Consideraciones anticipadas sobre las próximas elecciones en Cataluña

La mentira de Cataluña

España · Francisco Caja, profesor, presidente de Convivencia Cívica Catalana
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20 mayo 2010
Si el tiempo y la autoridad no lo impiden, el próximo mes de noviembre tendremos en Cataluña las elecciones que, de acuerdo con la voluntad expresada por los ciudadanos, deben configurar el nuevo gobierno autonómico. Sería vano adelantar conjeturas al respecto. Por fortuna. Pues, en efecto, democracia y fortuna se hallan unidas por un vínculo indisoluble. Pero esta constatación no impide el afán ni el beneficio con los que desempeñan sus cálculos los candidatos en esas elecciones.

Pero el interés del simple elector es distinto: a la hora de la verdad él está solo y la única manera de imponer su voluntad estriba en su único voto que deposita en su urna. Pues él no quiere gobernar sino ser bien gobernado. Pues está claro que la naturaleza democrática del poder no puede ocultar la disparidad de su posición ante él. Pero el ciudadano dispone en un sistema democrático de remedios adicionales frente a su impotencia frente al poder: la posibilidad de influir en la opinión pública. En último extremo ésta es la función principal de la sociedad civil en la constitución de ese sistema de controles y equilibrios que limita la tendencia propia del poder a su exceso.

Por esta razón es de una importancia decisiva para la realidad de la democracia no sólo el aseguramiento de que la sociedad civil sea efectiva, esto es, que logre influencia en las decisiones del poder político, sino que también el ciudadano individual logre sin trabas insuperables vehicular sus preferencias a través de la misma. Y es aquí sonde se concentran todas la dificultades de la sociedad catalana. Pues el divorcio entre la realidad social y el discurso oficial en Cataluña alcanza proporciones inhabituales. Y ello es consecuencia, sin duda, de un régimen político derivado de una ideología de raíz antidemocrática que lleva el nombre de nacionalismo.

Es obligado aquí, para caracterizar las condiciones en las que han de producirse las próximas elecciones catalanas, referirse a esa noción que forjara en su día Timur Kuran: la falsificación de las preferencias. Sólo así será lícito anticipar el resultado de las mismas, aunque esta previsión defraude sin duda las expectativas de quien espera de este artículo un vaticinio. La identificación de las condiciones de la democracia en Cataluña, con todo, proporciona un preciso anticipo cualitativo de las elecciones nada despreciable. Dicho de otro modo: lo que importa desde el punto de vista del ciudadano es saber hasta qué punto la voluntad que expresa en las urnas corresponde a sus preferencias reales. De eso justamente depende el carácter realmente democrático de unas elecciones.

Y no sería honrado decir al respecto otra cosa que resultaría un milagro que esa coincidencia se produjera, tal es la brecha que en Cataluña se ha producido entre "las verdades privadas y la mentira pública". Treinta años de vigencia del régimen nacionalista son la causa de ello. Dicho con brocha gorda: el hecho es que los catalanes, de una manera singular, "mentimos sobre nuestras preferencias privadas, presionados por la opinión pública mayoritaria, percibida o imaginada". Que es la manera apropiada de decir lo que ordinariamente se dice al referirse no sólo al "oasis catalán" sino también a la cacareada "desafección" de los ciudadanos respecto a la política.

La "falsificación de las preferencias" se ha convertido así en el régimen general de funcionamiento de la sociedad catalana. Y ello tiene, como consecuencia y como explica Kuran con una encomiable claridad, efectos claramente indeseables, tanto más cuanto que estamos ante una profunda crisis no sólo económica sino también, y por esta razón, política: si se ignora la verdadera opinión pública "se niegan alternativas y posibilidades de cambio". El ciudadano en Cataluña afronta una situación desesperada: ante procedimientos formalmente democráticos no logra reflejar sus preferencias mediante esos procedimientos. Y todo cálculo, toda actividad racional, es impotente para modificar esa situación. Mal asunto, como diría el castizo. Un círculo vicioso, como afirma Kuran, pues, al final, las preferencias privadas se modifican hasta tal punto que el statu quo se endurece, se fosiliza de tal modo que, para el caso que nos ocupa, la Cataluña oficial y la real son como dos mundos paralelos.

Pero el lector permitirá que detenga aquí estas consideraciones. Es ésta la "nación" que los nacionalistas han construido. Si Cataluña es efectivamente una nación, esa nación nada tiene que ver con la sociedad catalana. Ni remotamente. O sea, que es de naturaleza virtual la que cotidianamente fluye de manera incesante de los medios públicos y "concertados" catalanes. Y eso no hay elección que lo remedie. Ahí está la altísima cifra de abstención que caracteriza particularmente cada una de las elecciones autonómicas catalanas.

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