La ley suprema es la salvación de las almas

Laentrevista me ha venido a la memoria al escuchar al Papa Francisco el pasadosábado decir que a veces algunos pretenden crear un octavo sacramento, el de la"aduana pastoral", de manera que nos convertimos en "controladores de la fe enlugar de ser facilitadores de la fe de la gente". Y ya como Papa volvía a unejemplo bien conocido por él a pie de calle: "Mirad esta chica que ha tenido elcoraje de llevar adelante su embarazo y de no abortar: ¿qué encuentra? Unapuerta cerrada. Y así sucede a muchas. Este no es un buen celo pastoral. Estoaleja del Señor, no abre las puertas". Por el contrario el Papa urgía a pensaren el santo pueblo de Dios, en el pueblo sencillo que quiere acercarse a Jesús,y en tantos cristianos de buena voluntad que se equivocan y en vez de encontrarla puerta abierta para tocar el amor de Jesús, la encuentran cerrada.
En la entrevistaque comencé mencionando Bergoglio respondía con su franqueza habitual a quienesle acusaban de abaratar los sacramentos con esa manga ancha: "No hay ningúntipo de barato. Los párrocos se atienen a las indicaciones de los obispos de laregión pastoral de Buenos Aires, que respetan todas las condiciones queaparecen en el Código de Derecho canónico, según el criterio-base expresado enel último canon: la ley suprema es la salvación de las almas". Ahora lo dicepara la Iglesia universal. Por supuesto que no se trata de disminuir el valorde una catequesis adecuada, se apresuraba a explicar el entonces cardenal, "perosiempre hay que mirar a nuestra gente tal como es, y ver qué es más necesario.Los sacramentos son para la vida de los hombres y las mujeres tal como son.Gente que puede que no sea de mucho hablar, pero que tienen un sensus fidei quecomprende la realidad de los sacramentos con más claridad que muchosespecialistas". Esta entrevista, junto a otras realizadas por Valente queretratan la pastoral a pie de calle del cardenal Bergoglio, incluidas lasfamosas Villas miseria, puede leerse en un pequeño volumen que acaba depublicar la EditorialMarova con el título "Francisco,un Papa del fin del mundo".
Loverdaderamente interesante es que en estas intervenciones se desvela el perfilmisionero de Francisco, que lejos de ser una pose es una forma natural de vivirla fe. Lo harepetido hasta la saciedad: "Prefiero mil veces una Iglesia accidentada, quehaya tenido un accidente, que una Iglesia enferma por encerrarse". Además mellama la atención su profunda sintonía con la conciencia que tantas vecesmostró Benedicto XVI sobre la naturaleza de la misión y sobre la necesidad deaprender una nueva forma de estar presentes; sobre la necesidad de no conformarnoscon lo que ya tenemos o creemos tener. Profunda continuidad con la forma llenade estima respeto que siempre nos mostró a la hora de encontrar a hombres ymujeres de toda procedencia cultural y pertenencia religiosa.
ElSucesor de Pedro nos está llamando a salir (y eso incomoda, provoca zozobra), air al encuentro con todos porque todos tienen algo en común con nosotros: que sonimagen de Dios, que su estructura humana, su corazón, busca una satisfacciónque sólo puede dar el Infinito. "Ir al encuentro con todos, sin negociarnuestra pertenencia", decía a los miembros de los movimientos y comunidadeseclesiales en la Vigilia de Pentecostés.
La misiónno consiste en gritar más fuerte y cerrar las filas, consiste en este encuentrocon el corazón del otro que busca el sentido de su propia vida, que busca(tantas veces sin saberlo) el Infinito. Y al otro hay que buscarle donde está ycomo está, para ofrecerle un tesoro del que no somos dueños, al revés, eltesoro de la fe al que pertenecemos, que nos define, y ante el que cada mañanasomos retados a decir nuevamente "sí". Y esto es dramático. Naturalmente que alsalir podemos resultar accidentados, miremos la historia de la Iglesia, miremosa Jesús ante el Sanedrín. Pero sólo aceptando este riesgo nuestra vida no decaesino que se hace siempre más grande. En esto parece que Francisco no piensadarnos tregua, afortunadamente.