Presentación de los libros `En Él solo la esperanza` (BAC) y `Mente abierta, corazón creyente` (Publicaciones Claretianas)

La vida de Dios en nosotros no es un lujo sino el pan cotidiano

Mundo · José Luis Restán
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18 abril 2013
¿Cómo esnuestra fe?, nos preguntaba hace pocas semanas el papa Francisco. ¿Un poco comoagua de rosas? ¿O es una fe fuerte como la de Pedro y los apóstoles que no callaron ante losjefes de la Sinagoga, porque como relatan los Hechos de los Apóstoles, "nopodemos callar ante aquello que hemos visto y oído"? 

Nos decíaFrancisco que en la historia del pueblo de Dios siempre ha existido latentación de eliminar una parte de la fe, y a renglón seguido, ejerciendo suministerio petrino de confirmarnos en la fe, recordaba: "la fe no admitearreglos y componendas, no podemos negociarla ni venderla al mejor postor; lafe es tal como la confesamos en el Credo".

Pues bien, enestos libros encontramos la traza de la fe en un hombre, un cristiano, unobispo, ahora llamado a calzar las sandalias del pescador. Y en este tiempo enque corremos el riesgo (lo corre el pueblo sencillo, quizás lo corremos todos)de relacionarnos más con los fantasmas que construyen los medios, más con undiseño virtual que con la realidad de carne y hueso, aquí se nos ofrece unpunto firme para juzgar las imágenes que se nos proponen.

La fe delhombre Jorge Bergoglio, la fe del papa Francisco no es, desde luego, como aguade rosas; tal como podemos seguir su rastro en estas páginas es un vino denso ycon cuerpo, o un buen aceite que alimenta y da cuerpo sin empalagar.

La fe serefiere a un Hecho, y ese Hecho es Jesús muerto y resucitado, Jesús tan vivoque en cualquier momento podríamos pensar que va a saltar de estas páginas parainterpelarnos y abrazarnos. Es un Hecho de carne y hueso, un hombre que habla yactúa, que inaugura una historia, un surco en la piel de nuestra tierra: eso esla Iglesia.

Nos dice elcardenal Bergoglio que "la mirada de María es combativa en el recordar", y nospide que miremos con Ella nuestros "principios" y pidamos la gracias de verallí cómo el Señor nos amó primero". La primacía de Su iniciativa, de suPresencia, de su gracia, ha sido una constante del magisterio de un denso yvertiginoso mes.

Jesús esQuien nos funda, quien nos modela y nos plasma: razón y afecto, inteligencia yvoluntad, reclamando siempre dramáticamente nuestra libertad. Por eso lamemoria es tan importante en este recorrido.

Memoria delprimer encuentro, de que Él nos amó primero; memoria de lo que ha hecho en lahistoria a la que pertenecemos (la Iglesia): la historia de nuestros mayores, "gloriosaporque es historia de sacrificios, de esperanzas, de lucha cotidiana… historiade una fe que se abrió paso en medio de recursos humanos muy precarios, que envez de desalentar animaban a nuestros mayores… porque su esperanza era másfuerte que nuestras contradicciones".

Esta memoriaa la que nos invita con insistencia "nos fortalecerá el corazón y nos defenderáde dejarnos seducir por doctrinas complicadas y extrañas… Esta memoria nosactualiza en una realidad: nuestra victoria contra el mundo es la fe". Pero esuna victoria no según nuestras imágenes: nosotros pedimos "constataciones" deesa victoria, pero lo que se nos da son constataciones del paso del Señor quenos consuela y nos fortalece, pero… no son definitivas; "Él nos deja en nuestramisión de administradores para que nuestra fidelidad lo espere hasta que Élvuelva".  

El Señor nosfunda en su Iglesia, laSanta Esposa de Cristo, esa a la que no podemos reducir a una"ONG piadosa". Permítanme ahora que como laico y periodista que se ocupa entreotras cosas de informar sobre la vida de la Iglesia y de analizarla en estemomento apasionante, me fije en las páginas dedicadas precisamente a la esposadel Señor, de la que con tanta banalidad y/o pretensión se hablafrecuentemente.

"Nuestro amora la Iglesia es un amor de inserción en un cuerpo, y esto exige disciplina". Eneso se juega nuestra vocación a ser santos e inmaculados, y nuestra fecundidadapostólica. Se trata de un "formarse y radicarse en la Iglesia": y dibuja lasnotas de este proceso en el que el Señor nos va gestando a cada uno y vagestando a su pueblo.

Buscar elalimento en la Palabra de Dios sin sucumbir a las reducciones y esquemasideológicos. Vivir la dicha de la pertenencia que encierra el misterio denuestra identidad, evitando así el espíritu de la contestación y del sectarismo.Estar radicados en la Iglesia particular, pero con el horizonte universal de laCatólica, reconociendo la variedad de formas y carismas en que Ella se encarnan. 

La fe vividaen la Iglesia introduce en la vida la dimensión del combate: lucha contra elpoder sugestivo de los ídolos, contra la incredulidad, contra la desesperación. Elpapa señala el dramatismo y la magnitud de esta lucha y la ferocidad de losasaltos que debe resistir. Sin estar injertados en el árbol de la Iglesia, sinla experiencia cotidiana de esa amistad vocacional que es la comunidadcristiana, que nos cura, nos abraza y nos reprende… sería imposible. En laIglesia el Señor lucha codo a codo con nosotros.     

Y aquí deseointroducir otro nudo de la experiencia de Jorge Bergoglio, naturalmente merefiero a la Cruz. ¿Por qué la cruz? Que nos fastidia, que como a Pedro nosgustaría eludir a toda costa. Porque Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad yel pecado del mundo, y lo lava con su sangre. Así ha querido salvar al mundo.Como dijo en el Vía Crucis, "la Cruz de Jesús es la Palabra con la que Dios ha respondido almal del mundo: una palabra que es amor, misericordia, perdón. Y tambiénjuicio". Para salvar al mundo la Iglesia no puede seguir otro camino.

En otromomento dice que Nazaret (la relación cercana y familiar con el Señor en Sucasa) nos hace cuerpo y miembros de un Cuerpo; nos llama a un trabajo quecimenta historia y no a empleos apostólicos ocasionales y sin raíces. Llegamosasí a una nota que mana vibrante de la sinfonía de la Iglesia: la dulce yconfortadora alegría de evangelizar.

Intentamosentender lo que significa este núcleo del magisterio del papa Francisco en esteprimer mes de su pontificado. Anunciar la Buena Nueva deJesucristo y explicar su conveniencia para cada hombre y mujer; ser canal deldon de la gracia: de la reconciliación y del alimento de la Eucaristía. Parafundar así corazones cristianos, arraigados en Cristo… ¡Qué bella expresión! Meparece importante verla conectada con su apremiante invitación a salir denuestro perímetro acotado para llegar a las periferias del mundo, "no solo lasgeográficas, sino también las  existenciales:las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de laignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de todamiseria".

Según el papaBergoglio, "permanecer fieles implica paradójicamente una salida". La fidelidades siempre un cambio, un florecimiento, un crecimiento. En una entrevista de2007, tras la Conferencia de Aparecida, decía que en este momento, para laevangelización son necesarias sobre todo dos cosas: misericordia y valorapostólico, y explicaba este término: "Para mí el valor apostólico es sembrarla Palabra, devolvérsela a ese él y a esa ella para los cuales fue dada. Darlesla belleza del Evangelio, el asombro del encuentro con Jesús… y dejar que seael Espíritu Santo quien haga lo demás". 

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