La supresión del Senado, una realidad a falta de la consulta al pueblo italiano
En efecto, la Cámara de Diputados dio el pasado día 12 el ´visto bueno´ definitivo (por 361 votos a favor y 7 en contra) a la reforma constitucional que rebaja el Senado a una Cámara de representación regional, y confiere a los diputados la exclusividad de la labor legislativa. Lo que supone casi el fin del “bicameralismo perfecto”, un sistema tan garantista que convertía en ingobernable la nación transalpina y que respondía a la necesidad de que no se repitiera una situación como la vivida durante los años de la dictadura de Mussolini (1922-43). Ahora, tras la aprobación por la cámara baja, la reforma tendrá que ser sometida a referéndum al no haber obtenido el voto favorable de los dos tercios de la Cámara de Diputados que necesitan este tipo de leyes. Matteo Renzi no podía ocultar su satisfacción al respecto: ´Ahora Italia es el país más estable de Europa´.
Tanta era la importancia de la reforma que se acababa de aprobar que el Primer Ministro había asegurado poco antes que, si no conseguía sacarla adelante, se retiraría de la política. Pero no ha sido necesaria tal retirada, al menos de momento, porque la votación salió adelante. Ahora toca pensar en cómo convencer a los italianos de que apoyen esta transformación, ya que la oposición repetirá por activa y por pasiva que la democracia italiana va a sufrir un deterioro irreversible si el Senado pierde su competencia legislativa.
Además, Renzi deberá afrontar varios retos más. El primero de ellos, evitar un nuevo posible ´conflictos de intereses´: tras salvar la cabeza de Maria Elena Boschi en diciembre pasado, y de no tener más remedio que aceptar la dimisión de la ministra Guidi al haber sido grabada por la Policía italiana en una conversación telefónica donde quedaba claro que estaba favoreciendo a la empresa de su pareja, un tercer asunto de este tipo podría minar, y mucho, su capacidad de convicción entre los italianos, que no quieren un nuevo Berlusconi en un momento todavía crítico.
Otro reto que habrá de afrontar es el problema bancario. Ya han comenzado las fusiones, pero la situación sigue siendo grave, y la opacidad en nada ayuda a invertir las tornas. Además, lastra de manera muy evidente las inversiones y deja en escasamente importante la reforma laboral que Renzi hizo aprobar en diciembre de 2014.
Y, finalmente, queda el tema del crecimiento económico, y en ese sentido el FMI lanzó ayer al Gobierno italiano un auténtico ´jarro de agua fría´: frente a las previsiones del ministerio de Pier Carlo Padoan de que Italia podría llegar a crecer en torno a un 1.5% (lo que supondría casi doblar el 0.8% de 2015), el organismo monetario afirmó que Italia crecería, como máximo, un 1%. Menos mal para Renzi y los suyos que conocida es la capacidad del FMI para errar en sus vaticinios: no sería la primera vez, ni mucho menos, que se ve obligada a rectificar sobre la marcha. El tiempo dirá.