La ´vía báltica´ llega a Hong Kong

Cultura · Angelo Bonaguro
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30 septiembre 2019
Agosto 1939. El pacto Molotov-Ribbentrop entre la Alemania nazi y la URSS somete a los países bálticos a la órbita soviética. Cincuenta años después, una cadena humana de dos millones de personas pide en las calles libertad y, poco después, la URSS se disuelve. Dos aniversarios importantes para la historia, no solo europea.

Agosto 1939. El pacto Molotov-Ribbentrop entre la Alemania nazi y la URSS somete a los países bálticos a la órbita soviética. Cincuenta años después, una cadena humana de dos millones de personas pide en las calles libertad y, poco después, la URSS se disuelve. Dos aniversarios importantes para la historia, no solo europea.

El 23 de agosto de 1939 los ministros de Exteriores de Alemania, Joachim von Ribbentrop, y la URSS, Viaceslav Molotov, suscribieron un pacto de no agresión entre ambos países, al que se añadió un apéndice secreto que establecía el reparto de Europa oriental por esferas de interés: para Alemania gran parte de Polonia y para la URSS –aparte de Finlandia, parte de Polonia, Besarabia y Bucovina septentrional– los Estados bálticos.

Ocupadas por primera vez en 1940 por la Armada Roja, Lituania, Estonia y Letonia pasaron temporalmente al Tercer Reich durante el ataque nazi a la URSS para ser “liberados” por la Armada en el 44. Bajo dominación soviética, las poblaciones bálticas –tan cerca de Occidente– se vieron golpeadas por la discriminación y la represión, y diezmadas por las deportaciones realizadas en varias tandas hasta después de la muerte de Stalin en el 53 (se calcula que entre 1944 y 1955 medio millón de bálticos fueron deportados a Siberia o Asia central, donde muchos murieron de hambre en los campos de trabajos forzosos).

Un escenario reconstruido hace unos años en versión satírica por los actores estonios Ott Sepa y Märt Avandi, autores del programa televisivo Tujurikkuja («El aguafiestas»). En el clip Küüditamine («Deportación») recrean la irrupción de soldados del NKVD “de alguna parte de Estonia” en casa de la familia Poim, a la que comunican su partida inmediata hacia Siberia. Pero en vez de desesperarse, la familia, reunida para una magra cena a la luz de las velas, se muestra felicísima por poder partir en un “viaje gratuito” y gozar de una “larga estancia”, hasta el punto de ponerse a brindar. El video no pretende faltar al respeto de la historia estonia, y menos en un tema tan delicado para los pueblos bálticos, se trata más bien de una sátira contra la relectura histórica que periódicamente sale a la luz en los medios rusos con motivo de aniversarios o debates sobre el papel de los diversos contendientes de la Segunda Guerra Mundial. No en vano esos tres minutos terminan con este título de crédito: “Financiado por el Comité por la verdad histórica de la Duma rusa de Estado”.

Más divisiones a los 80 años del pacto

Este año, con motivo del 80 aniversario del pacto Molotov-Ribbentrop, en los medios rusos progubernamentales aparecieron varios artículos en línea con la opinión expresada tanto por el presidente Putin en 2015, según el cual “con este pacto se pretende garantizar la seguridad de la Unión Soviética”, como por el ministro de Cultura, Medinsky, que lo definió como “un gran éxito de la diplomacia estalinista desde el punto de vista de los intereses soviéticos”.

Una línea histórico-política nada nueva por otra parte, como señaló en el diario Novaja Gazeta el presidente de la Unión de Periodistas Rusos, Pavel Gutiontov, respondiendo a las afirmaciones de un funcionario de la Sociedad Histórico-Militar. “Terminé el colegio en 1970 y allí me enseñaron que el Pacto supuso una victoria relevante de la diplomacia soviética, cuando las potencias occidentales, con las que larga y sinceramente habíamos intentado ponernos de acuerdo para crear una coalición antinazi, preferían tomarse un tiempo mientras a nuestras espaldas firmaban acuerdos con Alemania para instigarla contra la URSS. Pero Stalin, con un movimiento brillante, dio un vuelco a esos planes y nosotros logramos dos años de paz necesarios para el rearme… Teníamos que pensar primero en nosotros mismos, y nuestro gobierno hizo sus deberes frente al país y frente al pueblo. Sí, el abrazo con Ribbentrop fue molesto, pero no teníamos otra opción”.

A mediados de agosto, con motivo de la presentación en la sede de la Sociedad Histórica Rusa del libro URSS-Alemania 1932-1941, una selección que incluye documentos históricos desclasificados entre 2006 y 2015, los medios estatales reiteraron el mantra de la necesidad soviética de firmar el acuerdo “para garantizar su propia seguridad” ante la “irresponsabilidad” de las naciones occidentales, incapaces de hacer un frente común contra Hitler. En su discurso, el director del FSB, Naryskin, presentó además de manera positiva la instauración del régimen estalinista en Polonia durante la posguerra.

La misma cobertura mediática “patriótica” por parte rusa encontramos con motivo de la inauguración de la exposición ‘1939. El inicio de la Segunda Guerra Mundial’, instalada en los Archivos federales de Moscú, en presencia del ministro de Exteriores, Lavrov.

Por parte polaca, estas tesis resultan inaceptables, cargadas de consecuencias políticas, como la no invitación al presidente Putin a las celebraciones de los 80 años del comienzo de la guerra. “Está fuera de lugar celebrar el aniversario de la agresión armada contra Polonia con la participación de un líder que hoy trata a sus vecinos del mismo modo”, explicó el viceprimer ministro Jacek Sasin en una entrevista. Un muro contra muro que al final no ayuda a la reconstrucción de la memoria histórica.

Además, todavía no sabemos si estos documentos arrojarán realmente una nueva luz sobre el caso, pero sabemos que han hecho falta 50 años para que la URSS admitiera oficialmente el protocolo secreto sobre la partición de las zonas de interés, en virtud del cual Alemania y la URSS invadieron Polonia en septiembre de 1939 acelerando la declaración de guerra por parte de Gran Bretaña y Francia. Hoy también sabemos que en Rusia es arriesgado, desde el punto de vista penal, equiparar el comunismo soviético con el nazismo.

30 años de la “cadena báltica”: de Tallin a Hong Kong

Para Lituania, Estonia y Letonia fue un doble aniversario estival, uno triste, el de la firma del Pacto, y otro alegre, el del recuerdo de la “cadena báltica”. El 23 de agosto de 1989, por los 50 años del Pacto, tuvo lugar una manifestación espontánea impresionante durante la cual más de dos millones de personas, agarradas de la mano, formaron una cadena humana de 600 kilómetros desde Tallin hasta Vilna, pasando por Riga, y contribuyeron “metafóricamente a la caída del muro de Berlín”, como dijo Keiu Telve, director del Museo Vabamu de Riga, y también concretamente a la disgregación de la URSS con la ulterior proclamación de su independencia.

Ya en el 87, en el parque Hirve de Tallin hubo una primera manifestación en memoria del pacto del 39, pero fue sobre todo durante 1988 cuando se sucedieron momentos musicales informales en los que participaron miles de personas (la llamada Revolución Cantante) sin que las autoridades lo impidieran. Los movimientos informales, al ver que podían atreverse a más, lanzaron la idea de una cadena humana, organizada en agosto del 89, en pocas semanas, por los “frentes populares” (las organizaciones socio-políticas informales Rahvarinne en Estonia, Tautas Fronte en Letonia y Sajudis in Lituania): ¡el primer flash-mob sin internet ni smartphones!

“Medimos la longitud del recorrido –explicó la eurodiputada letona Sandra Kalniete– calculando un metro y medio por persona y en cada kilómetro había un coordinador entre los participantes”. Banderas, cantos, nada de violencia, ninguna ventana rota, ningún coche quemado, “fue una grandiosa celebración pacífica de la libertad”, añadió Telve. Y con dos millones de personas en la calle, Moscú ya no podía hablar de una minoría de “extremistas” a los que condenar.

“La lucha de los bálticos por su futuro fue también una lucha por su pasado”, decía el historiador estonio Kaarel Piirimäe, destacando el valor que tiene la conservación de casos históricos públicos y personales para la lucha por la libertad.

Hoy la “vía báltica”, incluida en el programa de la UNESCO “Memoria del mundo”, ha inspirado a los manifestantes de Hong Kong, que llevan saliendo a la calle contra el régimen chino desde el mes de junio y que el 23 de agosto crearon una cadena humana pacífica que alcanzó los cincuenta kilómetros. “La vía báltica demuestra el poder de la solidaridad y de los movimientos sociales no violentos”, ha declarado el activista cantonés Joshua Wong.

La Nueva Europa

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