La ilegítima vida social

Y a José Luis Barberia -el firmante- una mala noche del presidente le parece cosa tan extraordinaria y heroica que la lleva a titular. Todas las personalidades consultadas por el periodista dibujan el perfil de un héroe con los nervios de acero. Él mismo expone su secreto para combatir la ansiedad: "corro unos diez kilómetros diarios campo a través". Y añade para redondear: "tengo una buena relación con la vida".
Más allá del sentimental elogio de la voluntad del líder, las tres páginas de abigarrado texto ofrecen tres claves. El presidente quiere que los mercados le compren su voluntad de reforma: "quiero que sea la legislatura de la transformación económica". El presidente busca la sombra de don Juan Carlos para superar su baja popularidad: "hablando de la soledad he tenido durante estos años la satisfacción de contar con el concurso del Rey".
El presidente, y esto es lo más revelador, es un estatalista irredento. El autor del perfil le pregunta sobre "la opinión generalizada de que los intereses de los políticos no se corresponden con los intereses generales". Y responde: "hay poderes que pretenden ocupar el poder de la política, que es el único legitimado por el voto ciudadano". La vida social no vale nada, es ilegítima según el presidente. Sólo es legítimo el poder que él mismo detenta. No hay espacio para la subsidiariedad.