La persistencia del apellido

Mundo · Augusto Manzanal Ciancaglini
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7 julio 2015
En algunos casos es difícil determinar el valor de un aspirante que está envuelto en la dicotomía entre meritocracia y nepotismo, teniendo en cuenta también que hay otros elementos externos más ligados a la suerte que puede brindar una base timocrática más general de adscripción.

En algunos casos es difícil determinar el valor de un aspirante que está envuelto en la dicotomía entre meritocracia y nepotismo, teniendo en cuenta también que hay otros elementos externos más ligados a la suerte que puede brindar una base timocrática más general de adscripción.

Las facilidades que ofrece el estar amparado por una gens se pueden compensar con las dificultades de disipar las sospechas de favoritismo y poco merecimiento, solo aprovechando unas y superando las otras se es capaz de demostrar que se posee las aptitudes para hacer verdad la frase de Jean Jacques Rousseau que dice: “Un buen padre vale por cien maestros”.

A lo largo de la historia ha sido variable la capacidad de los parientes en el ejercicio del poder, desde hijos que sobrepasaron a sus padres como Alejandro Magno o Carlomagno, hasta progenitores que no pudieron ser ni remotamente igualados como sucedió con el emperador romano Marco Aurelio y su sucesor Cómodo.

En Estados Unidos se observa cierta constancia en el nivel de valoración o en las características de políticos emparentados: John Quincy Adams estuvo a la altura de su padre John Adams, los Roosevelt con un gran carisma desarrollaron políticas progresistas en el plano nacional y afianzaron el protagonismo estadounidense en el internacional, los Kennedy compartieron convicciones al igual que destinos trágicos y los Bush fueron muy parecidos en sus gobiernos, tanto en el ámbito doméstico como el exterior, lo que fue ejemplificado por la reproducción de la guerra contra Sadam Hussein.

En la actualidad se perfila una futura contienda electoral que posiblemente sitúe a dos candidatos presidenciales con cierto bagaje dinástico, apellidos conocidos para movilizar a mujeres y latinoamericanos; el hijo y hermano de expresidente Jeb Bush contra la esposa de expresidente Hilary Clinton.

Surge la pregunta de si repetirán la tradición estadounidense de similitud familiar de desempeño. Con respecto a Hilary, pese a ciertos resquicios de su pasado republicano, sus actos tanto como secretaria de Estado como en el senado son indicadores de poca predisposición a decisiones cercanas a una postura conservadora.

Jeb Bush, por otro lado, aunque su gobierno de Florida dejó claro su posicionamiento en el espectro ideológico con bajadas de impuestos, promoción de lo privado y su apego al uso del veto, es visto como moderado por muchos.

Más allá de matrimonios y patrimonios, llegará a la Casa Blanca un personaje novedoso; primera mujer o primer hispanohablante, particularidades que, junto a la propia idoneidad expresada en ambos casos por un comportamiento dinámico y por un supuesto ideario mesurado, deberán hacer posible que el déjà vu que parece ser Bush versus Clinton se esfume con la consolidación de un 45º presidente de los Estados Unidos que logre desarraigarse de las encarriladas limitaciones vinculantes para, a través de la conquista de su nombre en la historia, dignificar el mérito individual.

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