La libertad más allá de los moralistas
Vuelven a hablar de libertad los políticos en sus campañas, hablan de libertad los que celebran de forma descontrolada el fin del estado de alarma. Se vuelve a hablar de libertad y de libertinaje, una palabra que no se utilizaba desde hace décadas para explicar una libertad mal utilizada.
Libertinaje es la palabra que ha utilizado la delegada del Gobierno en Madrid, Mercedes González, para hablar de los desfases de algunos, algunos pocos, el pasado fin de semana. Parece que ahora se han invertido los términos, antes era la derecha la que hablaba de los límites necesarios a la libertad y ahora es la izquierda la que hace bandera de esos límites. Pero la libertad es una cosa demasiado seria para que aceptemos como definitivo el debate entre la derecha y la izquierda, como para que solo hablemos de libertad en términos jurídicos o en términos moralistas.
Las libertades frente a la invasión del Estado son importantes, claro que son importantes, te vas a hacer un reportaje a China o a Pakistán y acabas detenido o expulsado y entonces te das cuenta de lo importantes que son las libertades. Pero eso es insuficiente. La libertad de cada uno tiene el límite de la libertad del otro, faltaría más. Pero eso es también insuficiente. Creímos que poner fronteras entre las libertades de cada cual era suficiente y nos hemos dado cuenta de que la tolerancia es un modo de convivir frío y a veces violento, porque se basa en desentenderse de los otros. La libertad tiene, por supuesto, límites éticos. Pero los moralistas de viejo y nuevo cuño a base de hablarnos de los límites de la libertad la han dejado hueca, vacía.
Siempre se habla de la libertad para hablar de sus límites, para pedir que el Estado no la limite, para reclamar un ejercicio de la libertad que no invada la libertad de los otros. Todo eso está muy bien. ¿Pero de la libertad, más allá de lo que digan los políticos, los juristas o los moralistas, quién habla? La libertad concreta es un adjetivo, entiendo la libertad cuando me siento y me reconozco libre, es decir cuando me siento satisfecho, cuando lo que he escogido me satisface, me llena, me hace ser yo mismo. Puede parecer muy subjetivo, muy relativo, pero estar satisfecho tiene poco de relativo. Por eso la libertad está hecha de vínculos, de apegos. Por eso es responsabilidad. Pero los moralistas siempre se olvidan de lo más importante: libertad es satisfacción.