La sociedad española pide consensos
Recuerdo con gran emoción la manifestación por la liberación de Miguel Angel Blanco. España entera fue un rugido contra ETA, un ¡Basta ya! contra la violencia, la kaleborroka, los secuestros, la tortura, el asesinato, la amenaza, la extorsión, la carta bomba, la delación…
Nunca más semejante drama. Una víctima inocente, aunque siempre lo es cuando se trata de una muerte, pues ésta nunca es justa, nos sacó del letargo y algo se movió en la sociedad española, que, por fin, se puso por delante de la política partidista, de mira corta y cavernaria, de Altamira. La otra política, la de altas miras, hace tiempo que ni está, pero sí la esperamos.
La gente común la esperamos, porque el populismo, los mesías, las promesas, el adanismo, hasta las opciones benedictinas y los cuarteles de invierno, se nutren día a día de ese deseo que llevamos todos dentro de mejorar, de anhelar cosas mejores, materiales e invisibles, como un estado de ánimo en calma. Por eso vamos de vacaciones, a las antípodas, tan lejos, para encontrar una paz, cada vez más lejana y resbaladiza, con seguro a todo riesgo por si no la encontramos. Siempre nos quedará París, que le dijo Bogart a “la Bergman”, al separarse, o cualquier otra manifestación.
Después de la de Miguel Ángel y de aquel tsunami de manos blancas, vinieron otras movilizaciones, afluentes de la vida democrática para visualizar descontentos, por lo general, y es bueno que sea así, de parte, apoyados bien por la izquierda, bien por la derecha, bien por quien sea.
Lo anormal, ciertamente, fue el consenso generado en torno a Miguel Ángel. Tal fue la gravedad de los acontecimientos. Parecido consenso, aunque de menor intensidad en territorios donde se vota independencia, se produjo en la “revolución de las banderas”, liderada por S.M. el Rey, tras la declarada inconstitucional declaración de independencia de Cataluña de 10 de octubre de 2017.
Otras vinieron. Nunca más, con el Prestige. Nunca más, a negociar con ETA. Nunca más a la guerra (Irak). Mi memoria, como la suya, es selectiva, con permiso de las leyes contra el “Alzheimer”, la de Memoria Histórica (pastilla roja) y la de Memoria Democrática (pastilla morada).
En la vida democrática, es el consenso una argamasa clave, pero cuando se trata de construir los cimientos clave. Que exista consenso es un indicio de que el asunto es verdaderamente relevante o la situación, extrema. Su ausencia, por el contrario, no implica que el asunto no lo sea.
Lee también: «¿Reformar la Constitución?«
Y para la Manifestación del próximo sábado 21 de enero, se puede decir, que no existe ese gran consenso, porque es una manifestación de parte. De parte de la sociedad civil española, que siente como hay cimientos esenciales para la convivencia en paz y en libertad, que exigen ciertos consensos para reformarlos. No hablaré hoy si a mejor o a peor.
Los momentos y días previos a la liberación de París por los aliados, se narran por Collins y Lapierre a la perfección, en “Arde París”. Siempre nos quedará París, pero… ¿qué París? ¿El liberado o el por liberar?
Solo saldremos de esta situación en la que se encuentra España cuando los gobiernos de turno, comenzando con el actual, asuman que cuando se tocan los cimientos, se va con plano, y se visa por todos. Pero, sobre todo, cuando los diálogos y los debates iniciados en la sociedad y por la sociedad civil española, lleguen de la mano a nuestras Cortes, en los temas importantes, que son aquellos que afectan a la paz, la vida, la libertad y el bolsillo.
¡Sigue en Twiter los artículos más destacados de la semana de Páginas digital!