La política como pastel

España · Francisco Pou
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27 noviembre 2015
La ficción se queda corta frente a la realidad, y la política catalana nos va mostrando cómo el sentido del ridículo es todo lo flexible que uno pueda soñar. Nadie se sorprende ya del tinte venezolano que el espectáculo político arroja, y esa falta de sorpresa hace presagiar cualquier final; a todo nos hacemos ya en Cataluña. Ahora la propuesta de la CUP consiste en nombrar nada menos que a cuatro presidentes de la Generalitat para hacer sitio a Mas donde ya nadie cuenta con él. La cosa pública deja de ser una llamada de servicio para convertirse en un pastel, una ganancia, un trofeo de caza que repartir.

La ficción se queda corta frente a la realidad, y la política catalana nos va mostrando cómo el sentido del ridículo es todo lo flexible que uno pueda soñar. Nadie se sorprende ya del tinte venezolano que el espectáculo político arroja, y esa falta de sorpresa hace presagiar cualquier final; a todo nos hacemos ya en Cataluña. Ahora la propuesta de la CUP consiste en nombrar nada menos que a cuatro presidentes de la Generalitat para hacer sitio a Mas donde ya nadie cuenta con él. La cosa pública deja de ser una llamada de servicio para convertirse en un pastel, una ganancia, un trofeo de caza que repartir.

Mientras, los farmacéuticos y los proveedores hospitalarios de Cataluña (donde la sanidad concertada es un 58%) siguen sin cobrar, 330 millones de euros y 980 millones respectivamente. Unas cifras que se verán abultadas por el castigo de intereses de morosidad de los bancos que financian tales operaciones. No hay problema, sin embargo, para mantener a TV3 en su lubrífica campaña que, igual que el gasto en las “oficinas culturales del exterior”, las llamadas “embajadas de la señorita Pepis”. Para atender dichas urgencias, el gobierno central dicta condiciones de justificación y arreglo presupuestario para mover su Fondo de Liquidez Autonómica. Unas condiciones que el gobierno de la Generalitat califica como “de castigo” a las urnas; unas urnas que, con pocas dudas, veremos muy pronto para salir de este atolladero.

Cada farmacia en Cataluña, como promedio, tiene una deuda de 120.000 pendiente por cobrar. Ante la falta de tesorería las farmacias han reducido el stock de productos para venta, que también financian. Como resultado, el acceso a medicamentos importantes se ve ya limitado en la calle. Es un chantaje de caja que Madrid y Barcelona manejan para culpabilizar por haber llegado a este extremo. Cataluña, como Grecia, ve limitada su autonomía por las realidades de presupuesto y calendario. ¿Y quién no? Ésta es la cuestión que la gente en la calle empieza a plantearse frente al espectáculo de quien, ante la situación, pide un pastel para cuatro. Probablemente la “cuestión catalana” se resuelva casi sola frente a la tozudez de la realidad a la griega. Quien tiene la caja, “qui paga”, se dice en Cataluña, manda, “mana”, y en Cataluña la caja se rompió hace ya tiempo.

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