La libertad religiosa, un factor estratégico (I)

Mundo · Francisco Medina y Noelia Ruano
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8 mayo 2012
De entre todos los derechos y libertades inherentes a la dignidad humana, y plasmados tanto en la Declaración de las Naciones Unidas como en las sucesivas Constituciones de los diversos estados democráticos del mundo, no hay libertad que más implicaciones ha originado ni más debates ha suscitado, tanto a nivel nacional como internacional, que la libertad religiosa y de conciencia. Interesa entender el punto de partida de este derecho tan controvertido que ha suscitado posiciones tanto a favor como en contra. Y ello no sólo desde el punto de vista histórico, sino también en el contexto de nuestro siglo XXI, en el que los ataques terroristas del 11-S al World Trade Center pueden ser vistos como el inicio de una nueva era en las relaciones internacionales.

El debate sobre libertad religiosa y laicidad: posiciones

Sin entrar en la evolución histórica, es evidente que las consecuencias derivadas de la existencia de las diversas formas de religiosidad en el mundo se han hecho más acusadas en nuestro tiempo, con el fenómeno del integrismo presente en algunas religiones y el proceso de secularización profunda que tiene lugar en Occidente (surgido de la Reforma protestante del siglo XVI y acentuado con la Ilustración). Es indudable que, hoy día, en el panorama internacional, estamos asistiendo a un debate acerca del papel de la de la religión; debate que no ha estado exento de ciertas posiciones enconadas, ocasionado, en gran parte, por las diversas decisiones políticas que se han ido adoptando tanto a nivel nacional (el caso de España), como europeo (el famoso debate sobre el proyecto de Constitución europea, que no contemplaba la contribución del cristianismo en la formación de la cultura y valores de la Unión, y en la que prevaleció la posición postulada por Giscard d´Estaing, uno de los grandes impulsores en dicho proyecto, fue un intento de censurar la identidad cristiana de Europa).

La concepción negativa del hecho religioso: el laicismo. Esta corriente, difundida en el espacio europeo, ha encontrado un eco de la concepción negativa del fenómeno religioso en España, donde intelectuales como el filósofo Fernando Savater (en su artículo Laicismo: cinco tesis), conciben la religiosidad como un fenómeno de componente irracional, cuya esencia es una pretensión totalitaria. Presentando una visión histórica en la que la iglesia oficial ha vertebrado moralmente las sociedades, eleva a la democracia moderna al carácter de referencia absoluta con el que todo ciudadano ha de confrontar su conducta, aceptando que las leyes dictadas no sólo son el sustento legitimador de toda decisión política, sino también de toda conducta moral Aunque él mismo reconoce el derecho a adoptar una creencia religiosa determinada, excluye la posibilidad de imponerla a nadie (porque sostiene que el hecho religioso, al sostener una pretensión de verdad, llega a ser algo totalitario e intolerante, en cuanto que "violentaría" el respeto a la libertad de expresión. No son las religiones, sino la ley el criterio último que determina los criterios del bien y del mal: la objetividad le viene dada por ser expresión de la voluntad de la mayoría, condición que no puede decirse de las religiones. A esta posición se ha adherido Gregorio Peces-Barba, que, en una entrevista concedida, ante la cuestión de la implantación de la asignatura "Educación para la Ciudadanía" en España, negaba la objeción de conciencia sobre la base de que el Estado estaba legitimado para imponer una ética pública. Peces-Barba, que sigue abogando por la rígida separación entre lo público y lo privado, propugna la eliminación de ayudas a los colegios concertados y aboga por el papel del Estado como referente último en la educación de los hijos. Una parte de la opinión pública se ha hecho eco de esta concepción negativa y viene propugnando la retirada de la religión del espacio público, sosteniendo que el Estado no puede favorecer ninguna imposición ni monopolio de la enseñanza o del espacio público por parte de las religiones.

El papel público de las religiones. Laicidad positiva. Frente a esta visión de lo religioso heredada del pensamiento ilustrado y postmoderno, algunos intelectuales y políticos, reflexionando sobre el fenómeno religioso, han abogado por una visión más positiva de la libertad religiosa. Un exponente es el ex-primer ministro británico Tony Blair, quien ha impulsado una fundación dedicada al estudio y análisis del papel del as religiones en la vida pública (la Tony Blair Faith Foundation). Para Blair, no podrá haber paz en el mundo sin entender antes el papel que las religiones tienen que cumplir y es que las diferentes confesiones tienen un carácter fundamental para la convivencia democrática. El posicionamiento de Blair sobre el hecho religioso se acerca a la línea seguida por Benedicto XVI en el Encuentro interreligioso de Asís, que ha insistido en que, en una sociedad globalizada, la fe religiosa es capaz de aportar un sustrato que puede ser compartido por todos en la medida en que las distintas confesiones se comprometen en el diálogo mutuo como con la sociedad civil. En este sentido, el Pontífice anima a los cristianos y a los creyentes de toda religión a implicarse en la sociedad, respetando la diferencia y no adoptando interpretaciones excluyentes, pues Fe y razón pueden, y de hecho, deben ir juntas.

En esta línea, el Arzobispo de Milán Angelo Scola, uno de los impulsores del centro internacional Oasis, afirma que el bien práctico común que pueden reconocer todos los miembros de la sociedad (y que puede referirse a una o varias cosmovisiones) es el hecho de vivir juntos, como un hecho decisivo e inevitable, que exige que la propuesta religiosa (en el caso de Occidente) tenga en cuenta las dimensiones interna y externa, sin renunciar a su núcleo de verdad: se trata de hacer cuentas con la realidad que nos rodea, y a ello ayuda partir del conjunto de preguntas esenciales inherentes a todo ser humano; de este modo, los deseos y aspiraciones de felicidad adquieren una conciencia y se hacen capaces de establecer relaciones con otros

Occidente: el avance de la secularización

En nuestros días, es interesante cuantificar el panorama mediante el factor de la valoración del hecho religioso en el continente europeo El eurobarómetro realizado en el año 2005 (el eurobarómetro 225), por el que se preguntaba a los ciudadanos de los distintos países de la Unión, sobre cuál de las opciones se identificaban más, reflejaba que la opinión mayoritaria seguía siendo la creencia en Dios, siendo muy elevada en países como Luxemburgo, Grecia, Malta, Rumanía o Turquía, mientras que, en otros países de Europa Occidental (Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Alemania, Austria, Bélgica, Noruega, Estonia y Lituania), el descenso ha sido muy acusado: Holanda, República Checa, Islandia o Estonia reflejan un alto porcentaje de personas que creen en algún espíritu (que no se identifica con Dios), mayor que el hecho de creer en Dios. El bajo nivel de religiosidad en República Checa, Estonia, Holanda, Dinamarca y otros confirma el avance de una concepción que prescinde del cristianismo como referencia moral. La rápida secularización sufrida en países como el Reino Unido en los años sesenta, con la penetración de los ideólogos de la revolución sexual que ha destruido, prácticamente, el sustrato moral educativo en las escuelas; y la sucedida en países como Alemania o Austria, donde, desde dentro de la Iglesia Católica, surgió toda una contestación a la posición eclesial sobre la sexualidad, el celibato, y otros aspectos del magisterio (cuyas consecuencias ha resaltado Benedicto XVI en su viaje a Alemania), son otra muestra del avance secularizador ocurrido en Europa en los últimos años.

El caso de Francia es un ejemplo de cómo el Estado ha tenido, tradicionalmente, un recelo hacia la contribución del hecho religioso en la sociedad civil, teniendo un monopolio en ámbitos como la educación. No obstante, dada la cultura de un estatalismo republicano que ha arraigado en la sociedad, resulta interesante también que un estudio de 2009, elaborado por la Fondation de Service Politique (sobre una muestra de 3.000 padres católicos), muestre que un 67% de los encuestados afirmase que no se respeta la libertad de conciencia, opinando que la Iglesia debería acometer iniciativas destinadas a eliminar las trabas a la libertad de educación. El fenómeno del islamismo, que surgió con fuerza entre las comunidades de inmigrantes procedentes del Magreb, se ha convertido en asunto que ha causado fuerte controversia. El número de mezquitas ha aumentado enormemente y ya hay más practicantes musulmanes que católicos.

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