La misericordia es la única reacción verdadera ante el mal
El dolor desgarrador llama de nuevo a nuestra puerta trastocándolo todo. En España la fragilidad de una cabezada al volante termina en tragedia. En Bélgica el vacío muestra de nuevo su rostro violento y despiadado, su «ciega violencia», como ha dicho el papa Francisco.
¿Cómo podemos mirar estos hechos como hombres sin sucumbir a la confusión o a la rabia? Solo podremos hacerlo si no bloqueamos la necesidad urgente que estos eventos despiertan en nosotros de encontrar un significado, un porqué. Cuanto más nos hiere el dolor, más honda es la pregunta que sentimos dentro de nosotros aunque sea solo por un instante, antes de buscar una vía de salida en la distracción y el olvido por el sentimiento de impotencia que nos invade ante semejante pregunta.
Detrás de la fachada con la que nosotros, hombres sin vínculos, hacemos ostentación de seguridad, se impone ante nuestros ojos la profundidad de nuestra necesidad, la necesidad de que alguien cure nuestras heridas, nos libre de nuestra aflicción.
La liturgia de la Semana Santa acude en ayuda de nuestra incapacidad para resolver el drama: «Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza y levanta nuestra débil esperanza con la fuerza de la pasión de tu Hijo» (oración de laudes del Lunes Santo en la Liturgia de las Horas según el rito romano). «Él alcanza de lleno y provoca nuestra fragilidad con un embate de vida: haz que recobre vida a través del sacrificio, del dolor y de la muerte de tu único Hijo» (don Giussani). Cristo se ofrece de este modo como respuesta a la altura de la exigencia infinita de un porqué y al mismo tiempo nos comunica esa energía sin la cual no podemos recobrarnos ni tomar el único camino para derrotar la violencia. La misericordia que nos vale a nosotros es la misma que necesitan también los demás.
Benedicto XVI nos recordaba recientemente la razón de la insistencia del papa Francisco en este Año de la Misericordia: «La misericordia es la única verdadera y definitiva reacción eficaz contra el poder del mal. Solo allí donde hay misericordia termina la crueldad, terminan el mal y la violencia».