La nueva época, marcada por los muros

Mundo · Antonio Polito
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15 enero 2019
Hace treinta años, la caída de un muro puso fin a la guerra fría. Treinta años después, América cierra sus puertas, la cerradura más larga de la historia, para construir un muro. Hasta 1989 Occidente quería abatir las barreras para liberar a los que habían quedado dentro. En 2019 quiere alzarlas para dejar fuera a los que quieren entrar. No hay nada más simbólico que una simple pared de cemento para entender cómo ha cambiado la historia del mundo en solo tres décadas. Con el Muro de Berlín acabó la gran ilusión del comunismo, para dar paso un nuevo orden liberal que ahora se desvanece.

Hace treinta años, la caída de un muro puso fin a la guerra fría. Treinta años después, América cierra sus puertas, la cerradura más larga de la historia, para construir un muro. Hasta 1989 Occidente quería abatir las barreras para liberar a los que habían quedado dentro. En 2019 quiere alzarlas para dejar fuera a los que quieren entrar. No hay nada más simbólico que una simple pared de cemento para entender cómo ha cambiado la historia del mundo en solo tres décadas. Con el Muro de Berlín acabó la gran ilusión del comunismo, para dar paso un nuevo orden liberal que ahora se desvanece.

Cambiamos globalización por cosmopolitismo y estamos pagando el precio con la venganza de las naciones. La historia, que al profesor Fukuyama le parecía acabada, ha vuelto a ponerse en marcha, pero hacia atrás. Cuando los berlineses se libraron del muro, había 16 muros en el mundo. Treinta años después, hay 63. Una cerca para mantener fuera a los mexicanos se levanta ya a lo largo de más de mil kilómetros, con sensores electrónicos y visores nocturnos, pero a Donald Trump no le basta. Por su parte, los mexicanos se han construido uno para mantener fuera a los guatemaltecos. Hungría, el país que inutilizó el Muro de Berlín desmantelando el alambre de espino electrificado en la frontera con Austria y abriendo así un paso hacia Occidente a los alemanes que huían del este, ahora ha reconstruido su propia barrera de alambre de espino, de 175 kilómetros de largo y 3,5 metros de alto, en la frontera con Serbia, para frenar a los inmigrantes.

Los pueblos que quedaron atrapados tras el Telón de Acero son hoy los más ansiosos por construir uno nuevo. Y donde hay mar, y no se pueden construir muros, se cierran fronteras, como con el brexit, o puertos, como Salvini. Desde que el mundo es mundo, las civilizaciones utilizan las obras de albañilería como si fueran un código político, un programa cultural, construyendo o derrumbando. El emperador Quin Shi Huang unificó China haciendo la Gran Muralla. Los comunes italianos, al culminar la unión, edificaron catedrales y torres. Osama bin Laden pasó a la historia por sus dotes demoledoras. Los que tienen miedo construyen muros, los que tienen confianza construyen puentes. Al final del siglo XIX, el Circo Barnum llevó al puente de Brooklyn a 21 elefantes para convencer a los neoyorquinos de que era estable y sólido. Génova todavía tiene que demoler el puente Morandi para poder tener uno así.

Los que tienen esperanza construyen calles. Por las vías del imperio romano ha pasado la civilización entera, mercancías e ideas, soldados y apóstoles. En su apogeo, la red se extendía por cien mil kilómetros de calles pavimentadas, que entre ellas unían a 32 naciones de nuestros días. Sin ellas el cristianismo nunca habría podido difundirse por la cuenca del Mediterráneo a tal velocidad, y la historia de Europa habría sido muy distinta. Digamos que más bárbara. Construir es el destino del hombre.

Corriere della Sera

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