`La reina en el palacio de las corrientes de aire` golpea de nuevo
En Suecia existe un consenso social para no hablar de este último aspecto, según declara Noomi Rapace, actriz protagonista de la trilogía cinematográfica Millenium, cuya última y definitiva entrega, La reina en el palacio de las corrientes de aire campea exitosamente en nuestra cartelera, tras arrasar la saga literaria del fallecido Stieg Larsson con más de doce millones de ejemplares vendidos de sus tres voluminosos títulos (casi 900 páginas), lo que acrecienta el éxito del fenómeno literario sueco con notables predecesores, como es el caso de Henning Mankell y su inspector Wallander, en formato de serie televisiva.
El éxito de la saga Millenium hay que concedérselo en buena medida a la protagonista, Lisbeth Salander (Noomi Rapace), una joven físicamente débil de enorme inteligencia e igual frialdad para responder contundentemente a quien la agrade, ya sea el abusador administrador de Los hombres que no amaban a las mujeres o alguno de los despiadados criminales que aparecen en esta última, en la que se ve envuelta en una conspiración que afecta al Gobierno sueco.
La venganza es el motor del comportamiento de Salander en todo momento, originada en los malos tratos y vejaciones pasadas en su infancia y adolescencia, que la llevan, según el enfoque de su "padre" literario, Stieg Larsson, a ser impermeable a cualquier sentimiento de piedad, incapacidad, alegría o culpa. Esta heroína, para muchos millones de lectores y espectadores, es machaconamente operativa. Su intérprete dice que "le gusta porque es ella misma" (tópico que anuncia autenticidad, según la época del año o de la vida por la que uno pase, vacío, por tanto, de significado). Salander es ¿un nuevo arquetipo de mujer?, ¿es la concreción mediática de un nuevo feminismo beligerante? Es demasiado atrevido responder afirmativamente, pero de lo que no cabe duda es que triunfa entre el público.
Hierática más que en sus predecesoras, la actitud de Salander no deja entrever nada más allá que su efectividad en golpear y neutralizar al adversario, pero nada revela de su proceso para convertirse en una mujer de hielo, incapaz de una mirada amable o una sonrisa para quien le ha ayudado desde el principio, el periodista Mikael Blomkvist, o su hacker y amigo personal Plaga. Su mirada afilada y su rostro serio en todo momento es lo más sorprendente del filme, del guión, en suma, de la adaptación cinematográfica del la trilogía de Stieg Larsson.
El gran público parece comprender la actitud de Salander más allá de lo comprensible y considera adecuado su comportamiento por los abusos y vejaciones a que fueron sometidas ella y su madre; nadie se pregunta qué violencia tiene que ejercer ella sobre sí misma para no confiarse a quienes la aprecian, para no bajar nunca la guardia, para no exteriorizar cansancio y dolor, amargura y tristeza. Estos seres coriáceos empiezan a ser arquetipos en el cine actual y, lo más desquiciante, obtienen el favor del público, que en el caso de Salander tiene también el componente de conquista femenina para enfrentarse a personajes y situaciones límites; encarnadas casi en su totalidad en hombres.