Entrevista a Nieves González

`La violencia en las relaciones es signo de falta de autoestima`

Mundo · Juan Carlos Hernández
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16 mayo 2017
Nieves González, directora de la Fundación Desarrollo y Persona, conversa con Páginas Digital acerca de la baja natalidad en nuestro país y sobre la llamada “violencia de género”.

Nieves González, directora de la Fundación Desarrollo y Persona, conversa con Páginas Digital acerca de la baja natalidad en nuestro país y sobre la llamada “violencia de género”.

Usted es la directora de la Fundación Desarrollo y Persona. ¿Podría explicarnos la labor que desarrollan?

Fundación Desarrollo y Persona es una organización sin ánimo de lucro con ámbito de actuación nacional e internacional y tiene por objeto la asistencia, ayuda y promoción de la familia, los jóvenes, los adolescentes y niños. Las actividades que desarrollamos se desglosan en educativas, preventivas y asistenciales:

APRENDAMOS A AMAR es un proyecto de educación afectiva y sexual que consta de unos materiales de trabajo y una oferta de cursos de formación de monitores y talleres para alumnos en centros educativos, parroquias y entidades. El pasado curso escolar abarcó con su trabajo a 18.000 personas y cuenta actualmente con un Centro Acreditado en México además de España.

ESCUELA DE FAMILIAS orienta y ayuda a las familias en el camino de la educación de sus hijos, para facilitar la convivencia, la educación y el desarrollo pleno de todos sus miembros.

CENTRO DE ACOMPAÑAMIENTO INTEGRAL A LA FAMILIA es un Centro Sanitario autorizado por la Comunidad de Madrid ubicado en la Universidad Francisco de Vitoria que ofrece un servicio de atención a las familias para dar respuesta a los conflictos que se dan a lo largo de su ciclo vital. Cuenta con un equipo de orientación y terapia psicológica.

Desde enero de 2017 la Fundación está plenamente integrada en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid y desarrolla su actividad en toda España y América Latina.

España es uno de los países con un índice de natalidad más baja de nuestro entorno. ¿Qué medidas a nivel económico y social deberían tomar las administraciones para revertir esta situación?

El invierno demográfico español no es un hecho irreversible, sino un problema a solucionar con políticas realistas, la primera de todas entender que apoyar a la familia es una inversión social y no un gasto que lastra los presupuestos. Otros países en Europa han conseguido cambiar esas tendencias, pero hace falta un baño de realidad, que comenzaría por conceder a la familia un protagonismo social en las propias administraciones públicas y en los presupuestos para situarnos en la media europea del 2,3% sobre el PIB. Existe un Plan Integral de Apoyo a la Familia, insuficiente a todas luces, que habría que revalorizar. No es descabellado proponer un ministerio de la familia, y políticas sociales de estímulo y de protección a la natalidad y a la maternidad, equiparables a las de países de nuestro entorno, por ejemplo ayudas directas por hijo, mantenidas durante el periodo de sus estudios. Hace falta igualmente una cultura de la familia desde los poderes públicos, que tenga reflejo en la educación y que permeabilice todos los espacios y ámbitos sociales, culturales y mediáticos. La familia como entidad imprescindible de la sociedad exige ser respetada y promovida, también y sobre todo en el respeto a la vida naciente. El aborto es la primera causa de muerte en la sociedad española. Y la protección y cuidado de la vida es lo más adecuado que podemos defender, para garantizar un desarrollo humano, para nosotros y para las generaciones futuras.

Por otra parte, vemos a nuestro alrededor cómo las certezas que han sostenido a los hombres se desvanecen. ¿Podría haber otra razón más profunda para esta renuncia a tener hijos? ¿Podría ser un problema también de certezas en la vida?

Sí, faltan certezas. No basta vivir, es preciso descubrir el sentido de la propia vida para desear entregarla. Y la respuesta tiene que ser fundamentalmente educativa, desde las familias y centros educativos, y también cultural, para afirmar los lazos fundamentales que nos vinculan con la realidad.

El hombre de hoy busca desesperadamente el sentido de su vida en el mundo exterior y material, y sin embargo es preciso ir a lo más íntimo y despertar los interrogantes profundos, que son en definitiva los que nos mueven o paralizan al tomar decisiones. ¿Por qué merece la pena en el fondo vivir y por tanto dar la vida a un hijo? ¿Cuál es el bien real que un hijo nos regala? ¿Qué es lo más valioso, lo mejor, que desearíamos poder darle nosotros? ¿Qué es esencial y accesorio en nuestra vida? ¿Por qué el miedo al futuro en ocasiones nos atenaza? ¿Con quién contamos a nuestro lado para vivir el matrimonio y la posible maternidad y paternidad? Precisamos respuestas que correspondan de verdad a lo humano. Y sobre todo hacen falta testigos de la belleza y grandeza de la vida.

Eduquemos con un sentido abierto a la trascendencia, a esa comprensión de lo humano, que no se agota en nuestras propias limitaciones. Los hijos, no nos engañemos, no son el problema, ni tampoco un derecho o el capricho de una primera experiencia. No son objeto de posesión sino de donación conmovida, de gratitud por el bien que cada día recibimos en la propia vida. Empecemos a mirar con ojos nuevos lo más viejo del mundo, un padre y una madre enternecidos con el nacimiento de cada hijo, que no es sujeto de pertenencia y cuantificación, sino de amor y desvelo. La renuncia a tener hijos puede tener mil justificaciones, pero las exigencias más profundas del corazón del hombre no van por ahí. La vida, acompañados y amados, es realmente fascinante y por ello creíble.

A pesar de todos los intentos bienintencionados de disminuir los casos de maltrato a las mujeres a nivel de campañas de publicidad, información en los colegios, leyes penales más duras… no parece surtir el efecto deseado. ¿Qué le pasa a nuestras jóvenes generaciones que, a pesar de ser educados en la sociedad de la tolerancia, sin embargo los casos de la llamada violencia machista no disminuyen?

Muchos jóvenes tienden a estar sobreprotegidos por sus padres, y no son educados en la tolerancia a la frustración, quieren obtener el éxito y las cosas aquí y ahora, sin valorar el esfuerzo que hay que hacer para conseguirlos. En muchos casos no respetan las normas o límites necesarios para lograr lo que desean, y en este caso nos encontramos con el empleo de la violencia para obtener lo que anhelan, que puede ser ´su chica´ y el control sobre ella. Tienen muchas cosas pero a veces carecen de lo fundamental: de la certeza de ser amados, una certeza que buscan apegándose equivocadamente en relaciones en las que mendigan afecto.

En las relaciones en las que existe violencia, hay una crisis de autoestima en ambos miembros de la pareja. En el agresor predomina la inseguridad, por lo que tienden a los celos y a ser manipuladores emocionales para conseguir lo que quieren. El dominio nace de una necesidad no reconocida. En la víctima, porque también son inseguras, tienen sentimientos de culpa si delatan a su agresor por lo que niegan o justifican lo que diariamente viven o incluso creen que ellas lo han provocado o merecido. No son capaces de frenar y salir del ciclo del maltrato y defender su derecho a ser respetada o terminar con la relación. No son capaces en ocasiones ni de pedir ayuda.

Los hijos aprenden mirando e imitando La mejor prevención son relaciones estables, vínculos familiares sólidos donde el diálogo y el encuentro con los hijos trasladen con sencillez que en casa todo lo que sucede, incluso lo que no hemos buscado y es difícil y doloroso, puede ser abrazado, acogido y servir para bien. Lo más bello de la vida es volver a comenzar cada día y enseñarles a amar amándoles.

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