Entrevista con el padre Bernardo Cervellera, director de Asianews

¿La indiferencia occidental ante las persecuciones? «Es hija del relativismo: quien muere por un ideal es un enfermo; cuidado si se habla de él»

Mundo · Mauro Pianta
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18 octubre 2011
Entre 2000 y 2010, cada año fueron asesinados 160 mil cristianos (datos de la Osce). En 52 países del mundo (35 de ellos musulmanes) los que creen en Cristo son ciudadanos de segunda categoría. En muchos casos, "eliminarlos" no es un delito. El representante de la Ocse de la lucha en contra de la discriminación indica lo siguiente: «Cada 5 minutos un cristiano es asesinado por su pertenencia religiosa». La masacre de los coptos en Egipto fue hace poquísimos días. Dominique Mamberti, "ministro del exterior" de la Santa Sede hizo la suma: «Los seguidores de Jesús son el grupo religioso más perseguido en el mundo».

¿Qué es lo que sucede? ¿Volvieron los tiempos de Nerón? Y, sobre todo, ¿de dónde viene este odio hacia los cristianos? Hablamos de ello con el padre Bernardo Cervellera, misionero del Pime y director de la agencia de noticias Asianews. «Los cristianos -responde el sacerdote- son hombres libres: en el fondo este es el motivo del odio en su contra. Una vida que no depende del poder representa una derrota para los que creen que gobiernan todas las cosas. Tienen miedo de ellos, por eso los matan».  

¿Por qué el martirio de los cristianos no conmueve demasiado la conciencia del occidente? ¿Por qué esta indiferencia mezclada incluso con algo de fastidio? 

Hay que considerar la sumisión en relación con algunos países, ese "hacerse de la vista gorda" en nombre de razones económicas. Pero el motivo verdadero tiene una naturaleza cultural: el relativismo representa una frontera con respecto a la difusión de esta información.

¿En qué sentido? 

El relativismo enseña que la dimensión religiosa se puede ignorar sin ningún problema, porque no existe una verdad. El hecho de que alguien pueda morir por un ideal es cosa de locos, de exaltados. No es conveniente hablar de ello.

Normalmente el silencio es absoluto incluso dentro del mundo cristiano…

Sí, este es el peligro más grande. Nuestra fe se ha reducido a un sentimiento. Si yo no hago que actúe la fe en mi cotidianeidad, si no arriesgo mi vida afrontándola a partir de la fe de la gran familia de la Iglesia, ya no podré percibir la muerte de hombres asesinados en otra parte del mundo como la muerte de mis hermanos. Y, fatalmente, no me ocuparé del asunto…

¿Qué se puede hacer, concretamente, en occidente para ayudar a estos hermanos?

Podemos informarnos, informar, rezar y, sobre todo, aprender de ellos. Un ejemplo. Un católico filipino que vive en Arabia Saudita y educa a sus hijos en la fe católica, arriesgándose a que lo despidan, expresa de esta manera un juicio: la fe vale más que un trabajo. Por ello podemos volver a aprender la belleza de la fe de nuestros hermanos perseguidos. Solamente el descubrimiento de esta belleza nos volverá capaces de arriesgar la vida por Cristo, tal vez con una forma diferente del tipo de martirio que sufren ellos.

Las cosas pueden cambiar. Algo, desde el punto de vista de la libertad religiosa, parece moverse incluso en China…

China es muy hábil vendiendo cierta imagen de sí misma. Pero en cuanto a la libertad religiosa y a los derechos humanos, estamos todavía en tiempos de Mao. Claro, hay un despertar religioso: cada año se celebran 150 mil bautismos, pero las persecuciones persisten. Un solo ejemplo: hay dos obispos ancianos que no se inclinan fácilmente ante el gobierno y que desaparecieron "misteriosamente" hace 15 y 18 años. Todavía no sabemos lo que pasó con ellos.

¿Debemos resignarnos a las persecuciones?

El mismo Jesús advirtió: «Me han perseguido a mí, también os perseguirán a vosotros». Pero, al final, la "victoria" siempre es de los cristianos, porque allí donde hay martirios, es decir testimonios, la fe crece.

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