La receta de Podemos
Los vinos que se van a pedir, los libros que se van a leer, los partidos a los que se va a votar. Son las tendencias; ideas candidatas a profecía desde nuestra capacidad de predicción. Es la predicción la que hace que nos sea apreciable la música, entre lo previsible en cada frase musical y la sorpresa armónica. Hace nuevo el arte, la ciencia y la moda, que es el resultado también de la predicción. Nos permite planificar, construir; desde una receta de cocina hasta los hitos de nuestras vidas. Predecir nos permite construir.
Dedicamos muchos recursos a la predicción; desde agencias meteorológicas hasta centros de estudios de opinión. Cuando se avecinan elecciones, esto es, siempre, predecir el futuro acerca de quiénes nos van a gobernar interesa más que la predicción de huracanes. Por eso, el curso del viento de Podemos lo seguimos como amenaza de tornado en el horizonte. Si la nieve que la ola de frío nos trajo era esperada, el tornado de Podemos también. La predicción está en boca de todos. Churchill decía que él prefería hacer predicciones “a posteriori”. La Ciencia Política, igual que la Economía, explica –“predice”– las cosas después.
De todos modos existe el imprevisto. El 11 de marzo de 2004 fue el atentado que segó la vida de 192 personas en Madrid el trágico imprevisto que trajo una cascada de sorpresas derivadas. En política, el inédito huracán de cambio de intención de voto puso a Zapatero en la Moncloa. Zapatero no estaba “previsto” pocos días atrás, y el curso de España cambió así, en una urgente campaña de sms.
Hoy el imprevisto más previsto es Pablo Iglesias y Podemos. El curso de la Historia con Podemos es predecible, porque la Historia, para un marxista no es una ciencia, sino un empeño dialéctico, un modelo a construir. Para Hegel, la Historia no es más que la crónica de la búsqueda de libertad. No se estudia; se hace. Podemos no estudia soluciones, no propone hacer; toma posiciones. Miramos el presente en Grecia para intentar predecir el futuro en España. El viaje de Varufakis por Europa la semana pasada ha mostrado que a partir de ahora las cosas van a ser diferentes intentando cambiar las exigencias impuestas por la troika. Aunque Grecia no es España (la Historia reciente de Grecia es un relato de crisis, defaults y más crisis), sí que constituye un espejo de lo que puede ser Podemos, a la vista de cómo Europa toma un desafío como Syriza.
Chomsky, que es un referente patriarcal de esa izquierda que reparte consignas por el mundo viajando en business-class, ve, sin embargo, paralelismo entre Syriza y Podemos, y lo ve con entusiasmo no disimulado, porque ve el principio del fin de los neoliberales conservadores. Chomsky, un marxista en clave anarco-sindicalista de Massachusetts, ve Europa hoy como “una de las mayores víctimas de esas políticas económicas de locos, que suman austeridad a la recesión´, asegura, calificando de ´éxito del sistema neoliberal´ que el Estado del Bienestar esté siendo desmantelado para aumentar el poder de los ricos. No ve Chomsky, sin embargo, que Podemos tenga un programa de izquierda; no propone comités de trabajadores. Es cierto. No hay revolución programada, la revolución son ellos. La revolución, como la Historia, está ya “hecha”. Hay base de votantes ya “revolucionados”. Lo que se provocaría es un cambio de rumbo con el timón del Estado en sus manos. Un Estado para intervenir más, repartir más. Gastar más, que es lo que pone de los nervios a la troika, viendo un default más a la vuelta de la esquina. El Estado moderno es hoy para Podemos el zar Nicolás II. Directamente. Por eso la propuesta de Podemos no pasa por liquidar la estructura sino por apropiársela. Contra la austeridad, imprimir billetes para crear riqueza; que si ahora en la nueva Europa no se puede, pues adiós a la Europa de los acreedores. Por algo para Chomsky la Historia es Economía en construcción, y el único freno a Podemos en España, agotada por los grandes partidos políticos que nunca cumplen y se llevan todo, es el miedo al experimento como el que inicia Syriza en Grecia; no está muy claro si el destino es Venezuela, el modelo popular cada vez más próximo, o Berlín cada vez más insufrible en su factura y realismo. La conveniencia puede llevar a Atenas a la órbita de Moscú, y las órbitas con planetas re-situados son impredecibles, como Podemos.