La verdadera juventud
Ciertamente es bello ser joven, porque la juventud tiene todo el futuro frente a sí y el futuro está lleno de promesas. Ésa es la estructura del corazón del hombre, tenga la edad que tenga. Por eso Benedicto XVI explicó que "todos debemos permanecer jóvenes en nuestro corazón", pero se cuidó mucho de que esta frase no fuese entendida en clave sentimental o literaria. De hecho, el Papa les advirtió que muchos jóvenes viven ya como viejos prematuros, mientras que hay mayores que se disfrazan de jóvenes, como si un cierto revestimiento de hábitos y costumbres pudiese suplantar la sustancia de la verdadera juventud.
El futuro está lleno de promesas pero también está sembrado de inquietud, especialmente cuando falta un punto firme en el presente desde el que iniciar el camino. Es la radiografía de tantos jóvenes que tratan de conjurar el gran vacío que aparece frente a ellos devorando materialmente los bienes y las bellezas de la vida. Y así, les dijo el Papa, "el aceite de la lámpara se ha consumido justo cuando debería comenzar la vida". Y con calma, dejando los papeles aparte, este hombre de 81 años les explicaba que por eso es importante elegir las verdaderas promesas que abren al futuro, también con sus necesarias renuncias.
La primera elección fundamental frente al horizonte de la realidad es el Misterio: el Infinito para el que estamos hechos y que nuestra razón reclama. El Infinito hecho carne, el Padre bueno que se ha revelado en su Hijo Jesucristo. "Y dentro de esta elección -continúa Benedicto XVI- se nos ofrece al mismo tiempo una compañía para el camino, una compañía en la que podemos confiar porque no nos deja nunca". Es a la luz de esta elección como podemos encontrar los criterios para otras decisiones necesarias.
Después el Papa desafía de nuevo al cinismo ambiental, y afirma que "ser joven implica ser bueno y generoso": es la sencillez y la frescura del origen frente a la realidad que es buena, porque ha salido de las manos de Dios. La bondad califica una relación verdadera con la realidad, y de esa bondad nace la pasión por el otro, la fórmula de la vida que consiste en el don de sí. Pero advierte de nuevo: "la bondad en persona es Jesús… el amigo que no traiciona jamás, fiel hasta el don de la vida en la cruz".
Es preciso conocer personalmente a este Jesús para que la vida crezca sin temor y construya una historia grande. Y entonces el Papa desafía a los jóvenes a mirar la dureza de un mundo que se cierra a su propia fuente: "cuanto más se aleja el hombre de Dios, tanto más se pierde a sí mismo, la convivencia se vuelve difícil y la sociedad se desfonda". Por eso les invita a salir a sus ambientes, a los barrios más difíciles y a las calles para anunciar a Cristo, la esperanza del mundo. Si estamos unidos a Él, si somos amigos en Él, ¡podemos superar la indiferencia!, clama el anciano de corazón joven: podemos atravesar la apariencia imbatible de esa costra que parece recubrir a tantos contemporáneos que presumen de vivir sin necesitar a Dios. También ellos, al descubrir a Jesús, podrán decir: "¡era esto lo que esperábamos!". Y podrán experimentar la juventud perenne que no defrauda.