Elecciones en Colombia

La fuerza de Mockus

Mundo · Diego Fermín
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24 mayo 2010
Impresiona la fuerza que ha tomando el candidato del partido verde Antanas Mockus, la esperanza que se pone en él y simultáneamente el desconocimiento de su propuesta. En una simplificación riesgosa todo se reduce a la lucha contra la corrupción y al hecho de que "por fin llega uno diferente, honesto y transparente al gobierno".

Considero que es necesario ir más allá de la simplificación respecto a este candidato, tomando conciencia de lo ofrecido como el paliativo de todos los males del país en nombre de una ambigua y difusa transparencia, y mostrar el trasfondo humano e ideológico que las sustenta.

En el citado viaje resultó provocador poner la siguiente pregunta a mis familiares durante un almuerzo: "Bueno, digamos que elegimos a un gobernante que logra el buen uso de recursos públicos, reduce el robo del erario público, consigue que los impuestos se inviertan bien, promueve el crecimiento sostenido con tasas del 5 al 9% anual, protege el medio ambiente, desarrolla la infraestructura del país, "educa" al pueblo y mejora los ingresos de la gente; además fruto de una "discusión racional", de la defensa de las libertades individuales y del fomento de la "última generación de derechos civiles" permite la aprobación del aborto generalizado, las uniones homosexuales con derechos de familia y el asesinato de las personas enfermas que tengan condiciones graves de salud obligando a aplicar la ley por encima de las convicciones morales. ¿Ustedes votarían por este candidato?". La respuesta unánime luego de un silencio elocuente y un mirarnos a los ojos fue: "No".

En un debate el lunes pasado, cuestionado sobre su capacidad de gobernar, entre otras cosas el candidato del partido verde afirmó: "ustedes en Colombia difícilmente encuentren alguien que conecte sociología, economía de la conducta y psicología como las conecto yo, ganan eso". Sopesando esta afirmación existe el riesgo de que Colombia se convierta en un laboratorio de experimentación social en asuntos que afectan al destino de muchas personas y al bien común de nuestra sociedad.

Al respecto, es interesante detenerse en una entrevista reciente del actual candidato del partido verde respecto a la agenda de su gobierno en torno al tema gay, el aborto y la dosis mínima, donde el candidato respondió que se debe "profundizar la discusión racional, buscando el respeto entre las posiciones divergentes y buscando consensuar metas compartidas entre los distintos actores. Creo mucho en la regulación moral y cultural y en la armonización entre ley, moral y cultura. La orientación principal de estos temas debe buscarse en la Constitución y su interpretación por parte de la Corte Constitucional".

Es claro por una parte el planteamiento relativista de Mockus y por otra el recurso al legalismo para controlar el desborde de las diferentes subjetividades. Ante esto vale la pena recordar la definición de ley que da Luigi Giussani: "descripción de un mecanismo estable con el que una realidad tiende hacia su destino, la ley es la descripción del mecanismo estable con el que algo que está en movimiento tiende hacia su objetivo". Es útil preguntarse: ¿cuándo las leyes responden a las exigencias humanas de justicia, bien, libertad, belleza y verdad? Porque relativizando estos conceptos podemos caer en la tentación de convertir la ley en un supremo punto de referencia instrumental al poder, resultante de la "armonización" de criterios relativistas. En esta dinámica, la educación se convierte en el instrumento predilecto para crear el ciudadano que convalide una propuesta cultural de conveniencia estatal; proponiendo "tipos ideales" que generen admiración entre los "buenos" ciudadanos que adecuan su conciencia a estas leyes y que de no comportarse según los parámetros establecidos será sometido al escarnio afectando su libertad, entendida como la capacidad de adhesión al bien.

¿Una sociedad construida sobre estos supuestos se puede considerar libre o esclava de un totalitarismo relativista? Retornando con Giussani, se puede decir que cuando no existen certezas por las cuales valga la pena dar la vida, o cuando la realidad no tiene sentido ni significado, la máxima capacidad de relación que podemos tener es la manipulación como juguetes de las personas y las cosas: jugamos con la realidad entera.

Antes de votar, es necesario ir a fondo en las propuestas que están en boga, las consecuencias que el desarrollo de cierta mentalidad tendría dentro de nuestra sociedad y el efecto en la custodia del bien común y la libertad de la persona, así podemos elegir sin dejarnos seducir por las encuestas, opiniones de los gurús de los medios de comunicación y de nuestras emociones exaltadas. Como siempre, tiene vigencia la provocación con que Jesucristo siempre reta nuestra conciencia, razón y libertad: "De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma o qué puede dar a cambio de sí".

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