Kathrin Hahn interpreta a una mujer que tuvo una trifulca con sus padres cuando finalizaba la adolescencia por un amor incomprendido, marchándose de casa. Quince años más tarde, ella recibe la llamada de sus progenitores, que quieren conocer a sus nietos, por lo que los chavales viajan a su casa en el campo.
A la quinta llegó la vencida tras varios fracasos como La joven del agua, El incidente o Airbender, M. Night Shyamalan da una campanada relativa con su nuevo trabajo, La visita. La dirección ha correspondido a un cineasta que ha vuelto a dirigir una producción que va en la línea por la que muchos lo admirábamos y que era lo que le reclamaban sus seguidores, acuérdense de las inolvidables El sexto sentido, El protegido, que se ha convertido en una obra de culto con cada vez más adeptos, y Señales. El resultado es bastante satisfactorio y, sin ser el mejor de sus largometrajes o su creación más redonda, cumple las expectativas. Se ha buscado un amplio espectro de público, por lo que se podría calificar como una película no demasiado aterradora para ver en familia, aderezado con bastantes dosis de humor blanco después de cada susto. La pena es alguna que otra escena un tanto infantiloide. Por otro lado, el uso de la cámara al hombro agota en ciertos momentos y se agradece que se use en momentos puntuales.
Para ello ha contado con actores poco conocidos para evitar cualquier tipo de distracción. Por cierto, el realizador no tiene su habitual cameo a lo Alfred Hitchcock.
Como se puede comprobar en el libro escrito por Ramón Monedero en la editorial Encuentro, la familia tiene un especial significado en su filmografía. Piensen en La joven del agua, dedicado a sus seres queridos, o After Earth. Esta cinta defiende a la familia como el lugar donde se superan todas las dificultades, en la que el perdón puede que tenga o no la última palabra. Además, se hace referencia al daño que causa el rencor. Por otra parte, se refleja el dolor de los hijos cuando sus padres se separan y las huellas o secuelas psicológicas que se producen en los niños como la falta de autoestima o la aparición de manías.