La parte de los ángeles

Cultura · Juan Orellana
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15 noviembre 2012
El director británico Ken Loach, máximo representante del cine europeo de extrema izquierda junto al griego Costa-Gavras, recupera la mirada de sus mejores películas con La parte de los ángeles, premiada en los festivales internacionales de Cannes y San Sebastián. De la mano de su guionista habitual, Paul Laverty, nos brinda una historia humana de redención que deja de lado las veleidades marxistas que caracterizan gran parte de su filmografía. Sin embargo, Loach no abandona el terreno que le es más familiar y al que ha dado toda su vida, el del cine social comprometido: las vicisitudes de los más desfavorecidos, que luchan para salir adelante en la vida de la mejor forma posible. En este caso los protagonistas no son los parados, ni los obreros, ni los inmigrantes,... sino los delincuentes obligados a trabajos sociales en conmutación por su pena. El protagonista es Robbie (Paul Brannigan), un tipo pendenciero y de mala vida que desea reconducir su existencia al enterarse de que va a ser padre. Le acompañan Rhino, Albert y Mo, unos perdedores que también tratan de navegar hacia mejor puerto. El encargado judicial del grupo, Harry (John Henshaw) es como un padre para ellos, y especialmente para Robbie, al que va a ayudar mucho más allá de sus obligaciones legales.

La parte de los ángeles está atravesada de un cierto tono cómico, que se agradece, y que compensa la violencia de algunas imágenes y la dureza de determinadas situaciones. En realidad, el film es como una versión social y posmoderna de Los miserables: trata de un delincuente que, agradecido por las segundas oportunidades que en este caso Harry y Leonia, su novia, le dan, se jura a sí mismo no volver a hacer daño a nadie, y dar a su hijo y a Leonia una vida digna. Como el Jean Valjean de Victor Hugo, también a Robbie le van a perseguir quienes no quieren que su vida cambie y que ni siquiera están dispuestos a creer en ello.

La película ofrece una mirada muy positiva sobre la capacidad del ser humano de reconstruirse cuando se siente acogido, y cuando comprende que la vida le da más de lo que merece. Además propone la paternidad como camino de maduración. Se trata por tanto de una cinta en la que prevalece la esperanza de una redención posible, una película que exalta los vínculos profundos entre las personas y la responsabilidad de unos sobre otros.

El estilo cinematográfico del film es el clásico estilo de Ken Loach de toda la vida: su forma de encuadrar, su puesta en escena, su dirección de actores,… en un film absolutamente británico, pero también universal. Ojalá esta cinta suponga un carpetazo definitivo al cine de adoctrinamiento ideológico.

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