La incógnita sobre el futuro de Perú
A pesar de estas consideraciones que deberían haber llevado a una cierta moderación en la confrontación política, el pasado 10 de abril, en la primera vuelta electoral, los peruanos optaron por depositar sus preferencias en las dos candidaturas que mayor grado de polarización aportaban al país. La más votada de ellas fue la del hasta entonces bolivariano Ollanta Humana. Antiguo militar golpista, Humala concurre por segunda vez a las elecciones. En este caso, con un programa muy diferente con el que presentó en 2006, ya que ha cambiado sus referencias internacionales, pasando de Evo Morales y Chávez a Lula da Silva. No sólo eso, también se ha comprometido a respetar la prohibición constitucional que impide al presidente presentarse a la reelección.
Dadas sus actitudes, compromisos y amistades en el pasado, la candidatura de Humala presenta no pocas dudas sobre el programa real de su futuro gobierno. Este cuestionamiento en torno al verdadero programa del candidato existe también en su rival Keiko Fujimori. Hija del dictador de los 90, la figura de su padre divide a los peruanos entre los que le asocian con el final de la sanguinaria guerrilla de Sendero Luminoso y la estabilización económica del país, y la de aquellos que no olvidan las graves violaciones de derechos humanos, la esterilización de más de 300.000 mujeres y los escándalos de corrupción y espionaje con que concluyó su régimen. Ella no se ha desvinculado de este pasado y ha afirmado que su padre fue el mejor presidente de la historia de Perú, por lo que no son pocos los que sospechan que en caso de victoria Keiko Fujimori indultaría a su padre haciendo de éste el verdadero presidente del país, algo que ella siempre ha negado.
A este clima de polarización y desconfianza en los candidatos se ha añadido la opinión del laureado Premio Nobel Vargas Llosa, que no sólo ha respaldado y se ha movilizado a favor de Humala sino que también ha mantenido una intensa polémica con el cardenal arzobispo de Lima, Cipriani, acusándole de haber mantenido silencio ante los crímenes de Fujimori. La respuesta del prelado no hizo sino avivar la controversia entre ambos y refleja la tensión existente en el país.
Una tensión que se ve acrecentada por unas encuestas que reflejan una situación de empate técnico entre las dos candidaturas, aunque con una leve ventaja de la de Fujimori.
El problema para Perú no es que el resultado de las elecciones del próximo día 5 de junio sea una incógnita a día de hoy. El verdadero problema para Perú y para la comunidad internacional es que no se sabe a ciencia cierta qué programa político y económico será el que desarrolle el vencedor de los comicios. Mientras que no se despejen las dudas sobre el compromiso con la estabilidad institucional, la democracia, los derechos humanos y el libre mercado del vencedor de las elecciones, existe el riesgo de que la comunidad internacional congele la confianza que hasta ahora los inversores internacionales han depositado en el país.
Si el vencedor opta por la senda del populismo, ya sea derechista -Fujimori- o bolivariano -Humana-, y lleva hasta el extremo la polarización y la tensión que existe en la actualidad por la contienda electoral, entonces sí que podremos poner fecha a la pregunta del momento en que se volvió a joder el Perú.
Pablo Hispán Iglesias de Ussel es profesor Relaciones Internacionales en la Universidad CEU-San Pablo