La urgencia por las primarias

España · Lartaun de Azumendi
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24 abril 2008
Resuenan los abigarrados tambores de quienes reclaman un proceso de primarias como única garantía democrática para la elección del líder del Partido Popular. Falso.

El de las primarias es un proceso más abierto que aquél que el partido que todavía lidera Rajoy decidió aprobar por mayoría la última vez que trató el asunto, pero no por ello más legítimo. ¿O es que acaso el sistema actual fue impuesto por la personal decisión de Rajoy? No, fue ratificado por buena parte del partido, legalmente aprobado y ninguno de los actuales detractores puso un pero en el momento del compromiso.

Las primarias, recomendables, son tan necesarias, o no, como las listas abiertas en las elecciones generales, autonómicas, locales o europeas. En la pasada legislatura, camino del 9-M, no recuerdo, en cambio, ninguna campaña en pro de acabar con las listas cerradas y bloqueadas a las que nos tienen condenados nuestros partidos políticos. Si no se pidieron mejoras en los comicios en los que podemos participar todos, la mayoría que sustenta la democracia española, no veo qué urgencia requiere que el Partido Popular se zambulla en las citadas primarias, la verdad.

El actual sistema para elegir presidente popular no sólo fue aprobado democráticamente en su día, sino que se antoja poco ajustado a las reglas del respeto a lo acordado que en medio del camino hacia un congreso nacional se pretenda presionar para cambiar las reglas del juego. No imagino a alguien exigiendo modificar la ley electoral a escasas fechas del pasado 9-M, ni aunque fuera por la razón más justa.

Es comprensible la decepción que muchos votantes del Partido Popular pueden estar sintiendo con la última versión de Mariano Rajoy. Cualquiera puede tener más de un argumento para percibir un giro importante en los planteamientos del gallego, seguro. Pero afortunadamente, en España, todavía a Dios gracias, los procedimientos están para respetarse. Y, llegado el momento y en el foro correspondiente, cambiarse si la mayoría lo estimara oportuno. Hasta entonces, respeto. Un signo muy propio de toda democracia, por cierto.

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