El kiosco

La soledad y el encuentro

Mundo · Elena Santa María
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6 junio 2019
Cada vez son más frecuentes las cooperativas de personas mayores que se juntan para “envejecer en común”. Lo que lleva a estas personas a tomar este tipo de iniciativas lo explica José Carmona en Público: “es el temor a la soledad”. “Estas personas tienen miedo a la enfermedad y a la dependencia, no quieren ser una carga para sus hijos”, explica uno de sus entrevistados.

Cada vez son más frecuentes las cooperativas de personas mayores que se juntan para “envejecer en común”. Lo que lleva a estas personas a tomar este tipo de iniciativas lo explica José Carmona en Público: “es el temor a la soledad”. “Estas personas tienen miedo a la enfermedad y a la dependencia, no quieren ser una carga para sus hijos”, explica uno de sus entrevistados.

Sin embargo, no solo los ancianos están solos. “Vivimos rodeados –yo diría sitiados– por otras personas y, a la vez, más solos que nunca. Si a esto unimos ese ‘imperativo de la felicidad’ del que habla Helena Béjar –uno que nos obliga a ser los más guapos, los más triunfadores, los más felices– ya tenemos todos los ingredientes que conforman la más perfecta infelicidad”. Lo dice Carmen Posadas en XLSemanal.

Por fortuna, siempre aparecen ejemplos de lo contrario. Está sucediendo estos días en la Feria del Libro de Madrid. Pablo Velasco escribe en El Debate de Hoy que “en la sociedad digital, en la sociedad en la que todos andamos obnubilados con las nuevas tecnologías, resulta que, año tras año, se llena el paseo de coches de El Retiro para comprar libros en papel (¡en papel!), para encontrarse con los escritores y editores favoritos, para conocer nuevos títulos, para quedar con los amigos…”. El artículo, por cierto, se titula “Feria del Libro de Madrid: un lugar para encontrarse”.

Otro caso es el de las presas de la prisión valenciana de Picassent. Aceptando la propuesta de una periodista acaban de publicar una revista –Expresas– escrita íntegramente por ellas. Rosa Montero, en El País Semanal, rescata el testimonio de una de ellas: “Es una experiencia nueva que te demuestra a ti misma lo que eres capaz de hacer. Como nunca te han dicho cómo hacerlo (…), lo tienes ahí, pero es una parte que tienes dormida. Y cuando se despierta es un monstruo que crece y crece ¡para bien!”. Al final comenta Montero: “Pequeños gestos que pueden cambiar vidas y que, en mitad de la desesperanza, logran despertar al monstruo bueno”.

Concluyo con la reflexión de Clara Sanchís en La Vanguardia: “Ahora sabes bien, hasta que vuelvas a olvidarlo, que aproximadamente una de cada dos personas que te cruzas por la calle está en las antípodas de tus pensamientos. Tus principios, tu forma de ver la vida. Sabes que cada día compartes el ascensor o la cola del supermercado con alguien que ha propiciado, por activa o por pasiva, que tu ciudad pueda quedar en manos de un partido político que roba por sistema, que privatiza o habla de revertir las medidas anticontaminación que al fin se han puesto en marcha en estos cuatro años de excepción. Y que es capaz de asociarse con la ultraderecha. Pero no puedes mirarlos con rencor. Tú no entiendes a estos conciudadanos, ni ellos a ti, y sin embargo, se pacte como se pacte, estáis condenados a entenderos”.

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