Editorial

La revolución tendrá que esperar, habrá Gobierno moderado

Editorial · Fernando de Haro
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27 junio 2016
La noche electoral deja muchas sorpresas, la mayoría positivas. El PP gana los comicios, recupera 600.000 votos y sube 14 diputados (137). Fulmina las encuestas. La coalición Unidos Podemos, lejos de conseguir el previsto sorpasso respecto a los socialistas, pierde un millón de votos respecto a diciembre. Es llamativo el retroceso en la capital, Madrid. El PSOE sigue liderando la izquierda, se mantiene prácticamente en el mismo número de votos, aunque se deja 5 diputados (se queda con 85). Ciudadanos pierde 400.000 votos que recupera el PP y pierde 8 escaños.

La noche electoral deja muchas sorpresas, la mayoría positivas. El PP gana los comicios, recupera 600.000 votos y sube 14 diputados (137). Fulmina las encuestas. La coalición Unidos Podemos, lejos de conseguir el previsto sorpasso respecto a los socialistas, pierde un millón de votos respecto a diciembre. Es llamativo el retroceso en la capital, Madrid. El PSOE sigue liderando la izquierda, se mantiene prácticamente en el mismo número de votos, aunque se deja 5 diputados (se queda con 85). Ciudadanos pierde 400.000 votos que recupera el PP y pierde 8 escaños.

El avance del populismo en España, afortunadamente, no es tan rápido como parecía. Ya no es tan claro que Podemos tenga en un futuro inmediato opciones de Gobierno. Un número considerable de votantes de Podemos pueden haberse quedado en casa, otros habrán vuelto al PSOE. Iglesias, el líder de la formación morada, ya no es el hombre elegido por el destino para alcanzar el cielo de forma inmediata. El miedo a su triunfo y seguramente el Brexit han sacado de la abstención a decenas de miles de votantes del PP que estaban desencantados por la corrupción. Ha funcionado el mensaje del voto útil de Rajoy que ha restado peso a Ciudadanos. La suma de los diputados del PP y de Ciudadanos (169) está muy cerca de la mayoría absoluta (176). Sería difícil de entender que Ciudadanos no apoyara la investidura de un Rajoy al que no puede vetar. Sería también difícil de entender que el PSOE, después de haber descendido a 85 diputados, no facilitara esa investidura con una abstención. La intervención de Pedro Sánchez, el secretario general de los socialistas, tras conocer los resultados parece anticipar una actitud diferente, una superación de los vetos de los últimos seis meses. Es razonable pensar que haya un Gobierno del PP con participación de Ciudadanos. Se superarían así los bloqueos de los meses anteriores: España tendría Gobierno y un Gobierno constitucional.

Eso no significa que todo esté resuelto. El PP tiene pendiente una urgente tarea de renovación. Rajoy con la victoria de este domingo debería empezar a trabajar cuanto antes en una sucesión ordenada. El PSOE tiene por delante el inmenso reto de rehacerse. Ha sido un alivio no verse superado por Podemos, pero está en mínimos históricos y el riesgo de perder el liderazgo de la izquierda no ha quedado eliminado. Ciudadanos ha quedado colocado como un partido bisagra con un papel más humilde que el que sus líderes se atribuían. Si quiere mantener su hueco, que está más en el centro derecha que en la centro izquierda, tendrá que madurar y superar ciertas arrogancias. Y el hecho de que Podemos no se haya convertido en la segunda fuerza no supone ni mucho menos que el populismo haya desaparecido de la escena política española. La legislatura va a ser muy difícil. Hay importantes sacrificios pendientes y esos sacrificios alimentarán el victimismo populista. Ese victimismo exige superar la polarización, hacer pedagogía y una llamada a la responsabilidad colectiva.

Afortunadamente se ha producido una amplia victoria de las fuerzas moderadas. Y eso da un poco más de tiempo, estabilidad económica y respiro para acometer grandes reformas pendientes (educación, sistema productivo, estructura territorial). Pero hay tres tareas urgentísimas: una auténtica regeneración democrática que acerca a la vida política a la sociedad, una conversación que saque a los partidos de su ensimismamiento y una educación popular de la capacidad crítica que permita superar sueños utópicos. Son cuestiones en las que los gobiernos del centro derecha, que han pecado de tecnocráticos, no se han querido meter hasta ahora.

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