La reconstrucción comienza en las personas
La vida en la ciudad se normaliza en todos los aspectos con gran rapidez, sobre todo en las actividades del comercio informal. Lo peor sigue siendo la situación de las miles de familias en los abrigos y el drama de los heridos en los hospitales de Puerto Príncipe. Nosotros seguimos centrados en los abrigos de la Cité Militare. Además de seguir con algunas distribuciones de productos de primera necesidad, hemos empezado el "ordenamiento" del abrigo. Con la ayuda de cuatro ingenieros voluntarios y los miembros de la comunidad, estamos levantando unas estructuras hechas con maderas y cubiertas de lona impermeable, capaces de proteger a las familias del fuerte sol y las lluvias que empezarán en abril-mayo. De la temporada de huracanes que va de junio a octubre nos ocuparemos más adelante.
Sonia Molina -otra cooperante española que desde el pasado jueves forma parte de nuestro equipo en Haití- es arquitecta y ha diseñado con Autocad la distribución de los abrigos, creando calles, líneas de tiendas de campaña y espacios de servicios. Avanzamos en la construcción por líneas, rompiendo las precarias casuchas hechas con sábanas, construyendo las estructuras y recolocando a las familias. Decenas de personas trabajando en varios equipos a la vez, midiendo distancias, serrando, clavando clavos, haciendo agujeros en el suelo para poner las columnas de madera. Los niños nos observan divertidos, les gusta cómo queda su nueva ciudad. Ahora van a tener un espacio para jugar a fútbol y calles más anchas donde caminar sin tropezar.
El trabajo de sensibilización con las familias que han hecho los técnicos locales de CESAL ha sido muy importante. Las familias entienden por qué los movemos, por qué hay que destruir su casita hecha de sábanas que hicieron con tanto esfuerzo. Son mudanzas obligadas para vivir con más dignidad y mejores condiciones. En todo este trabajo surgen miles de problemas y situaciones, que gestionamos en reuniones comunitarias. Buscamos soluciones entre todos. Ya somos conocidos en el abrigo, la gente nos llama por nuestro nombre, los niños se acercan sin miedo, aunque seamos extranjeros. La construcción de relaciones personales y nuestra capacidad de movilización de la gente serán claves para el éxito del abrigo. Tampoco dejamos de lado la situación personal de cada familia, el drama que han sufrido. Nuestros técnicos siguen visitando a las familias, presentándose, explicando quiénes somos y lo que estamos haciendo, hablando de su situación, identificando sus necesidades, dando consuelo y apoyo moral, y conociendo el patrimonio que sigue quedando y al cual hay que aferrarse como punto de partida. Sin duda, hay una positividad que está naciendo, unas ganas de salir adelante que crecen día a día.
Puerto Príncipe vuelve a estar llena de atascos y embotellamientos. Antes del terremoto maldecía las horas pérdidas en el intento de desplazarme entre tanto caos de vehículos. Pero ahora me da una enorme alegría. Los tap-tap y turismos privados han vuelto a conquistar las calles: el transporte se ha reactivado. No se me quita de la cabeza la imagen de los primeros días después del temblor, cuando la gente deambulaba por las calles vacías de coches, sorteando los escombros.
Las cifras de muertos aumentan cada día. El Gobierno haitiano ya lleva cuantificadas 200.000 personas, y falta todavía añadir los cadáveres que quedan debajo de los edificios derrumbados, que se me hacen muchos. El temblor ocurrió cerca de las 5 de la tarde, con las escuelas, comercios y centros de trabajo vacíos, y la mayoría de los haitianos en las calles. Me estremezco al pensar las consecuencias de este terremoto a las 10 am, en horario escolar y laboral, con todo el mundo dentro de los edificios que cayeron. Multipliquen por tres el número de víctimas y heridos.
En Haití, a diferencia de Europa, la mayoría de la población está formada por niños y niñas en edad escolar. De haber sido el temblor en horario escolar hubieran desaparecido varias generaciones en un solo día. Los niños que ven sus escuelas destruidas están traumatizados. Me cuenta una Hermana Salesiana del barrio donde trabaja CESAL que ni se plantean durante los próximos meses empezar a dar clases bajo un techo, pues los niños y sus papás se negarían a entrar en cualquier edificio. Todas las escuelas de Puerto Príncipe, las que quedan en pie, esperan las orientaciones del ministro de Educación para empezar sus actividades. Mi amiga Sor Kerline piensa que hay que montar grandes carpas en los patios y canchas de deporte, y empezar la escuela lo antes posible. Debido a la falta de espacio y de profesores (muchos han sido víctimas), juntarán varios grados o cursos. Las hermanas buscan apoyo por todas partes, saben que será difícil que el Ministerio tenga la capacidad de poner en marcha todas las escuelas de Puerto Príncipe en este momento.
Desde CESAL intentaremos apoyar este tipo de iniciativas. La reconstrucción de Puerto Príncipe no es sólo la de los edificios, es la de las personas. Y los niños serán el futuro de esta reconstrucción durante los próximos 10-15 años, y los protagonistas del nuevo Haití que debe nacer de esta tragedia.