La libertad religiosa, un factor estratégico (y II)
En este sentido, el documento ha recogido un catálogo de violaciones de la libertad religiosa, bajo la forma de prohibiciones arbitrarias, restricciones o castigos por:
- manifestación pública de las propias creencias religiosas.
- celebraciones religiosas pacíficas: incluyendo, en esta categoría, actos de culto, rezos y oraciones.
- celebraciones religiosas pacíficas: incluyendo, en esta categoría, actos de culto, rezos y oraciones.
- celebraciones religiosas pacíficas: incluyendo, en esta categoría, actos de culto, rezos y oraciones.
- Por el hecho de contribuir a la construcción de la convivencia social, desde abajo (desde el diálogo con la sociedad), frente a la visión desde arriba (óptica de los poderes públicos).
- Por el hecho de contribuir a la construcción de la convivencia social, desde abajo (desde el diálogo con la sociedad), frente a la visión desde arriba (óptica de los poderes públicos).
- Por el hecho de contribuir a la construcción de la convivencia social, desde abajo (desde el diálogo con la sociedad), frente a la visión desde arriba (óptica de los poderes públicos).
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La situación en China es de una continua vulneración de los derechos fundamentales; especialmente, el de la libertad religiosa. El establecimiento de una Iglesia Patriótica China, adicta al régimen, ha sido un intento por provocar la división de los católicos (especialmente, sacerdotes y obispos) y obligarles a elegir entre la obediencia al Partido y la obediencia al Papa. Han sido numerosas las ordenaciones de obispos de la Iglesia Patriótica con la oposición de Roma. La división ha causado desconcierto entre los fieles. El informe de libertad religiosa de 2010 elaborado por Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) pone de relieve lo dramático de la situación y los incontables arrestos y aislamientos que sufren los sacerdotes y obispos. El régimen comunista también se ha cebado con las comunidades protestantes, que también han visto cerradas numerosas iglesias y confiscada una gran cantidad de material. Una prueba del papel que puede jugar la fe religiosa en el espacio público es la declaración hecha por líderes protestantes con el 20º aniversario de la matanza de Tiananmen, en la que se instaba al Gobierno que reconociese lo que había hecho y pidiese perdón al pueblo chino. La respuesta del gobierno chino fue encarcelar al disidente Liu Xiaobo, por difundir la Declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, siendo acusado de "traición al Estado".
Israel. Es claro aquí el papel estabilizador que juega la Iglesia en Israel y en Palestina, ya que, en numerosas ocasiones, ha hecho reiterados llamamientos a la moderación y la reconciliación entre israelíes y palestinos. Es el cristianismo quien está tomando la iniciativa en este sentido, con gestos como el de alentar a los líderes israelíes y palestinos, a la comunidad internacional y a los cristianos del resto del mundo, a una paz justa. Lo que se defiende es el derecho a la libertad religiosa de todos, y llama a eliminar la discriminación y la exclusión. Esta labor es la que, en el ámbito católico, está ejerciendo ahora la Custodia de Tierra Santa, encargada del mantenimiento de los Santos Lugares.
Junto a la labor de algunas Organizaciones No Gubernamentales de apoyo a la presencia cristiana en Israel (algunas nacidas a raíz de la visita de Juan Pablo II a Tierra Santa en 2000, con la finalidad es contribuir a una cultura de la paz y del respeto a la diferencia), y la labor de algunas órdenes religiosas presentes en Israel y los Territorios Palestinos, haciendo hincapié en el sostenimiento de la presencia cristiana en los Lugares Santos, la colaboración de la Custodia de Tierra Santa y del Patriarcado Latino de Jerusalén con otras iniciativas de la sociedad civil para la fomentar una toma de conciencia de la importancia de la presencia cristiana en este ámbito, en el futuro, constituirá un factor dinamizador para contribuir a la estabilidad necesaria para la convivencia entre la población. Los frutos que se han recogido de esta labor de concienciación han ido más allá de una visión maniquea del conflicto árabe-israelí.
El problema del Islam. En los países islámicos, la cuestión sobre la libertad religiosa no es uniforme, como ha señalado el p. Samir, debido a la existencia de varias corrientes religiosas en su seno, la división entre sunníes, y los chiíes convulsiona el mundo islámico. La realidad política en los países islámicos de mayoría sunní (Pakistán, Iraq, Arabia Saudí, entre otros) nos hablan de represión de minorías religiosas chiíes. En paralelo, una nueva generación de ulemas jóvenes se ha hecho con el control de las minorías chiíes en países como Líbano, Iraq y Afganistán, cuya máxima expresión ha sido la Revolución islámica impulsada por el ayatolah Jomeini en Irán. Ello ha llevado a una enorme politización de las disputas entre ambas corrientes doctrinales, cuyo primer fruto fue la primera Guerra del Golfo (Irán-Iraq), en la que países como Arabia Saudí y Pakistán apoyaron al régimen iraquí de Saddam Hussein, frente al apoyo iraní a las minorías chiíes de Iraq. La conflictiva posguerra de Iraq, en 2003, está reflejando una lucha por el poder, aunque el principal problema que se plantea es si la división entre sunníes y chiíes tiene o no la capacidad para provocar una redefinición de las fronteras en Oriente Medio y, lo que es más delicado, la desaparición de Iraq como Estado de corte sunní.
Todo este panorama nos hace ver, indudablemente, que las luchas doctrinales dentro del Islam (que merecen ser estudiado más detenidamente) constituyen un factor de inestabilidad no sólo en Oriente Medio, sino también en Asia Oriental y en el Magreb. En Asia Oriental, el sunnismo es dominante en países como Malasia, Indonesia o Pakistán, mientras que India y Bangladesh presentan un panorama más complejo. Los ismaelíes (o ismaelitas), que sólo aceptan 7 de los 12 imanes reconocidos por los chiítas, creen que la sharia ha de ser derogada y rechazan las oraciones coránicas aceptadas por los sunníes. Su interpretación del Corán es espiritual, lo que les hace liberarse de la adhesión a normas como la oración, el ayuno y la peregrinación. La inestabilidad derivada de los conflictos interreligiosos en el Subcontinente Indio con los hindúes ha causado una enorme sensación de inseguridad en el país, agravada por los atentados terroristas de Mumbai, reivindicados por una rama de Al-Qaeda. En este país, la convivencia hindúes-musulmanes es delicada: mientras que una mayoría acepta, no sin malestar, integrarse en la comunidad nacional (que revela la distorsión entre las leyes indias y el derecho musulmán), una serie de pequeños grupos organizados (como los que atentaron en 2008 y los separatistas de Cachemira) han empezado a caer en el yihadismo imperante.
La religión como factor de estabilidad
El avance del integrismo religioso y la fuerte secularización llevada a cabo en Occidente ha contribuido a un recelo generalizado sobre el papel de las religiones en la vida pública. Actualmente, son cada vez más quienes sostienen que la religión debiera ser relegada al ámbito de los sentimientos y juicios privados. Frente a ello, Paolo Gomarasca, en su artículo destinado específicamente a esta cuestión, sostiene que la sociedad civil ha de favorecer el hecho de que las personas humanas vivan un reconocimiento mutuo de su dignidad común, tanto en lo público como en lo privado, correspondiendo a las religiones un papel fundamental. Frente al déficit de democracia imperante, parece que ellas estén destinadas a jugar el papel de apoyo de motivaciones psicológicas de una ética pública en crisis. Esta reducción de lo religioso a lo meramente político -sostiene Gomarasca- tiene, como consecuencia, que se prive a la religión de su nota esencial de trascendencia y de capacidad de relación con lo humano.
Desde algunas iniciativas (como el centro Oasis) se ha lanzado una verdadera provocación al reclamar a las religiones a ejercer este papel de diálogo con la sociedad civil, lo que implica que los contenidos de fe han de poder ofrecer razones propiamente políticas y no sólo religiosas. Una cosa parece clara: si se quiere contribuir a la convivencia y al desarrollo de los pueblos, habría que considerar la libertad religiosa como factor estratégico que aporta estabilidad en la construcción de la sociedad y en el panorama político, al propiciar un punto de encuentro favorable al diálogo. Las concepciones de la laicidad como "neutralidad absoluta y no promoción de la diversidad religiosa", que han llevado, en algunos casos, a sostener posiciones extremas, se revelan claramente insuficientes para afrontar la creciente oleada de integrismos surgidos en muchas partes del mundo, ante las cuales el mundo occidental secularizado carece, ahora mismo, de una propuesta cultural adecuada. En el futuro, es razonable pensar que el factor religioso adquiera, cada vez más, un carácter estratégico por dos motivos:
La existencia de libertad religiosa constituye un presupuesto imprescindible para una sociedad libre, en cuanto que se abre paso una conciencia crítica que puede ser compartida por el resto de la sociedad (en la línea que describen autores como Tony Blair o Paolo Gomarasca), sin que ésta asuma necesariamente el contenido dogmático de las religiones. Por el contrario, y como ha señalado repetidamente Benedicto XVI, a lo largo de su pontificado, la fe ha de confrontarse con la realidad social y ofrecer un punto de encuentro con todos. Esto ya va comenzando a ser secundado por otras confesiones. En este sentido, el diálogo interreligioso ecuménico entre cristianos católicos y ortodoxos puede ser un factor esencial para la estabilidad social. Diálogo que debería ir en paralelo con el mantenido entre los cristianos, los judíos y los musulmanes. Y es que, en línea con lo que reclamó Juan Pablo II en su visita a Israel de noviembre de 2003, es preciso "construir puentes, no muros".
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