`La intervención de Carrón en la CdO impresiona por su profundidad`
¿Qué le ha parecido la intervención de Julián Carrón en la Asamblea de la Compañía de las Obras y su valoración sobre el individualismo?
El texto de Julián Carrón impresiona por su profundidad y riqueza, y requiere meditación. Personalmente creo que el individualismo, por un lado, y el deseo de compartir y construir en equipo por el otro son dos tendencias que coexisten en todos nosotros y, en distintos momentos, pueden ser fuerzas para el bien. La cultura de hoy en muchos aspectos privilegia exclusivamente el individualismo; hay una cierta ebriedad individualista en nuestro entorno, que como todo extremo cercena nuestra realidad y puede deshumanizar la vida social. Contra esto hay que redescubrir e integrar en la vida social, y en nosotros mismos, la dimensión comunitaria de entrega gratuita a los demás. Es lo que nos propone, con una cierta complejidad argumental que requiere tiempo para hacerse oír, la encíclica Caritas in Veritate (CV).
Carrón afirma que la crisis es la ocasión para aprender con más claridad por qué un hombre hace empresa, construye. Sostiene que el punto de partida para superar una situación en la que los hombres se han convertido en lobos para los hombres es lo que Luigi Giussani llamaba "experiencia elemental", el conjunto de evidencias y exigencias que definen al hombre. "Esta experiencia elemental muestra que el otro es percibido como un bien, hasta el punto de que se pone en movimiento la solidaridad y llega a generarse un pueblo que responde a la necesidad", asegura. ¿Cómo valora que éste sea el punto de partida para juzgar la situación económica y cultural, para construir sociedad?
Realmente la vida económica no se reduce a esa mecánica del homo economicus que por necesidades de ‘modelización' nos propone la teoría económica clásica y, menos aún, a su versión ideologizada, que ve en la maximización del beneficio del accionista el único motor de la vida empresarial. Imposible decirlo más claro que Benedicto XVI: "Se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o ‘después' de ella" (CV n. 36). En todos los lugares de trabajo hay un determinado componente de sociabilidad y de solidaridad, más o menos desarrollado, más o menos libre según los ambientes, las empresas o las instituciones. Como lo sabe y recomienda desde hace bastantes años la enseñanza del management, los lugares de trabajo pueden ser ámbitos de pleno desarrollo humano; incluso tendrán mayor éxito económico si lo son, aunque ello no deba ser la principal o única razón por la que se transforma y se humaniza el ambiente de trabajo.
También afirma Carrón que la respuesta a la crisis "es una compañía, un movimiento que nazca de la intuición de que el objetivo de una empresa excede los términos de la empresa misma y que ésta es un intento de responder a otra cosa mucho más grande, en fin, un movimiento que nazca de la percepción de ese corazón que todos tenemos".
En efecto, no hay ninguna empresa en el mundo que se haya construido exclusivamente para obtener rendimientos financieros para el capitalista. La lógica del empresario no es la del inversor pasivo. Toda empresa, de una manera u otra, tiene objetivos que "exceden los términos de la empresa misma". Pero ¿qué objetivos? Se trata de que esta visión y esta motivación complejas que hay en la raíz de toda empresa se enriquezcan tomando en cuenta de una manera actualizada, amplia y generosa los intereses a los que debe servir la empresa. La "responsabilidad social corporativa" puede ser desde un engaño publicitario hasta una vocación que transforma la empresa de arriba abajo y la construye como un ente de servicio a la sociedad; hay que mirar lo que ocultan las palabras de los "mensajes corporativos" e ir a conocer la realidad de la empresa, cómo trabaja, para qué, con qué ‘cultura' institucional y con qué resultados concretos para su entorno. Lo que, una vez más, Benedicto XVI dice con claridad en su última encíclica es que en la vida económica hay tendencias positivas y que se trata de apoyarlas en la verdad. Como dice el Papa, hay una vía clara para ello: "Tanto el mercado como la política tienen necesidad de personas abiertas al don recíproco" (n. 39). Todo depende de cómo piensen y actúen las personas concretas en los distintos niveles de cada empresa. Pueden ser útiles los movimientos y las obras específicas, pero no pienso que haya un solo camino, sino varios, y que esta vocación gratuita puede ejercerse en empresas especialmente constituidas con esta idea, pero también y no con menos potencial en empresas e instituciones económicas "normales", las de la corriente mayoritaria si me permite la expresión.
Por último Carrón sostiene que esta construcción social no es posible sin el reconocimiento del Misterio hecho carne como una Presencia actual que sostiene y acompaña la vida. ¿Qué piensa sobre esta cuestión?
Estoy de acuerdo si se trata de describir una actitud de la persona en definitiva abierta al otro. No creo que sea condición para ello una expresión explícita de la fe cristiana. Como nos han enseñado algunos grandes teólogos de este tiempo, además de la Iglesia visible está la invisible, de la que no conocemos las fronteras. Dicho en otros términos: el camino que nos enseña Jesucristo sólo Él lo ha realizado totalmente; entre los seguidores, algunos lo hacemos conscientemente y verbalizando nuestra adhesión, siempre imperfecta. Pero el camino de la gratuidad y de la solidaridad está abierto a todos.